Lectores, suscriptores, empresas. Gracias a su apoyo vive hoy, 20 años después, la revista que tiene en sus manos, querido lector. Ésta no es una obviedad, sino un hecho sumamente complicado, compuesto de muchas decisiones: de contenido, economía, de calidad, interés del lector medio, de búsqueda de asuntos tratados, de fiabilidad, serenidad, perspectiva. Se trata, además, de hacer un cierto juego limpio. Algunos sociólogos hablan de millares de circunstancias y decisiones entrecruzadas. Pero el hecho es que estamos hoy aquí, con 20 años cumplidos y no pocos deseos de seguir.
¿Qué hemos hecho? Informar, estudiar, discutir, analizar, debatir, investigar. Algo que la prensa –nos referimos, claro, a la prensa digna de este nombre, que algunos llaman enfáticamente gran prensa– ha nacido para hacer. Nació hace 200 años más o menos y su vida ha coincidido con un enorme avance de la humanidad. Allí donde ha habido prensa, periódicos o revistas, especializadas o no –la nuestra no lo es– ha habido más avance, material e inmaterial. Perdonen por recordar cosas sabidas.
POLÍTICA EXTERIOR ha sobrevivido y progresado gracias a cuatro apoyos: lectores, en número superior al esperado; suscriptores, cuya fidelidad nos admira; consejeros, en un consejo de administración que apenas ha variado a lo largo de estos 20 años; y empresas. Las empresas han apoyado a POLITICA EXTERIOR, desde la primera de las españolas, en el sector de la telecomunicación, hasta las grandes sociedades de energía, banca, automoción, seguros o grandes almacenes, pasando por gigantes mundiales, desde General Electric hasta DaimlerChrysler. También ha contado, en ocasiones enormemente, el peso de colaboradores de calidad; no por sus nombres solemnes, sino por lo que representa de apoyo a nuestra cabecera la presencia de ciertas firmas. Les damos las gracias sin disimular, perdón, una cierta emoción.
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