Son tiempos difíciles para los especialistas en sociedades africanas: cada vez se conocen más datos del pasado y del presente subsaharianos, pero eso no sólo no mejora la comprensión de lo que ocu rre en el mundo negroafricano, sino que parece sumergirse aún más en una bruma compleja de la cual pueden emerger los mayores imprevistos. Nada cuadra con los cálculos económicos, sociales o políticos. Y, sin embargo, todo lo que sucede, por asombroso que resulte al especialista, es profundamente africano en sus raíces históricas, en sus rechazos contemporáneos y en sus propuestas borrosas de futuro. África negra dista mucho de ser un mero juguete de las presiones y transformaciones nacidas de la colonización y de sus procesos modernizadores.
Continente marginal en las preocupaciones de las grandes potencias de finales del siglo XX, ha ido cobrando consistencia en los medios de difusión internacionales por las hambrunas y las guerras, pasándose de los horrores etíopes y somalíes a las atrocidades ruandesas, mientras algunos conflictos sangrientos dejaron de ser noticia por reiterativos en Liberia, Sudán, Chad o Angola. Muy de tarde en tarde, llega algún dato esperanzador con las elecciones multirraciales en la nueva Suráfrica de Mándela, pero por lo general hay silencio acerca de las reorientaciones positivas, ya sea en Madagascar y Benín o en la constitución federal de la Etiopía de Meles Zenaui. Una selec ción de las noticias africanas que pueblan telediarios y prensa oral o escrita nos da una imagen escalofriante de la cotidianidad al sur del Sahara, un mundo en el que no parece que se coma, se juegue al fútbol, se estudie o simplemente se charle animadamente en tertulias rurales o callejeras, un universo del que las informaciones hablan como el lugar predilecto de la muerte, el dolor y la atrocidad ¿Es así el planeta negro? …
