Autor: Rob Riemen
Editorial: Taurus
Fecha: 2018
Páginas: 129
Lugar: Barcelona

Antifascismo diletante

Jorge Tamames
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Para combatir esta era, de Rob Riemen, se lanza a la carga contra el fascismo en nombre de una suerte de humanismo europeo. El resultado deja que desear. Es de agradecer que el filósofo holandés, presidente del Nexus Instituut y autor de ensayos celebrados como Nobleza de espíritu, alerte sobre el auge de la extrema derecha. El problema es que las ideas que despliega para combatirla son confusas y deslavazadas.

El libro se divide en dos ensayos. En “El eterno retorno del fascismo”, publicado originalmente en 2010, Riemen clama contra quienes llaman “populistas” a políticos como el ultraderechista Geert Wilders. Basta de eufemismos. Nos encontramos frente al resurgir del fascismo en Europa, anticipado por autores como Albert Camus y Thomas Mann.

Lo natural sería recurrir a la tradición antifascista y los análisis de la extrema derecha que produjo. Riemen hace guiños breves a Palmiro Togliatti y Theodor Adorno, pero opta por un discurso moralista, condenando al “rencoroso hombre-masa” en que todos nos hemos convertido: sujetos conformistas, pasivos, ingratos. “La frustración conduce al resentimiento y el resentimiento conduce a la violencia”, pontifica. Urge “vivir en la verdad, hacer lo correcto, crear belleza: solo en estos actos es el hombre quien debiera ser”. Cuando no cita a Nietzsche u Ortega y Gasset, Riemen parece inspirarse en sermones del maestro Yoda y aforismos à la Paulo Coelho.

El fascismo, en resumen, “no es más que el lado estúpido, patético y frustrado de nosotros mismos”. Sus líderes “no saben nada de la vida del intelecto ni de valores espirituales”. Para obtener “conciencia histórica” y otros regalos de “la musa Clío” hace falta leer libros, lamenta Riemen, y hoy casi nadie quiere amueblar su cabeza. Tiene razón. Él mismo no se ha molestado en leer a Jan-Werner Müller, analista de referencia en el ámbito del que escribe. Müller señala que tratar con semejante condescendencia a la extrema derecha y recurrir al resentimiento nietzscheano como explicación de su éxito es contraproducente, porque engorda la frustración que sienten sus votantes hacia un establishment esnob.

“El regreso de Europa” es un ensayo autobiográfico más reciente y sugerente. Durante su búsqueda de “l’espirit Européen” en un célebre hotel de Sils María –frecuentado en su día por Nietzsche, Proust, Rilke y Herman Hesse, entre otros– el autor se frustra con el ambiente de nostalgia y un coloquio dirigido por un sacerdote que idealiza la Edad Media. También critica otro oasis alpino –Davos– por ser precisamente lo contrario: tecnocrático y vacuo en vez de reaccionario y kitsch.

Desencantado, Riemen parte al sur de Alemania para asistir a un seminario sobre el futuro de Occidente. Tras sentirse irritado con otro evangelista insufrible, en este caso de Silicon Valley, Riemen realiza una defensa de la ilustración europea y clama contra el materialismo que ahoga a la tradición humanista. Una ponencia honrada pero incoherente, en la que se muestra incapaz de evaluar los claroscuros de Europa. Sus condenas a la Shoah, recurrentes, contrastan con una absoluta falta de interés respecto a la barbarie desencadenada por europeos fuera de sus fronteras. Al mismo tiempo Riemen, que tanto insiste en llamar al fascismo por su nombre, consigue cargar contra la veneración del dinero, el poder de los mercados y la insostenibilidad de una cultura materialista sin pronunciar una sola vez la palabra “capitalismo”. Si el sacerdote reaccionario está estancado en la Europa medieval y el informático en una utopía obtusa, Riemen tampoco parece capaz de escapar de su bucle melancólico-humanista.

Para combatir el fascismo es necesario un diagnóstico claro de las causas que lo impulsan, un análisis de sus contradicciones y un compromiso con las políticas que frenarán su auge. Para combatir esta era, pese a sus buenas intenciones, no llega a proporcionar estas claves.