Movimiento o trincheras: las izquierdas en EEUU y España

Jorge Tamames
 |  6 de noviembre de 2019

Algo se mueve en la izquierda estadounidense. Las primarias demócratas –que arrancan formalmente en Iowa en febrero de 2020– están dominadas por las propuestas e iniciativas del ala izquierda del partido. No solo por las del socialista Bernie Sanders; también por las de su compañera en el Senado, Elizabeth Warren. En las encuestas Sanders y Warren oscilan entre el tercer y segundo puesto, respectivamente, mientras se erosiona la ventaja del candidato centrista Joe Biden. Más allá del ciclo electoral, una nueva generación de legisladoras progresistas, con Alexandria Ocasio-Cortez a la cabeza, se han convertido en iconos dentro y fuera del país.

Hace cuatro años, pocos izquierdistas esperaban propuestas sugerentes del Partido Demócrata. Desde los tiempos de Bill Clinton, el centroizquierda en Estados Unidos estaba anclado en el liberalismo de la tercera vía. La pujanza de una nueva izquierda parecía darse al otro lado del Atlántico, donde partidos como Podemos asaltaban el bipartidismo español. Hoy ocurre al revés: ante unas nuevas elecciones la izquierda en España parece desgastada, en tanto que la estadounidense se rearma a nivel ideológico y organizativo. Un cambio que guarda relación con las peculiaridades de cada país, pero también con los esfuerzos que el movimiento de Sanders realiza desde hace cuatro años.

Fueron las primarias de 2016 las que iniciaron el ciclo actual en EEUU. Al oponerse a la nominación de Hillary Clinton con un programa ambicioso y lograr más apoyo del esperado, Sanders demostró que existía un espacio considerable a la izquierda del establishment demócrata. La victoria de Donald Trump afianzó la idea de que la tibieza de Clinton no sirvió para detener a un Partido Republicano radicalizado. Luke Savage, articulista en la revista socialista Jacobin, señala que 2016 quebró varias ortodoxias en EEUU: “Trump demostró que se pueden romper las normas y etiqueta tradicionales, cambiando el racismo velado de los republicanos por un racismo explícito que resultó funcionar con su base. Sanders también representó una ruptura, pero en términos de propuestas”. Demostró que existe una base inmensa de votantes (incluso republicanos) que desean propuestas descartadas por el propio centroizquierda como utopías irrealizables.  Por ejemplo, la sanidad pública y universal. A fuerza de incidir en esta idea –el llamado Medicare for All, M4A– durante cuatro años, Sanders ha logrado colocarla en el centro de la agenda política demócrata. El M4A se ha convertido en una suerte de idea hegemónica que los demás candidatos se ven obligados a apoyar, aunque sus propuestas sean más modestas.

¿Es esto consecuencia del “cuanto mejor, peor”? La ausencia de un Estado del bienestar como los de Europa occidental o Canadá parece una baza electoral: otorga a la izquierda estadounidense un aura de normalidad cuando reivindica lo que en sociedades similares forma parte del sentido común. Pero Savage, canadiense, destaca que el plan de Sanders –que incluye cobertura dental y atención psicológica– va más allá de los de la gran mayoría de Estados del bienestar tradicionales. Savage incide en que el M4A, junto al Green New Deal (GND: un plan de inversión pública en transición energética y la lucha contra el cambio climático, que movilizará 16 billones de dólares), es la punta de lanza del programa electoral y económico de Sanders, aunque también destaca la importancia de su propuesta para integrar a trabajadores en los consejos de empresas estadounidenses.

A estas últimas dos medidas ha contribuido Matt Bruenig, fundador del think tank People’s Policy Project (3P). Bruenig coincide en que el M4A es la medida estrella de Sanders de cara a 2020. Sobre Warren, que acaba de lanzar su propio plan de M4A, opina que “ha adoptado todas las políticas de izquierdas disponibles de cara a estas elecciones, pero la pregunta es cómo de genuino es este compromiso”. La senadora  ha contado con la colaboración de los reconocidos economistas Emmanuel Saez y Gabriel Zucman –colaboradores de Piketty y expertos en desigualdad económica y evasión fiscal– para diseñar sus planes de impuestos a las rentas más elevadas. (Sanders, cuya propuesta es más agresiva, también ha colaborado con ellos en el pasado.)

A diferencia de Warren, Sanders insiste en que su agenda es irrealizable a menos que logre avivar un movimiento que trascienda a su persona, apoyando a más candidatos, iniciativas e instituciones, con especial incidencia en sindicatos y luchas laborales. Ante una huelga reciente de estudiantes en Illinois, por ejemplo, su campaña empleó la base de suscriptores de email para dirigir voluntarios a un piquete en vez de un acto electoral. Si en Podemos la diferencia entre política “en las calles y en las instituciones” se planteó como un binario, Sanders parece haber dado con una forma inteligente de combinar ambas. Según Bruenig, “el movimiento es más importante, lo que para mí tiene sentido. La política de izquierdas se basa en la movilización de masas. Necesitas a gente capaz de producir políticas públicas y las tareas técnicas son difíciles en la medida en que requieren algo de conocimiento especializado, pero no es algo que exija un montón de recursos para llevarse a cabo”.

La campaña de Sanders está logrando atraer el apoyo tanto de los electorados clásicos de los partidos socialdemócratas –la clase trabajadora o, en la actualidad, trabajadores precarios– como los grupos demográficos en los que los partidos de centro-izquierda contemporáneos se apoyan para competir electoralmente: mujeres, jóvenes y, en el caso de EEUU, minorías raciales. Un bloque social que, de configurarse, permitiría al Partido Demócrata revertir la herencia de la tercera vía y dejar de ser lo que el economista Thomas Piketty denomina “la izquierda bráhmana”: apoyada por élites culturales y profesionales socio-culturales, pero sin una implantación firme entre los trabajadores y precarios que debieran ser su puntal. El perfil de votantes, donantes y voluntarios de Sanders sugiere que la apuesta del senador socialista funciona. La cuestión es si será suficiente para ganar las primarias.

 

 

En la campaña electoral española, la ausencia de iniciativas comparables empieza con el PSOE. Con sus reticencias a subir el IRPF a las rentas más altas, derogar las reformas laborales de sus predecesores o regular los precios del alquiler, así como la reciente propuesta de incorporar la llamada mochila austriaca al sistema de pensiones, el actual gobierno parece más interesado en emular la hoja de ruta de Emmanuel Macron que la de un Sanders o Jeremy Corbyn. La decisión podría responder a elementos coyunturales –la dificultad de realizar una campaña en clave propositiva ante la crisis catalana, que tiende a reforzar a la derecha– o estructurales (España, a diferencia de EEUU, no dispone de su propia moneda y debe cumplir la disciplina presupuestaria que establece Bruselas). Pese a ello, todo parece indicar que no existe la voluntad política para apostar por una agenda socialdemócrata.

Para el economista Nacho Álvarez, secretario de Economía en Podemos, la diferencia entre la respuesta popular a los programas económicos en España y EEUU tiene que ver con la proyección pública. “El impuesto a las grandes fortunas que ha propuesto Podemos es más ambicioso que la propuesta de Warren, pero lo relevante es que Zucman, o un premio Nobel como Paul Krugman, entren en el debate apoyándote. Articular discursos y alianzas sociales, intelectuales y políticas permite que las propuestas tengan capacidad de penetrar”. De cara a las elecciones, la medida clave de Unidas Podemos también es “un New Deal ‘verde y morado’, orientado a tres objetivos: evitar que la desaceleración se convierta en recesión, afrontar retos estructurales de nuestra economía y refundar el contrato social”, explica Álvarez. El partido también apuesta por medidas que movilicen al electorado más joven: “Intentamos articular un proyecto capaz de responder a los grandes retos de la juventud española: terminar con la precariedad laboral, regular los alquileres para facilitar el acceso de los jóvenes a la vivienda, e impulsar una nueva agenda en materia de conciliación de la vida laboral y familiar”.

La coyuntura actual, apunta Álvarez, no es favorable a las propuestas que llegan desde la izquierda. “Recuerdo cuando, en las elecciones de 2015 y 2016, Podemos planteó su propuesta de transición energética, o la Renta Garantizada. Entonces fuimos capaces de introducir estos temas en la agenda política, donde habían estado ausentes. Sin embargo, en nuestro país la situación en Cataluña ha ido desplazando progresivamente los debates, dificultando que los temas sociales y medioambientales tengan el peso que debieran. En EEUU no hay “problema nacional”, como aquí, pero este papel lo han jugado históricamente los conflictos bélicos, que clausuran el debate social. Si Trump iniciase mañana una operación militar contra algún país del Golfo Pérsico, el interés del público cambiaría”.

Más País  también hace una apuesta clara por las políticas verdes, inspirada en el GND estadounidense. Su acuerdo verde es “el corazón del programa y eje central del proyecto para el país”, sostiene el activista climático Héctor Tejero, principal arquitecto de las propuestas del partido en materia de transformación energética. El partido también ha apostado por reducir las jornadas laborales, un impuesto a los ultrarricos o la creación de una farmacia pública –una idea en línea con las que la economista Mariana Mazzucato asocia al llamado “Estado emprendedor”, que UP también toma como referencia.

El problema es que la nueva formación no termina de despegar, en una campaña dominada por la polarización y la crisis catalana. Tejero destaca que en EEUU, el GND cuenta con dos ventajas: apela a un momento histórico inspirador –el New Deal de Franklin D. Roosevelt– y cuenta con una embajadora carismática: la congresista Ocasio-Cortez. Además, la comparación entre ambos países puede ser tramposa, en la medida en que atraviesen momentos distintos: “en EEUU, después de la derrota de Trump, hay una respuesta de la izquierda, mientras que en España estamos en un cierre reaccionario del ciclo que empieza en 2011-2014”.

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