La primera Estrategia para China de Alemania, publicada el 13 de julio de 2023, codificó la ya familiar tríada de socio, competidor y rival sistémico. También situó la reducción de riesgos (derisking), en lugar de la desconexión (decoupling), en el centro del vocabulario de seguridad económica de Berlín. Para Pekín, la estrategia importaba menos por su novedad que por lo que señalaba: la mayor economía de Europa se había alineado con un cambio general en la UE hacia la resiliencia y el control.
Desde entonces, China ha seguido una doble estrategia: cortejar a Berlín con una imagen favorable a los negocios y un acceso de alto nivel –reuniones entre primeros ministros y ministros, mesas redondas de directores generales–, al tiempo que adopta una línea más dura a nivel de la UE cuando se aplican medidas de defensa comercial o controles tecnológicos. Este patrón se acentuó entre 2024 y 2025: tranquilidad hacia Berlín, contramedidas hacia Bruselas. No es un zigzagueo, sino una estrategia deliberada para separar a Alemania de una línea más firme de la UE, especialmente ahora que Pekín se prepara para responder cuando los instrumentos europeos amenacen sus intereses fundamentales.
Esta estrategia aprovecha el diseño institucional de la UE: Bruselas tiene competencia exclusiva sobre la política comercial común y las medidas correctivas, mientras Berlín ofrece prestigio y acceso al mercado. El éxito de este enfoque determinará si la reducción del riesgo europeo se consolida como resiliencia basada en normas o deriva en una confrontación de represalias.
Contrarrestar a Bruselas, tranquilizar a Berlín
La primera medida de Pekín fue redefinir el debate: los medios del partido-Estado intentaron deslegitimar la reducción del riesgo como “desacoplamiento con otro nombre”. Un comentario del Diario del Pueblo sostenía que “un cambio en las palabras no implica una diferencia en las acciones” y que, en esencia, la reducción del riesgo no es más que una desconexión, una agenda estadounidense reformulada para los europeos.
Exteriormente, la refutación vino acompañada de gestos conciliadores. El primer ministro Li Qiang y otros altos funcionarios insistieron en que la cooperación con China reduce el riesgo. En su visita a Berlín en junio de 2023, Li dijo a los industriales alemanes que “la falta de cooperación es el mayor riesgo, y la falta de desarrollo, la mayor inseguridad”.
Pekín también respondió directamente a la estrategia alemana: la embajada china advirtió contra una reducción forzosa del riesgo basada en “prejuicios ideológicos”, halagando el pragmatismo alemán mientras la UE afilaba sus herramientas. La misma bifurcación –desafío conceptual, conciliación con las empresas– enmarcó la visita del canciller Olaf Scholz en abril de 2024 con una comitiva de altos ejecutivos, cuando las declaraciones chinas insistieron en la continuidad y la cooperación “beneficiosa para todos”.
El conjunto de herramientas en acción
Pekín combinó cortesías de bajo coste para Berlín con señales de acceso muy visibles. En particular, prorrogó hasta el 31 de diciembre de 2025 la entrada sin visado unilateral para los titulares de pasaportes alemanes –junto con otros Estados miembros–, un gesto fiscalmente mínimo pero de gran valor simbólico destinado a reactivar los viajes y mantener el compromiso empresarial con China.
La diplomacia climática ofreció un segundo terreno seguro: las cumbres UE-China de diciembre de 2023 y julio de 2025 produjeron lenguaje conjunto sobre cooperación climática, incluso cuando las fricciones económicas se intensificaban. El contenido era limitado, pero la puesta en escena reforzó las reivindicaciones de asociación y mantuvo abierta la vía del diálogo.
En el ámbito comercial, la investigación antisubvenciones de la Comisión Europea sobre los vehículos eléctricos de batería (BEV) chinos, anunciada el 13 de septiembre de 2023, pasó de derechos provisionales en julio de 2024 a medidas compensatorias definitivas en vigor desde el 30 de octubre de ese año. Los aranceles se fijaron en un 17 % para BYD, 18,8 % para Geely, 35,3 % para SAIC y 7,8 % para Tesla tras revisión individual. Pekín denunció el caso como “ un ejercicio de proteccionismo que socava la transición ecológica” y respondió en el ámbito europeo: el 5 de enero de 2024 abrió una investigación antidumping sobre el brandy de la UE y, en julio de 2025, impuso derechos durante cinco años con compromisos de precios, una respuesta dirigida a París más que a Berlín.
Paralelamente, reforzó su control sobre insumos críticos: las licencias de exportación para productos de galio y germanio entraron en vigor en agosto de 2023, seguidas de los permisos para grados clave de grafito –vitales para los ánodos de los vehículos eléctricos– desde diciembre del mismo año. En telecomunicaciones, la decisión alemana de excluir a proveedores de “alto riesgo” provocó acusaciones de “discriminación”, pero Pekín evitó sancionar a fabricantes alemanes, impugnando las normas europeas y preservando el contrapeso económico bilateral.
Pruebas de resistencia
Tres episodios entre 2024 y 2025 pusieron a prueba este equilibrio. El caso antisubvenciones de la Comisión sobre los BEV fue la prueba institucional decisiva: pese a la presión del sector automovilístico y al voto negativo de Berlín, la Comisión logró una mayoría cualificada y las medidas compensatorias entraron en vigor. Para Pekín, la lección fue clara: Alemania puede disentir, pero no protegerla de una coalición europea.
En materia de telecomunicaciones, la decisión alemana de julio de 2024 de eliminar gradualmente Huawei y ZTE –del núcleo de red para 2026 y del 5G completo para 2029– alineó finalmente la práctica con las directrices de la UE tras años de vacilación. La retórica china se endureció, pero la respuesta fue calibrada, evitando romper el equilibrio económico bilateral.
Mientras tanto, los casos de espionaje –las detenciones en abril de 2024, incluido el asistente de un eurodiputado de extrema derecha, y el juicio en agosto de 2025 de un antiguo asistente parlamentario– ensombrecieron la confianza en China. No causaron crisis política, pero reforzaron el apoyo a un mayor control y dificultaron mantener la narrativa de China como “socio” sin complicaciones.
En conjunto, estos episodios evidencian la mecánica de la doble vía de Pekín. La división del trabajo europeo hace el resto: Bruselas ejerce la política comercial común, proponiendo e imponiendo medidas correctivas –y ahora aplicando el Reglamento sobre Subvenciones Extranjeras (FSR) y el Instrumento Anticoerción (ACI)–, mientras Berlín conserva el peso económico y simbólico. El “no” alemán puede registrarse, pero no prevalecer. Por eso las represalias se dirigen al nivel de la UE, aunque el canal bilateral con Berlín siga abierto para el acceso y la defensa de intereses específicos.
La visita de Scholz en 2024 se aprovechó para reforzar el mensaje de “no desacoplamiento”, incluso cuando Bruselas avanzaba en la aplicación del FSR y el ACI. La brecha solo funciona si las señales políticas de Berlín pueden mantenerse separadas de la aplicación europea; cuanto más institucionalizada se vuelve esta última, más se reduce el margen de maniobra bilateral.
Perspectivas y estrategia: estabilización o represalias
Entre 2023 y 2025, Pekín mantuvo las puertas económicas entreabiertas para Alemania –acceso de alto nivel, reuniones empresariales, viajes sin visado– mientras rechazaba a la UE. Esa brecha funcionó cuando las herramientas europeas eran incipientes y las empresas alemanas dominaban; hoy lo hace menos, conforme los instrumentos europeos se consolidan y Berlín endurece su consenso en seguridad. A menos que ocurra una crisis mayor o una reasignación de competencias, el patrón de “tranquilizar a Berlín, contrarrestar a Bruselas” perdurará.
Se vislumbran dos trayectorias. La primera, de distanciamiento controlado: las herramientas de defensa comercial y seguridad económica de la UE maduran, y Pekín responde con contramedidas calibradas y específicas por sector, manteniendo al mismo tiempo la cortesía hacia Berlín. La estabilización parcial es posible si las conversaciones técnicas sobre vehículos eléctricos –compromisos de precios o precios mínimos– moderan la escalada y si Pekín ofrece concesiones de acceso al mercado defendibles ante la UE. La cooperación climática sigue siendo el terreno más sólido. En cambio, una crisis de seguridad o un caso grave de espionaje podrían colapsar la lógica de la doble vía y derivar en represalias más duras contra los campeones alemanes, con alto coste para ambas partes.
Para mantener la estabilidad y evitar la crisis, Berlín y Bruselas deberían aplicar una estrategia de “unidad con matices”:
- Mantener la unidad y la claridad comunicativa, combinando cualquier compromiso bilateral con coordinación previa en la UE y un discurso coherente que defienda la reducción del riesgo como resiliencia basada en normas, no como “desinicización”.
- Priorizar defensas específicas y coherentes con la OMC, acelerando la diversificación mediante medidas compensatorias y el FSR, y desarrollando fuentes aliadas de grafito, galio y germanio para reducir la dependencia de China.
- Aislar las decisiones de seguridad y preparar medidas anticoercitivas, cumpliendo los plazos de 5G (2026/2029) y preparando mecanismos europeos de apoyo ante posibles represalias.
Si Europa mantiene esa unidad con matices y Pekín modera sus respuestas, es posible una coexistencia controlada. De lo contrario, se perfila un distanciamiento más transaccional, con el clima como último terreno común y el comercio cada vez más condicionado por la presión estratégica.
Artículo traducido del inglés, publicado originalmente en CHOICE y MERICS, el 9 y 10 de septiembre.

Desorden global y Cooperación Internacional al Desarrollo
El dilema de los activos rusos
Rusia explora los límites de la OTAN
Berlín, Londres y París reactivan las sanciones
La nueva mano de obra que sostiene el poder de Pekín
Irán decide las claves para su futuro


