ESTE artículo pretende abordar cuestiones europeas en el
sentido más amplio, es decir, toda Europa, que no sólo in-
cluye a los actuales miembros de la Unión Europea (UE)
sino también a los futuros y a los países vecinos que no se
unirán a nosotros en un futuro previsible.
Dar forma a esta Europa más amplia y diseñar la estructura
que necesitamos para garantizar estabilidad, seguridad y prosperi-
dad para la Unión y sus vecinos es una tarea crucial. Labor que no
sólo se refiere a nuestras relaciones externas, sino también a
nuestra organización interna; y es una misión que exige la más
cuidadosa preparación y planificación, porque si cometemos erro-
res, la Unión saldrá debilitada, pero si triunfamos, el premio será
realmente importante.
Los padres fundadores de la Comunidad Europea estuvieron
inspirados por una visión: un marco que al unir a sus miembros en
un proceso de integración económica y política garantizaría la paz
entre unas naciones que habían entablado guerras repetidamente.
Y tuvieron éxito porque la estructura que tenemos ahora en la zo-
na occidental de nuestro continente –que ha culminado en la UE
de 15 miembros– ha hecho imposible la guerra en Europa occiden-
tal. Este es el regalo sin precio que dieron a nuestra generación.
El reto que se nos presenta ahora es extender ese legado a la otra
Europa: a los países que quieren unirse a nosotros y a otros veci-
nos cuya seguridad está muy vinculada a la nuestra.
¿Cuáles son las perspectivas para una futura ampliación? La
Comunidad, como se llamaba entonces, creció de seis a nueve
miembros y después de nueve a doce, en un entorno político total-
mente diferente del actual. En aquellos días, la existencia del te-
lón de acero hacía imposible el ingreso para la mitad de Europa;
apenas nos atrevíamos a mencionar la idea, aunque en Europa
central y del Este siempre mantuvieron viva la llama de Europa,
como símbolo de sus valores y aspiraciones durante los largos años
de opresión.
Ahora, la división provocada por la guerra fría ha llegado a su
fin y los países afectados se han embarcado en el camino de las re-
formas democráticas y económicas. Esto presenta una oportuni-
dad histórica para la Unión: en el pasado, la ampliación se produ-
cía en un continente dividido; en el futuro, puede aportar su con-
tribución a toda Europa.
La reciente ampliación de 12 a 15 miembros es un primer paso
en esa dirección, un avance que ya ha demostrado en los últimos
dos meses que los nuevos miembros pueden fortalecer a nuestra
familia. Austria, Suecia y Finlandia han traído nueva vida y nue-
vos rostros a las instituciones de la UE, así como una gran abun-
dancia de ideas y entusiasmo. Este último crecimiento ha sido
una experiencia rápida y positiva; recordemos que hace sólo tres
años Finlandia presentó su candidatura al ingreso (18 de marzo
de 1992). La ampliación a 15 ha batido con seguridad todos los ré-
cords, tanto por su velocidad como por el reducido número de
problemas que planteó. Ningún aumento futuro será tan fácil ni
tan rápido.
¿Cuáles son los diferentes países implicados en una futura am-
pliación, cuántos hay y cuáles son las razones de su interés por la
Unión Europea? Si contamos los países involucrados, no es difícil
llegar a una Unión de 30 miembros: seis países asociados de Eu-
ropa central y oriental y los tres estados bálticos, los dos de la As-
sociación Europea de Libre Comercio (AELC) restantes —Norue-
ga y Suiza—, Chipre y Malta, Turquía, y a largo plazo Ucrania y
Bielorrusia. Además, se puede añadir Rusia y los demás países de
la Comunidad de Estados Independientes (CEI) que desean una
cooperación más estrecha con la Unión, aunque el ingreso no es
su principal objetivo.
La razón principal de las aspiraciones de todos esos países es
el deseo de participar en las importantes ventajas económicas que
ofrece la Unión, esto es evidente; pero en la Europa posterior a la
guerra fría hay muchas razones adicionales. Esta dimensión polí-
tica es sin duda importante: una Europa más amplia, una Unión
ampliada, ofrece un marco de estabilidad (democracia y economías
de mercado, con todas las ventajas que aportan al bienestar general)
y un brusco repliegue de la Unión a su centro tradicional podría
dejar abierta una región potencialmente inestable, un riesgo que
no nos podemos permitir.
Seamos realistas: las perspectivas de una ampliación consti-
tuyen un estímulo para la estabilidad política y económica en Eu-
ropa. Tienen un efecto estabilizador que debemos valorar, como
hemos podido observar en Asia occidental. Si observamos la tenden-
cia general que se está registrando en los países que quieren unirse
a la Unión, comprobamos que la ampliación está ejerciendo una
influencia estabilizadora, y debemos optar por estimular y no
desalentar esas tendencias positivas.
Al mismo tiempo, está claro que las perspectivas de una futu-
ra adhesión no deben minar la estabilidad de la propia Unión y
que no todos los países europeos pueden convertirse —por diver-
sas razones— en miembros de la UE. La geografía, nuestra histo-
ria común, los vínculos que hemos establecido con las diferentes
regiones del mundo, el interés mutuo: todos esos factores—y no
la visión restrictiva de una Unión Europea basada sólo en un mú-
mero específico de miembros— determinarán cómo debemos de-
finir nuestras relaciones de cooperación con otros países.
Los países interesados en un ingreso en la UE se encuentran en
distintas fases de la preparación, y el proceso y la velocidad dife-
rirán necesariamente de un país a otro. Algunos países europeos
todavía deben elegir incluso su rumbo y su destino futuros; pero
aquellos que han optado por convertirse en miembros de la UE
deben reunirse en el momento apropiado, como es natural, con
los requisitos y la capacidad necesarias. Este no es sólo el mensaje
que transmite la experiencia anterior, sino también la inequívoca
declaración del Tratado de la Unión Europea (artículo O del mis-
mo): cada país desea integrarse en la UE a medida que progresa.
Esto es importante no sólo para estos países, sino también para
los que ya son miembros, ya que dicho progreso determinará la
credibilidad de los esfuerzos exigidos para llevar a cabo con éxito
la actual ampliación de la Unión y la integración de nuevos miem-
bros en las estructuras institucionales._
Actualmente hay ocho países que han expresado formalmente
su deseo de unirse a la Unión Europea: los tres antiguos países
de la AELC —Austria, Suecia y Finlandia— que ya lo han hecho,
Suecia habiendo rechazado la oportunidad por referéndum; Nor-
uega, otra vez después de un referéndum; Malta (candidatura de
1990); Chipre (1990); Turquía (1987); y los seis países de Europa
central y oriental que firmaron acuerdos de asociación con la UE.
De aquí a finales de año, se espera que los tres Estados bálticos se
sumen a esta lista de candidatos. El ingreso de todos ellos necesi-
tará, naturalmente, disponer de un proceso que combine de mane-
ra equilibrada los intereses comunes de todos los candidatos y los
de la Unión en un marco organizativo adecuado.
Para que este proceso de ampliación tenga éxito, deben resol-
verse dos cuestiones cruciales. La primera: qué hacer para prepa-
rar a los candidatos y a la Unión para tal ampliación. La segun-
da: cuáles son las características que los candidatos deben poseer
para que se les considere países preparados para someterse a ne-
gociaciones activas de ingreso.

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