POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 152

Confesiones de Kofi Annan, prestigio moral y fragilidad

Michael Ignatieff
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Nadie ha encarnado como Annan los ideales y valores de las Naciones Unidas. Su compromiso con la organización, sus logros y errores son también una moraleja acerca de la fragilidad del prestigio moral.

¿Cómo se explica el prestigio moral de Kofi Annan? El misterio está en haber sobrevivido a los fallos, tanto a los propios como a los de la institución a la que sirvió durante 50 años. El carisma personal explica tan solo una parte de la historia. Pocos han pasado tanto tiempo en torno a las mesas de negociación con matones, señores de la guerra y dictadores, erigiéndose en emisario mundial del lado oscuro.

Para lidiar con unas negociaciones a menudo nefastas, Annan aportó el temperamento calmado que forma parte de su naturaleza desde su niñez en Ghana. Su padre, Henry Reginald Annan, vivía entre dos mundos; por un lado, como alto ejecutivo de una multinacional británica, por otro, como jefe hereditario en un país en vísperas de su independencia nacional. En la batalla de Ghana, la familia Annan se situó en un cauteloso centro, apoyando la independencia pero manteniendo distancias con el nacionalismo revolucionario de Kwame Nkrumah.

A raíz de estas experiencias, Annan se convirtió en un experto de la prudencia y demostró su habilidad para tratar con todas las partes. Al ver que su carrera política en Ghana era entorpecida por una sucesión de regímenes militares, se incorporó a las Naciones Unidas y ha pasado toda su vida en la organización. Al igual que Barack Obama, pronto aprendió a vivir por encima de las divisiones raciales y a posicionarse como el confidente racional y tranquilo, perteneciendo a nadie más que a sí mismo.

Pero su historia no termina con el hecho de ser a la vez agradable y distante. No explica cómo se las arregló para…

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