El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, sube al Air Force One con destino a Pensilvania el 9 de diciembre de 2025 en la Base Conjunta Andrews, en Maryland. GETTY.

Trump apuesta contra el futuro

La nueva Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos lleva la huella cognitiva de un movimiento que vive el cambio demográfico y cultural como una catástrofe existencial. No solo ingora grandes amenazas, sino la redefine como la presencia de personas a las que el presidente Donald Trump llama 'basura'.
Stephen Holmes
 |  10 de diciembre de 2025

La nueva Estrategia de Seguridad Nacional (NSS, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos no es, en ningún sentido significativo, una estrategia. Una estrategia conecta los medios con fines alcanzables. Lo que la Casa Blanca del presidente Donald Trump publicó la semana pasada es otra cosa: una confesión de 33 páginas de que esta administración no cree en el futuro y, por lo tanto, no ve razón para invertir en él.

La NSS de Trump oscila de manera abrupta entre el triunfalismo y la ansiedad declinista. Estados Unidos es la nación más grande de la historia; Estados Unidos está siendo invadido. Estamos ganando; lo estamos perdiendo todo. No se trata simplemente de incoherencia: es la huella cognitiva de un movimiento que experimenta el cambio demográfico y cultural como una catástrofe existencial.

El documento anuncia objetivos grandilocuentes sin especificar recursos, plazos ni mecanismos. Llamarlo “cortoplacista” sugiere que se está descuidando un juego a largo plazo. Pero no existe tal juego. Un movimiento convencido de que su mundo está acabando no planifica para la próxima generación: arremete y saquea.

La vocación de saqueo es explícita. “Todas nuestras embajadas deben estar al tanto de las principales oportunidades comerciales en sus respectivos países, especialmente los grandes contratos gubernamentales”, ordena la NSS. “Todo funcionario del Gobierno estadounidense que interactúe con estos países debe entender que parte de su trabajo es ayudar a que las empresas estadounidenses compitan y tengan éxito”. La diplomacia ha sido formalmente convertida en una operación de desarrollo empresarial.

El Consejo de Seguridad Nacional recibe la tarea de identificar “ubicaciones y recursos estratégicos” en el hemisferio occidental para su explotación. Le Monde lo llama como es: prédation économique, depredación económica.

El Consejo de Relaciones Exteriores observa que en esta NSS la competencia entre grandes potencias ha desaparecido como principio organizador, reemplazada por la economía como “la apuesta definitiva”. El documento es más un panfleto que una estrategia, dicen sus miembros, y los no estadounidenses harían bien en no interpretarlo como una declaración real de intenciones.

Aun así, la eliminación de la rivalidad entre grandes potencias no es un descuido. Refleja a una administración que ha abandonado discretamente el proyecto de moldear el orden internacional, porque hacerlo requiere creer en el futuro.

Basta ver el trato a los aliados. La NSS redirige su fuego retórico hacia Europa mientras suaviza notablemente su lenguaje respecto de Rusia y otros adversarios. Advierte que Europa corre el riesgo de una “anulación civilizatoria” debido a la inmigración y a una “asfixia regulatoria”. Exige que los europeos asuman “la responsabilidad principal” de su propia defensa, mientras declara simultáneamente que Estados Unidos “cultivará la resistencia” a las tendencias políticas actuales de Europa mediante el apoyo a partidos nacionalistas y populistas en países de la Unión Europea. Esto no es gestión de alianzas. Es sabotaje disfrazado de reparto de cargas.

La administración afirma rechazar la costumbre internacionalista liberal de sermonear a otros sobre sus asuntos internos. Pero luego proclama una esfera de influencia hemisférica que niega a los países latinoamericanos su derecho soberano a elegir sus propios socios comerciales y arreglos de seguridad. La “Doctrina Trump” como corolario de la Doctrina Monroe es política de grandes potencias del siglo XIX reempaquetada para un presidente incapaz de distinguir entre interés nacional y enriquecimiento personal.

 

«La administración quiere los beneficios de la primacía sin asumir sus costos»

 

El Instituto Cato –nada afín al internacionalismo liberal– identifica otra contradicción: la tensión entre la retórica que rechaza las “guerras eternas” y la insistencia subyacente en que Estados Unidos debe seguir siendo el árbitro global. Un “barniz de America First” cubre un proyecto hegemónico de facto. La administración quiere los beneficios de la primacía sin sus costos: deferencia sin compromiso, acceso sin relaciones.

Esto no es realismo en política exterior. Es la doctrina de alguien que jamás ha tenido que cumplir una promesa. Lo que mantiene unidas sus contradicciones no es una teoría del orden internacional ni una visión del liderazgo estadounidense, sino un enemigo común: el futuro.

La NSS está impregnada de angustia demográfica. La migración se describe no como un desafío de política pública, sino como una “invasión”. La frontera es “el elemento primario de la seguridad nacional”. El documento difumina la línea entre amenazas externas y competencia política interna, tratando a las comunidades de la diáspora y al cambio demográfico como problemas de seguridad equiparables a los Estados hostiles. Es la teoría del “Gran Reemplazo” traducida en dogma oficial.

¿Por qué una administración que se prepara para retirarse de compromisos globales necesita demonizar a los inmigrantes? ¿Por qué una estrategia centrada en el hemisferio occidental dedica tanta energía a atacar la política migratoria europea? Porque el miedo que anima a esta administración no es China, ni Rusia, ni el terrorismo. Su miedo fundamental es que la América del mañana no se parecerá a la de ayer. La NSS no es un plan para navegar el futuro: es una expresión de rabia ante la inevitabilidad del futuro.

Esto explica la economía depredadora. Si ya se ha renunciado a construir relaciones duraderas, se extrae lo que se pueda mientras se pueda. Si las alianzas son solo costos transaccionales, se abandonan. Si el orden internacional impone obstáculos, se deja de sostenerlo. La lógica es la de una liquidación total: todo debe irse.

El temor al futuro también explica la suavidad del gobierno de Trump hacia Rusia. El Kremlin de Vladimir Putin comparte la ansiedad demográfica, la hostilidad hacia las instituciones liberales y el resentimiento hacia un futuro cosmopolita. Y tiene lo que Trump anhela: un Estado etnonacionalista revisionista que ha abrazado el imperialismo sin sufrir consecuencias significativas. La NSS no identifica a Rusia como una amenaza seria porque esta administración no percibe que Rusia amenace aquello que realmente valora.

¿Qué queda cuando la política no puede ofrecer lo que un movimiento desea? La demolición. Alianzas que tomaron generaciones construir pueden ser destruidas en cuestión de meses. La NSS proporciona la justificación ideológica –lenguaje “civilizatorio”, premisas del “gran reemplazo”, retórica de “invasión”– para cortar los lazos que permiten a las democracias trabajar juntas frente a los desafíos graves del futuro.

El objetivo no es solo ignorar amenazas reales, sino redefinir la amenaza misma como el cambio demográfico: la mera presencia de personas a quienes Trump llama “basura”. ¿Para qué preservar alianzas destinadas a gestionar el futuro si ese futuro no será blanco?

La NSS es lo que resulta cuando la política exterior es redactada por quienes experimentan el futuro como un enemigo. Incapaces de detener el tiempo, se conforman con romper los relojes… y llevarse lo que no esté clavado al suelo.

Copyright: Project Syndicate, 2025.
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