El ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Mohammad Javad Zarif (D), junto a Emmanuel Bonne, asesor diplomático de Emmanuel Macron, el 10 de julio de 2019 en Teherán/ATTA KENARE/GETTY

Agenda Exterior: Irán y la UE

Agenda Pública y Política Exterior
 |  18 de julio de 2019

¿Puede la UE salvar el acuerdo nuclear con Irán?

La decisión reciente del gobierno de Irán de superar sus límites de almacenamiento de uranio y elevar su grado de enriquecimiento amenaza con liquidar el acuerdo nuclear negociado con el P5+1 (Estados Unidos, China, Rusia, Francia, Alemania y Reino Unido) en 2015. EEUU, fuera del acuerdo desde 2018 y tratando de socavarlo, ha adoptado una posición cada vez más beligerante frente a Irán. La Unión Europea ha diseñado un vehículo de inversión para esquivar las nuevas sanciones estadounidenses, pero Teherán considera su posición poco fiable. Preguntamos a diferentes expertos sobre la capacidad de Bruselas y los Estados miembros para reconducir un problema internacional de primer orden.

 

Mariano Aguirre | Analista de cuestiones internacionales.

El acuerdo sobre el programa nuclear iraní alcanzado en 2015 fue la última vez que la Europa liberal estuvo de acuerdo con EEUU. El presidente Barack Obama cooperó con Francia, Reino Unido, Alemania, Rusia, China y Naciones Unidas para que Teherán no contase con armas nucleares.

El gobierno de Donald Trump acabó con el atlantismo consensuado. Retirarse del acuerdo sobre Irán es parte de su ofensiva contra los aliados, que incluye la denuncia del Tratado de París sobre cambio climático y tratar amistosamente a políticos de la ultraderecha europea.

La UE lleva 30 años discutiendo sobre su política exterior y de seguridad, pero siempre dentro del marco de referencia del liderazgo de Washington. Ahora Trump le indica que acepte con sumisión total o, indirectamente, que se haga cargo de su futuro sin contar con la protección estadounidense.

En este contexto, la crisis de Irán es un punto crítico. Los europeos firmantes del Acuerdo intentan que tanto EEUU como Irán moderen sus posiciones, algo que difícilmente va a ocurrir. Atacar el acuerdo es una fuerte carta electoral de Trump. Regionalmente, la Casa Blanca cuenta con el apoyo de Israel y Arabia Saudí, con quienes Europa no quiere enemistarse.

Tanto radicales como moderados iraníes consideran que las medidas europeas para continuar con cierto nivel de comercio evitando las sanciones estadounidenses no son suficientes. Teherán responde aumentando los límites de enriquecimiento de uranio que le marca el Acuerdo.

La UE acaba de indicar que, por el momento, este aumento no supone violar el acuerdo. El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ha respondido diciendo que Europa se dará cuenta de su error cuando reciba ataques de misiles iraníes.

Europa ha seguido adelante con el Acuerdo de París sobre cambio climático sin un costo excesivo, pese al abandono de este por parte de Washington, porque no implica sanciones ni problemas geopolíticos. Pero enfrentarse a EEUU por Irán es un gran desafío. Es tener unidad (de la que carece) para construir una política independiente en la complejidad de Oriente Medio.

 

Itxaso Domínguez de Olazábal | Coordinadora de Oriente Próximo y norte de África para la Fundación Alternativas. @Itxasdo

El llamado “acuerdo nuclear” representó uno de los hitos diplomáticos de estos últimos años, y no es de extrañar que los representantes europeos en el G5+1 – Francia, Reino Unido y Alemania- se hayan fijado como prioridad mantenerlo a toda costa, al menos en el plano discursivo. Teherán lleva meses lamentando la timidez con la que Europa ha emprendido en el plano práctico la defensa del acuerdo, así como la relativa ineficacia del vehículo adhoc diseñado con tal fin, el Instex, y la inacción ante la estampida de multinacionales que han abandonado el país. Estos últimos meses han generado así un clima de desconfianza entre los líderes de la Republica Islámica, que a todas luces han respetado los acuerdos suscritos. Aún así desde las capitales europeas se les exigen esfuerzos suplementarios en ámbitos como el de su programa de misiles balísticos, en lo que viene a confirmar una narrativa binaria esencialista diseñada por Washington en la que Irán no es tanto un socio potencial como el único “Estado canalla” de la región al que domesticar.

¿Qué nuevo acuerdo, pues, tendría que renegociar Irán? ¿Aquel articulado por la administración Trump, que no sólo se retiró del acuerdo previo, sino que ha amenazado con sanciones a toda la comunidad internacional (incluidos China e India), y en la que tienen voz “halcones” que abogan por asfixiar a la población iraní, e incluso abrillantan tambores de guerra? “Salvar” el acuerdo nuclear no significa legitimar las -cuestionables- acciones de Irán en Oriente Próximo, pero se presenta hoy como tal. Bruselas, embrujada por sus propios fantasmas, se ha mostrado incapaz de plantar cara a EEUU, y no parece que Irán sea el dossier en el que la UE ose plantearse un órdago: mucho que perder, poco que ganar, y millones de iraníes que mantener en el olvido.

 

Catalina Gómez Ángel | Periodista especializada en Irán, donde reside. Es corresponsal para el periódico La Vanguardia, France 24 español y Rfi. @catapluma

Sí, pero hay grandes posibilidades de que no lo consiga. Y esto tiene varias razones que van más allá del éxito que pueda tener Instex, el vehículo comercial puesto en marcha por los tres países europeos firmantes del acuerdo nuclear para hacer transacciones comerciales con Irán sin necesidad de que existan transferencias bancarias y así poder eludir las sanciones económicas impuestas por EEUU.

Supongamos que este mecanismo comercial logra operar normalmente y que Irán accede sistemáticamente a productos no sancionados como medicinas o alimentos, al tiempo que empresas iraníes logran exportar sus productos a Europa. Supongamos que todos los muros burocráticos se levantan y que el instrumento iraní paralelo al Instex, el STFI, funciona plenamente. Entonces nos encontramos ante la pregunta: ¿Es esto suficiente para los iraníes? No. Al menos no por el momento. Una de las razones es que desde Teherán se ha repetido que para poder beneficiarse del Plan Comprensivo de Acción Conjunto firmado en 2015 y poder compensar las pérdidas económicas ocasionadas por las sanciones económicas impuestas por los estadounidenses al retirarse del mismo en 2018, tiene que poder vender su petróleo. El Instex solo tendría verdadero valor para Irán si también incluye ventas de crudo.

Para lograr este objetivo, los iraníes buscan que los países europeos, pero especialmente empresas de estos países, hagan caso omiso de las restricciones impuestas por Washington. El gobierno de Teherán asegura que esto se puede lograr si los países del E3 toman medidas conjuntas que terminen por bloquear cualquier intento estadounidense de castigar a estas empresas por no cumplir las sanciones. Pero este escenario parece totalmente irreal en un mundo donde los gobiernos no tienen injerencias en las empresas privadas. Por el momento Teherán dirige su estrategia a atacar el orgullo de los europeos e intenta dejar en evidencia su debilidad y vulnerabilidad frente a la influencia de EEUU. Europa, pero también Irán, son conscientes de que una escalada en la región tendría grandes consecuencias que ningún país está en capacidad de asumir actualmente.

Bajo este escenario, ¿podría Europa convencer a EEUU que la campaña de “máxima presión” contra Irán no los llevará a negociar un nuevo pacto y que la mejor alternativa es buscar opciones de diálogo en el marco del acuerdo existente? ¿Lograrán plantear soluciones que sean beneficiosas para los iraníes? El gobierno iraní tiene que tener un argumento valioso para contrarrestar la oposición al ala dura del régimen que les critica por haber firmado el acuerdo y que creen que no se debe hablar con Occidente. Teherán insiste que para que para volver a la mesa se tienen que levantar las sanciones. Es claro que hasta el momento todos los movimientos de Irán han sido calibrados para mantener a flote el acuerdo. Insiste, eso sí, en que si no cambia la dinámica actual seguirá disminuyendo sus compromisos hasta llegar al mismo nivel que cuatro años atrás. ¿Hasta dónde están los europeos dispuestos a ceder? Pero mientras se intenta salvar el acuerdo el peligro de que un error de cálculo cambié la realidad sobre el terreno está a la vuelta de la esquina. La detención en el estrecho de Gibraltar del petrolero Grace 1 que transportaba crudo iraní es un ejemplo de ello.

 

Enrique Mora | Director general de Política Exterior y de Seguridad en el ministerio de Asuntos Exteriores, Unión Europea y Cooperación de España. @Enriquemora_

En 2007, el régimen iraní comprendió que la comunidad internacional no podía permitir ambigüedades sobre el programa nuclear y que las sanciones impuestas al hilo de esta ambigüedad podrían mantenerse de forma indefinida. Una situación incompatible con el crecimiento económico necesario para la legitimización del régimen. Se embarcó por ello en una negociación compleja en la que tenía que compaginar dos objetivos. Por una parte, el levantamiento de las sanciones; por otra, el mantenimiento de una cierta dignidad, traducida en la aquiescencia de la comunidad internacional a un programa nuclear que incluyera el control del ciclo completo del combustible, algo que la inmensa mayoría de los países que utilizan esta energía ni tiene ni considera útil tener.

Ahí, en las motivaciones originales, están las claves para salvar el acuerdo.

Uno: Teherán tiene que recibir algún tipo de contrapartida económica. Aunque la UE trabaja en ello, en ningún caso se alcanzarán cifras ni remotamente similares a las que habría en ausencia de sanciones extraterritoriales estadounidenses. La duda es cuánto servirá para que los moderados en Teherán puedan presentarlo como suficiente para mantener el acuerdo.

Dos: aceptar menos, bastante menos de lo originalmente prometido, pasa por que el régimen islámico quiera evitar a toda costa volver al aislamiento internacional. Esta debe ser la segunda línea de acción de la UE: preservar, si Irán no viola el acuerdo, las relaciones políticas con Teherán y evitar el aislamiento absoluto buscado por Washington.

Y tres: la UE tiene que asegurar la integridad del acuerdo en los términos en que está redactado; control internacional exhaustivo, en tiempo real, a cambio de un programa nuclear civil viable.

Cuando se acerque el final del acuerdo será el momento de hablar del futuro de ese programa.

 

Jesús A. Núñez Villaverde | Codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (Iecah). @SusoNunez

No.

Durante el proceso de negociación del Plan de Acción Integral Conjunto (PIAC), y a pesar de que tres de sus miembros (Alemania, Francia y Gran Bretaña) y la propia Federica Mogherini, Alta Representante, estaban en la mesa, la Unión Europea, como tal, nunca pasó de ser un actor de segundo nivel. En su actuación resultaba mucho más visible la preocupación por lograr que EEUU no se desmarcara del proceso, alineándose frecuentemente con sus posturas, que en atender a las peticiones iraníes. En todo caso, procuró servir como garante de lo pactado, ante el temor iraní a que su reintegración en el escenario internacional, el alivio de las sanciones y la reactivación de las relaciones comerciales y de inversión se quedarán en nada.

Desde que Washington decidió salirse del acuerdo (mayo de 2018) y comenzó a imponer sanciones (agosto de 2018), hasta lograr que ahora Teherán pase también a incumplir parte de lo pactado, la UE no ha estado a la altura de las circunstancias. No ha criticado con suficiente fuerza a EEUU por salirse de un acuerdo que Irán estaba cumpliendo a rajatabla. Y tampoco ha cumplido con su parte en lo que afecta a las inversiones y a las relaciones comerciales, en la medida en que no ha sido capaz de implementar el Instrumento de Apoyo a los Intercambios Comerciales (Instex) y de convencer a las empresas de sus Estados miembros de que podían operar sin exponerse a las represalias anunciadas por Washington.

Por todo esto, cuando el acuerdo ya está herido de muerte por la decisión estadounidense, suponer que ahora la UE va a tener la capacidad de salvarlo es soñar despierto. Ni tiene los medios ni la voluntad política para ello. De ahí que la respuesta, por desgracia, solo pueda ser un rotundo no.

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