El orden regional en Oriente Medio sigue en constante reconfiguración. La reciente “guerra de los 12 días” entre Israel e Irán ha sacudido el tablero de forma contundente, pero lo que muchos auguraban, una escalada regional, de momento no se ha producido. Con un rápido ataque a tres instalaciones nucleares de Irán, Estados Unidos respaldó a su tradicional aliado regional para enseguida imponer un alto el fuego que ahuyenta el fantasma de un nuevo conflicto prolongado en la región.
Sin embargo, frente a un Irán que se ha limitado a unas débiles respuestas, Israel –con el apoyo de Washington– ha podido demostrar su poderío y presentarse como potencia militar regional, aunque no haya alcanzado los objetivos que se había propuesto al principio: desmantelar el programa nuclear iraní, eliminar sus capacidades de desarrollar misiles balísticos y provocar la caída del régimen chií. Este último –acabar con el ayatolá Alí Jamenei– muy poco compartido por la comunidad internacional, preocupada ante la perspectiva de que Irán se convirtiese en un Estado fallido mucho peor que el régimen mismo. Antes de la “guerra de los 12 días”, Irán ya estaba muy debilitado, pero del 13 al 24 de junio, ha visto cómo sus cúpulas militares eran decapitadas y cómo morían bajo las bombas israelíes algunos de sus científicos nucleares más destacados. Pese a esto, ni Irán parece que vaya a detener su programa nuclear, más bien al contrario, ni Israel, que ha jugado su carta más valiosa, el ataque directo en territorio iraní con la ayuda de Estados Unidos, ha logrado sus objetivos.
Con un Israel como potencia militar dominante en la región, Donald Trump ha dejado claro su deseo de cerrar otros Acuerdos de Abraham entre Israel y los países árabes, cuyo pacto estrella sería con Arabia Saudí. Sin embargo, este es…

Noviembre/diciembre 2017 - Digital
Seguridad digital en tiempos convulsos