Una vez más la región de Cachemira ha vuelto a ser la espoleta que disparó el enfrentamiento bélico entre Nueva Delhi e Islamabad. La disputa lleva décadas activa, desembocando en tres guerras abiertas entre India y Pakistán (1965, 1971 y 1999), sin que en ningún caso se haya logrado resolver el conflicto.
Desde el nacimiento de ambos países en 1947, sus respectivas reivindicaciones nacionalistas se han endurecido. Tanto India como Pakistán aspiran a lograr el control definitivo de la región. Desde 2020 los roces violentos transfronterizos se habían recrudecido, a pesar del alto el fuego pactado en febrero de 2021.
La gravedad del atentado del pasado 22 de abril perpetrado por Lashkar-e-Taiba (LT), que provocó más de 26 víctimas mortales, reside también en sus volátiles consecuencias. Al igual que ante los golpes sufridos en Nueva Delhi (2001) y en Bombay (2006 y 2008), el gobierno indio inmediatamente calificó lo ocurrido como un atentado terrorista del que Islamabad sería responsable último, dejando clara su intención de contestar al golpe.
Narendra Modi, otorgó carta blanca a los altos jefes militares para que decidieran qué respuesta habría que dar. Por su parte, Islamabad negó cualquier implicación. El gobierno paquistaní no solo ha sido muy permisivo durante años con las actividades de LT, sino que hay numerosos indicios de conexión entre los grupos yihadistas que proliferan por Pakistán y los servicios nacionales de inteligencia.
Todavía hoy, dicho grupo (y sus derivaciones locales) cuentan con financiación y hasta con centros de adiestramiento, difíciles de entender si no hubiera interés por parte del gobierno de Shehbaz Sharif de, al menos, dejarles hacer. Igualmente, como en tantas ocasiones anteriores, tras el ataque recibido el 7 de mayo en cuatro instalaciones del Punjab y otras cinco ubicadas en la parte de Cachemira que controla, Pakistán manifestó su…

Cumbre Euromediterránea 2005-principales documentos