China es la segunda potencia mundial. El sistema autoritario ha hecho crecer rápidamente la economía, pero para lograr la plena modernización del país se requerirán mayores cotas de libertades públicas. Pekín pretende un crecimiento más armonioso, pero no será fácil.
China es un continente que engloba a la quinta parte de la humanidad. Fue un imperio y sigue siendo un inmenso país que agrupa una diversidad de pueblos e identidades culturales. No es un espacio homogéneo, ni territorial ni socialmente hablando. Por tanto, no cabe hablar de China como un todo, sino de la existencia de varias y diversas realidades dentro de un solo país. Las diferencias entre el norte, el centro y el sur, o entre las zonas costeras y las de interior van más allá de las distancias físicas. Se explican por razones históricas y principalmente, por las mayores, aunque forzadas, relaciones comerciales mantenidas por las zonas costeras, sobre todo a partir del siglo XIX, con las potencias coloniales. Los gaps se acrecentaron a partir de 1978 por el modo y ritmo utilizados por Deng Xiaoping para llevar a cabo las reformas económicas. El gran éxito de la apertura económica china no puede esconder las grandes contradicciones del rápido proceso de transformación del país…

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