Cualquier progreso en la defensa franco-británica requerirá que los políticos de Francia y Reino Unido hablen claro a los ciudadanos sobre la soberanía compartida. Pasadas las elecciones en Francia, los gobiernos deben avanzar en la cooperación y el entendimiento, o elegir el olvido.
La era de la austeridad ha aportado beneficios escasos a una Europa asediada frente a la gravedad de la crisis de la deuda. Tras los recortes de gasto, los gobiernos de Francia y Reino Unido firmaron finalmente un importante acuerdo de cooperación en defensa discutido durante largo tiempo. Fue la profundidad de la crisis de la deuda de noviembre de 2010 lo que acabó por desencadenar la firma del histórico tratado anglo-francés de seguridad y defensa, que incluía una flota compartida de portaaviones, una poderosa fuerza expedicionaria conjunta de 10.000 soldados y el desarrollo común de instalaciones para realizar pruebas nucleares. También reflejaba, sin embargo, un nuevo grado de mutua confianza, impulsada por el deseo del entonces presidente francés Nicolas Sarkozy de reintegrar su país a la estructura de la OTAN, aunque esa confianza no se hizo siempre evidente entre Sarkozy y el primer ministro británico David Cameron durante los posteriores mítines de la Unión Europea.
El tratado de 2010 supone, no obstante, un momento de enorme importancia para las relaciones europeas, pero curiosamente ha sido infravalorado por los gobiernos y medios de comunicación de ambos países. En las recientes elecciones francesas la política exterior estaba escasamente presente en la agenda, y François Hollande nunca la mencionó como un objetivo político, a pesar de que las implicaciones y el sentido de prestigio internacional convergieran con los de la presidencia francesa. En la conferencia de prensa común que se realizó en Londres para dar la bienvenida al tratado, ambos líderes dieron enfoques distintos a la introducción del acuerdo….

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