Los primeros reclutas del proyecto “Contrato 18-24” reciben su iniciación en la 92.ª Brigada de Asalto el 16 de marzo de 2025 en la óblast de Járkov, Ucrania. GETTY.

Por quién doblan las campanas en Ucrania

Dado que Vladimir Putin parece dispuesto a ignorar cualquier número de bajas con tal de agotar las filas de Ucrania, apoyar a Ucrania ahora requiere encontrar formas de conseguir que más voluntarios extranjeros se unan a la lucha.
Anna Husarska
 |  12 de septiembre de 2025

Entre los ucranianos que se encuentran en la primera línea de la lucha contra Rusia, hay una palabra que se repite cada vez con más frecuencia: zakinchuyemosya, cuya traducción aproximada es “se nos están agotando”. Los combatientes ucranianos han probado su valentía, ingenio y resiliencia, pero no son invencibles, ni sus posibles sustitutos son infinitos.

La “coalición de voluntarios” que apoya a Ucrania no tiene previsto enviar tropas hasta que termine la guerra. Incluso entonces puede que no estén preparados para librar una “guerra cinética” si (o cuando) Rusia viola un eventual alto el fuego o un acuerdo de paz.

La disposición de personal es una de las mayores ventajas de Rusia en su guerra contra Ucrania. Aunque las bajas diarias de Ucrania son menores, su población es una cuarta parte de la rusa. Incluso después de perder unos 250.000 soldados, con un total de bajas que probablemente supere las 950.000, Rusia no está ni mucho menos “agotada”.

Puede que los rusos no estén haciendo cola para luchar, pero la cuestión es irrelevante. El presidente ruso, Vladimir Putin, ha llevado a cabo varios planes para alimentar su maquinaria bélica: desde campañas masivas de reclutamiento hasta el reclutamiento de prisioneros y la importación de soldados norcoreanos, pasando por la oferta de ventajas económicas como hipotecas subvencionadas. Dada su aparente disposición a tratar a los soldados como prescindibles y a encogerse de hombros ante cualquier pérdida, hay que suponer que Rusia será capaz de mantener una guerra de desgaste durante el tiempo que sea necesario para mermar las filas ucranianas.

Por eso el apoyo a Ucrania exige ahora encontrar la forma de enviar tropas extranjeras sobre el terreno. Esto no significa necesariamente el envío de tropas de la OTAN, una medida que los Estados miembros, temerosos de una escalada y expansión de la guerra, seguramente no aprobarían. Mas bien, la coalición que apoya a Ucrania podría prestar su apoyo político, legal y financiero para reclutar voluntarios de sus países, o de terceros países, que se unan a la Legión Internacional Ucraniana.

No se trata de una idea novedosa. Las brigadas internacionales de la Guerra Civil española (1936-39) –inmortalizadas en Por quién doblan las campanas de Ernest Hemingway, La esperanza del hombre de André Malraux y Homenaje a Cataluña de George Orwell– son ejemplos conocidos de soldados extranjeros luchando para salvar la democracia de un país. Miles de voluntarios extranjeros también ayudaron a defender Finlandia contra el enorme y brutal ejército soviético de Stalin en 1939, una guerra de agresión muy parecida a la invasión de Ucrania.

Quizás el presidente ucraniano Volodímir Zelenski tenía esto en mente cuando, dos días después de la invasión rusa a gran escala, hizo un llamamiento a “todos los extranjeros que quieran unirse a la resistencia” para que fueran a Ucrania. Se abrieron líneas directas y se crearon sitios web. A lo largo de tres años se presentaron unos 17.000 voluntarios, algunos se alistaron en la Legión Internacional y otros se integraron en diversas unidades.

La contribución de los voluntarios extranjeros al esfuerzo bélico ha sido inestimable. En la plaza Maidan de Kiev, entre las miles de banderas ucranianas amarillas y azules dedicadas a los soldados caídos, se encuentran la Union Jack y las barras y estrellas. Pero su número se ha quedado corto. Como señala el periodista Colin Freeman, muchos más combatientes extranjeros, 35.000, se unieron al Estado Islámico, a pesar de saber que se enfrentarían al ostracismo e incluso a la persecución si regresaban más tarde a su país. La causa ucraniana, por el contrario, goza de un considerable apoyo mundial.

Según Freeman, muchos ucranianos creen que la Legión Internacional podría contar ya con 100.000 soldados si hubiera estado mejor dirigida, quizá con ayuda de los aliados de Ucrania. Ahora que Ucrania se está quedando sin soldados, es el momento de averiguarlo.

El primer paso es la compensación. En la actualidad, los soldados extranjeros cobran el mismo sueldo que los ucranianos, desde unos 500 dólares al mes hasta 3.000 dólares por prestar servicio en primera línea. Aunque esto puede ser suficiente para atraer voluntarios de algunos países –muchos combatientes colombianos (el mayor grupo de voluntarios extranjeros en Ucrania)  dicen tener motivos materiales– es mucho menos de lo que ganaría, por ejemplo, un veterano de combate estadounidense o británico como guardia de seguridad en su país.

Por lo tanto, la “coalición de voluntarios” debe dedicar fondos a aumentar la remuneración de los voluntarios extranjeros, del mismo modo que está comprando material a Estados Unidos para enviarlo al ejército ucraniano. El abanico de posibles reclutas es muy amplio: desde jugadores (gamers) expertos, a los que se podría entrenar para manejar vehículos no tripulados, hasta antiguos militares estadounidenses o británicos. Si la oferta es lo suficientemente atractiva, tal vez incluso pilotos de F-16 altamente cualificados u otros especialistas de este tipo estarían dispuestos a aportar su experiencia en Ucrania.

Ofrecer una remuneración más atractiva a los “legionarios” que lucharían bajo la bandera de Ucrania –no es lo mismo que contratar a empresas militares privadas, como ha sugerido supuestamente el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. (Trump había hablado de enviar a dichos contratistas como parte de un “plan de paz a largo plazo”, no para ayudar al esfuerzo bélico de Ucrania). Si se desplegaran contratistas militares privados estadounidenses para luchar en Ucrania, Rusia podría declararlo un acto de agresión, equivalente al envío de tropas de la OTAN.

Sin duda, dadas las flagrantes, prolongadas e implacables violaciones del derecho internacional por parte de Rusia, sus protestas no merecen mucha consideración. No obstante, si la “coalición de voluntarios” realmente quiere ayudar a Ucrania con la escasez de mano de obra, su mejor apuesta es aumentar las filas de la Legión Internacional. Los legionarios podrían ser entrenados fuera de Ucrania, aprender los conocimientos lingüísticos básicos de los refugiados ucranianos y ser desplegados en unidades lingüísticamente uniformes.

Incluso una Legión Internacional ucraniana ampliada podría no cambiar las reglas del juego sobre el terreno. Pero elevaría la moral de las fuerzas ucranianas y demostraría a Putin que ni el mundo ni el tiempo están de su parte.

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