Shinzo Abe, Donald Tusk, y Jean-Claude Juncker durante un encuentro bilateral en la sede del Consejo Europeo, el 25 de abril de 2019/THIERRY MONASSE/GETTY

La UE y Japón ante la Nueva Ruta de la Seda

Javier Borràs Arumí
 |  5 de noviembre de 2019

Hace unas semanas ocurrió un hecho del que las cabeceras internacionales informaron de manera secundaria, a pesar de que puede generar importantes cambios a medio plazo en toda Eurasia. Se trata del Plan de Conectividad que acordaron la Unión Europea y Japón, en el que se comprometen a colaborar en la financiación de infraestructuras y la promoción de estándares en Asia. El pacto es una respuesta a la Nueva Ruta de la Seda (BRI por sus siglas en inglés), el proyecto de Pekín para moldear la globalización en base a los intereses chinos. Bruselas y Tokio, de esta manera, son los primeros que ofrecen una respuesta colectiva y potente a Pekín. Eurasia está en plena construcción, y movimientos como este van a determinar cómo será el mega-continente que marcará la política y la economía del siglo XXI.

El Plan tiene dos objetivos claros: impulsar un programa euroasiático común para Bruselas y Tokio, y ofrecer una alternativa fiable a la BRI. Es más una reacción al proyecto chino que un plan espontáneo, ya que viene forzado por el contexto geopolítico –especialmente en el caso de Japón, vecino de China–. En las zonas donde promete invertir –Balcanes, Europa Oriental, Asia Central, el Indo-Pacífico y África–, la presencia de Pekín ha generado suspicacias en Occidente. Si leemos el acuerdo al que se ha llegado, es fácil ver que la imagen que se pretende ofrecer es la de una versión mejorada de la BRI, libre de los defectos que se han asociado al proyecto chino. El proyecto euro-japonés destaca, especialmente, que tendrá en cuenta la “sostenibilidad”, la “calidad”, la “transparencia” y los “altos estándares” laborales. Detrás de cada una de estas palabras hay una crítica a la BRI.

¿A qué críticas a China están respondiendo la UE y Japón? La más habitual es la de la sostenibilidad de las deudas que genera China en los países en los que invierte. Los altos endeudamientos de países como Sri Lanka o Montenegro dieron pie a una teoría casi conspirativa, aireada por la administración y medios estadounidenses, según la cual China estaba empleando “deudas trampa” para hundir la economía de pequeños países y quedarse con sus activos estratégicos. Aunque esta teoría está poco fundamentada –la misma China ha sufrido por estos endeudamientos, y cada vez invierte con más cuidado en el exterior–, el concepto de “deuda trampa” ha servido a sus rivales –Estados Unidos, India– para criticar el proyecto chino, aunque sin ofrecer ninguna alternativa.

El caso de Japón y la UE sería distinto, ya que dan un paso adelante e intentan construir una variante al plan chino. Si el problema del endeudamiento es algo en lo que China está mejorando, parámetros como la transparencia siguen ausentes en sus planes. Los estándares económicos, sociales y medioambientales también son mejorables, aunque quizás haya países que no estén dispuestos a elevarlos si eso reduce la inversión extranjera o su estabilidad política.
El plan euro-japonés también incluye un apartado importante al que los medios han prestado poca atención: el de economía y conectividad digital. Especifica que para fomentar este intercambio digital se necesita un “Internet abierto”, lo que choca con el modelo de “soberanía digital” que países como China o Rusia buscan promover, en el que Internet se rige por normas nacionales.

 

China en Eurasia

No es la primera vez que Bruselas habla de contrarrestar el avance chino en Eurasia. Que la UE haya respondido con algo más que palabras y promesas sí es novedoso. En primer lugar, porque es la primera vez que la UE se compromete a apoyar este esfuerzo con una cifra concreta. El pacto euro-japonés va a contar con un apoyo de 60.000 millones de euros, además del que se pueda obtener del sector privado. Antes no había dinero sobre la mesa y ahora sí: es mucho más probable que el proyecto continúe adelante.
 
El otro factor que refuerza el compromiso de la UE es la presencia de Japón. Si Bruselas no cumple el proyecto que ha pactado, generaría enfados y recelos en Tokio. Japón no se toma a broma el generar una alternativa –aunque sea más modesta– a la BRI: desde hace años, promueve la inversión y teje lazos con países del sureste asiático, India y Estados africanos. El pacto con la UE da un fuerte impulso a un plan que ya tenía entre manos.

Tampoco es la primera vez que Japón y la UE colaboran. En estos últimos años, dos hechos han generado un clima de más cercanía entre ambas potencias. El primero fue la firma y la puesta en marcha de un Tratado de Libre Comercio entre la Unión Europea y Japón. El acuerdo beneficiaba a los sectores exportadores de ambas partes, pero sobre todo establecía un clima de cercanía y cooperación.
El segundo hecho que ha acercado a Bruselas y a Tokio es la retirada de Donald Trump del acuerdo de libre comercio transpacífico, TPP por sus siglas en inglés. El TPP buscaba reforzar las conexiones y apoyos entre los países vecinos –y recelosos– de China con EEUU. Al romperse este pacto, Japón ha salido en busca de otros apoyos, como el de la UE, que además defiende valores parecidos en el ámbito de una economía internacional abierta.

¿Pueden coexistir el acuerdo euro-japonés y la BRI? Es una de las grandes incógnitas que se plantearán cuando se desarrollen los acontecimientos. A pesar de las ambiciones de Bruselas y Tokio, todavía hace falta que su plan arranque y se desarrolle a gran escala. Pese a sus problemas, la BRI tiene la ventaja de ya estar en pleno desempeño.

Es poco probable que uno de los dos planes desaparezca por culpa del otro. Ambos intentarán influenciar en la medida de lo que puedan.

La clave aquí no es tanto el resultado, sino el cambio desde un panorama internacional en el que la BRI apenas tenía alternativas, a otro en el que hay potencias que compiten con ella. Si hace pocos años parecía que el proyecto chino tenía el monopolio de la construcción euroasiática, ahora entrarán más jugadores en escena. El acuerdo euro-japonés, que ha pasado sin pena ni gloria, puede convertirse en el desencadenante de un futuro alternativo para Eurasia.

 

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