A través de la guerra, Netanyahu ha conseguido ralentizar la acción judicial contra él, mantenerse al frente del gabinete ministerial más extremista de toda la historia de Israel y desviar la atención pública que atrajo su controvertida reforma judicial previa al 7 de octubre.
Así, muchos analistas coinciden en que Netanyahu busca reforzar su liderazgo y la unidad nacional apostando por la continuación y agravamiento de la guerra. Hoy, además de Gaza y Cisjordania, las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) están golpeando en Líbano, Siria, Yemen e Irán. Todo ello ha conseguido retrasar su comparecencia ante el juez y evitar la convocatoria de elecciones anticipadas, lo que le permite aferrarse a un cargo que le concede una temporal inmunidad.
En Siria, además de mantener desde 1967 la ocupación ilegal de los Altos del Golán (1.200km2), las FDI han llevado a cabo alrededor de 1.000 ataques aéreos y artilleros y más de 400 incursiones terrestres en territorio sirio desde la caída del régimen de Bashar al Assad (diciembre de 2024). De ese modo, han logrado ocupar otros 180km2.
Ninguna de esas acciones puede ser considerada como legítima defensa en la medida en que, por lo que respecta al gobierno sirio que encabeza Ahmed al Sharaa, no ha habido un solo ataque de las fuerzas armadas sirias contra Israel. Eso es lo que ha llevado a Netanyahu a echar mano de otros argumentos para intentar justificar sus órdenes de ataque.
En primer lugar, el ejecutivo israelí trató de convencer a la comunidad internacional de que se trataba de crear una zona tapón para proteger a los Altos del Golán, como si estos no fueran ya un territorio ilegalmente ocupado con la misma intención: amortiguar potenciales amenazas contra su seguridad. A eso añadió un pretendido papel de protector de la minoría drusa que…

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