A pesar de sus inmensas riquezas, la mayoría de los más de cien millones de habitantes de la República Democrática del Congo (RDC) malviven por debajo de la línea de pobreza. El IDH sitúa al país en el puesto 180º, y con una estructural falta de seguridad personal. Al margen de la escasa atención mediática y política, la RDC arrastra varios conflictos armados que asolan sus 2,3 millones de kilómetros cuadrados desde hace años.
El más reciente de ellos tiene como protagonista principal al renacido Movimiento 23 de Marzo (M23), que desde el pasado 27 de enero controla la ciudad de Goma, la más importante del este del país. En Goma habitan unos dos millones de personas y es un centro neurálgico de una zona minera donde se concentran importantes yacimientos de coltán, oro y estaño.
En esencia, se trata de un conflicto local con amplias injerencias externas en el que los intereses geopolíticos se entremezclan con la codicia de individuos que buscan nuevos medios de vida. La proliferación de bandas criminales e insurgentes que pugnan por el control de las explotaciones mineras, sumado a los esfuerzos de países vecinos con deudas pendientes entre ellos y con apetencias territoriales, ha erosionado la estabilidad y la integridad territorial del país.
La llamada “Guerra mundial de África” (1996-2003) se saldó con más de seis millones de muertos. En ella, tomaron parte no solo las propias fuerzas armadas nacionales; también efectivos militares de Ruanda, Uganda, Zimbabue, Angola, Namibia, Chad y Sudán. El trasfondo de dicha guerra se remonta a la crisis de refugiados de los Grandes Lagos, que penetraron en RDC como consecuencia del conflicto ruandés entre hutus y tutsis y desde entonces, con altibajos, se mantiene una injerencia vecinal liderada por Ruanda, tanto a través del M23 como de manera directa.
El…
