Autor: Borja Lasheras
Editorial: UOC
Fecha: 2017
Páginas: 162
Lugar: Barcelona

Adiós al Estado multiétnico

POLÍTICA EXTERIOR
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Borja Lasheras está comprometido con los Balcanes; con el paisaje, con la historia y, por encima de todo, con el sufrimiento de su gente. Como oficial de derechos humanos de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), trabajó entre 2010 y 2012 en la oficina de la localidad de Foca, en el valle del mítico río Drina. La que fuera una ciudad culturalmente diversa, con la población repartida casi a partes iguales entre musulmanes y serbios, fue destruida en 1992 por el ejército serbio y “bandas de fieros hombres con barba y Kalashnikov”.

Con la escritura de Bosnia en el limbo. Testimonios desde el río Drina Lasheras no pretende regresar a la guerra de los Balcanes, sino reflexionar sobre sus consecuencias y penetrar en elementos olvidados e ignorados de esta región: el papel de las élites, la débil democratización, el desconocimiento de sus sociedades y, también, el abandono gradual por parte de Europa.

El libro abarca el periodo 2010-16. Los dos años de Lasheras en la oficina de la OSCE son un recorrido por la Bosnia rural, sobre todo por el valle del Drina, donde se produjo la mayor parte de la limpieza étnica de los bosniacos (bosnios musulmanes) entre 1992 y 1995. El centro del relato es la ciudad de Foca, sus compañeros de oficina, los habitantes, el día a día. El relato se abre con la exhumación de los restos humanos en una fosa común. Y esto es lo que hace precisamente el autor: remover la tierra en 162 páginas.

Los cuatro capítulos de Bosnia en el limbo permiten que Lasheras se reconcilie con su frustración, ante una comunidad internacional incapaz de crear un Estado mínimamente funcional y unos líderes bosnios que no han promovido ni la reconciliación ni el desarrollo. Hoy Bosnia tiene un paro estructural del 30-45%, el salario medio no supera los 400 euros, menos de un 12% de la población tiene estudios superiores, la emigración es masiva, y hay graves expresiones de odio, desunión y xenofobia entre los habitantes.

Pese a que en septiembre de 2016 se anunció la tramitación de la solicitud de admisión de Bosnia-Herzegovina en la Unión Europea, Bosnia es para el autor “un fracaso por la ausencia de Europa”. Lasheras no ha dejado de visitar la región desde que culminó su misión en la OSCE en 2012. Ha mantenido el contacto con muchas de las personas que le dieron testimonio de lo vivido durante la guerra y, también, con amigos y expertos que ha ido conociendo a lo largo de estos años.

Así, cumple su propósito de recordar a los olvidados: trabajadoras de organizaciones de derechos humanos, mujeres activistas, los habitantes de los centros colectivos que no retornaron a sus lugares de origen. Pero también recuerda los nombres de enclaves que no salen en los mapas, donde viven grupos nacionales distintos al mayoritario, y que constituyen la Bosnia más profunda.

El silencio sobre la guerra y los crímenes cometidos que impera en estas localidades rurales contrasta con lo que el autor denomina “la cacofonía del genocidio: la mediatización y manipulación de la guerra fomentada por elementos políticos y religiosos vinculados a las clases dirigentes para afianzarse en el poder”. Estos elementos son, para el autor, los principales responsables del limbo en el que se encuentra el país, pese a las movilizaciones sociales de 2014 y el activismo social acelerado desde entonces por grupos de jóvenes que quieren mirar hacia el futuro y crear una narrativa común.

“La justicia internacional no ha contribuido mucho a pasar página de la guerra ni a allanar la reconciliación”, escribe Lasheras en las últimas páginas de Bosnia en el limbo. En noviembre pasado, unos meses después de la publicación de este libro, el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia condenaba a cadena perpetua a Ratko Mladic, el “carnicero de los Balcanes”, por crímenes de guerra y contra la humanidad y por el genocidio de Srebrenica en 1995. El día del arresto de Mladic, en mayo de 2011, Lasheras estaba en la oficina de la OSCE en Foca y presenció las manifestaciones en apoyo del exgeneral que comandaba el Ejército de la República Serbia: “Miles de personas de toda la región inundaban las calles”.

La condena ha tardado 22 años en llegar. Bosnia-Herzegovina sigue, sin embargo, en un limbo como país: no solo segregada nacionalmente, sino configurada estatalmente como un laberinto legal que dificulta aún más la cohesión y el sentido común. La Bosnia multiétnica anterior a la guerra es un recuerdo lejano.