Cuando el pasado 25 de abril Juan Rodríguez Inciarte subió a bordo del Concorde de British Airways para viajar de Londres a Nueva York, no sabía qué iba a decir a los analistas de inversiones de Wall Street con los que iba a reunirse al día siguiente. En su calidad de director general del Banco Santander, iba a realizar una presentación sobre su banco en una conferencia organizada por CS First Boston. Pero el paquete de diapositivas que utilizará –en su oficina de Madrid habían preparado dos antes de su partida– dependía de los acontecimientos que aún se estaban desarrollando en Madrid. Un conjunto de diapositivas mostraba al Santander como el cuarto banco comercial de España, con unos activos consolidados al final de 1993 de 10,4 billones de pesetas. El otro conjunto lo mostraba como el mayor grupo bancario de España, con una participación mayoritaria en el Banco Español de Crédito y unos activos totales combinados de casi 18 billones de pesetas. Cuando Inciarte subió al avión, el Santander era uno de los tres bancos españoles que pujaban por el control de Banesto, con muchas esperanzas pero sin la certidumbre de salir victorioso. Hasta que no llegará a Nueva York no sabría cuál de las presentaciones efectuaría la mañana siguiente en el lujoso hotel Pierre de Nueva York. Mientras sobrevolaba el Atlántico, los acontecimientos se aceleraron en Madrid. Después de discusiones de última hora de sus respectivos consejos de administración, los tres postores, Santander, BBVA y el grupo bancario Argentaria, controlado por el Estado, enviaron sus ofertas al Banco de España. Los meses de emoción se acabaron unos momentos después cuando se abrieron los sobres que contenían las ofertas. La oferta del Santander, 762 pesetas por cada acción de Banesto, estaba muy por encima de la oferta de 667 pesetas…