AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 74

En el actual contexto de guerra, combatir el antisemitismo es atacar conjuntamente su negación y su instrumentalización por parte del Estado de Israel y sus partidarios. GETTY.

Contra el antisemitismo y todos los racismos: una lucha solidaria

En el actual contexto de guerra, combatir el antisemitismo es atacar conjuntamente su negación y su instrumentalización por parte del Estado de Israel y sus partidarios.
Fabienne Messica
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El ataque y la masacre de 1.200 civiles israelíes los días 7 y 8 de octubre de 2023 por parte de comandos de Hamás y la Yihad Islámica Palestina, la captura de unos 240 rehenes y la subsiguiente respuesta israelí, que causó cerca de 48.000 muertos –sobre todo civiles, mujeres y niños– y 111.000 heridos en Gaza provocó un verdadero seísmo en todo el mundo. Pues las causas del llamado “conflicto palestino israelí” son muy antiguas y la comunidad internacional está implicada de lleno, pero esta se ha revelado incapaz de poner fin a la ocupación y la colonización de los territorios conquistados por Israel en 1967.

La situación en el territorio es, por otra parte, fruto de una doble tragedia que atañe a todos los países del mundo y, en particular, a Occidente: la primera tragedia se creó a instancias del antisemitismo y la brutalidad en Europa y Rusia durante más de un siglo y dio lugar –aunque cabe precisar que no es la única causa– a la reivindicación de un refugio nacional judío en Palestina; la segunda, surgida tras la partición de Palestina en 1947 y la guerra de 1948, provocó la expulsión de 700.000 palestinos, así como la destrucción de sus pueblos y ciudades.

Judíos, musulmanes y cristianos se hallan divididos frente a los sionismos y su historiografía, y suelen presentar diferencias; pero, por otra parte, entre judíos y palestinos también existe una especie de reflejo permanente. Por un lado, tras un período de antisemitismo ultra violento, el genocidio de los judíos en Europa –que los judíos llaman Shoah, esto es, catástrofe– interviene como telón de fondo en toda época de crisis. Por otro, para los palestinos, en 1948, la Nakba, término acuñado por Constantin Zureiq, es la catástrofe, el éxodo; un acontecimiento, pero también un proceso continuo, como atestigua la intensificación de los ataques contra los palestinos en Cisjordania –con varios centenares de muertos a lo largo de los últimos dos años– o el escandaloso proyecto de expulsión de los palestinos de Gaza.

He aquí, pues, una historia en la que los supervivientes de un genocidio surgidos de un grupo que, a lo largo de los siglos, ha conocido numerosos exilios, arraigan en un país y crean, a partir de ese hecho, una situación de exilio permanente para los palestinos, que llevaban siglos viviendo en ese territorio. Elias Sanbar, ex embajador de Palestina en la ONU, declaró a France Inter el 15 de diciembre de 2023 que cuando un niño palestino muere asesinado, remueve “parte de un sentimiento, según el cual somos un pueblo de más, no tenemos lugar en el mundo”. Todo aquel que se sienta conmovido, sea o no a causa de su trayectoria personal, por la historia judía no puede menos que sentirse sacudido por una frase tan trágica como cierta, hasta el punto de pensar que ser judío hoy en día es sentirse palestino.

Se trata de una verdad, por desgracia, muy lejana de la realidad, esto es, de un enfrentamiento donde son muy pocos los que piensan en la posibilidad de una convivencia en términos de igualdad entre los dos pueblos pese a todos los sufrimientos vividos, los cuales, infligidos o no por el actual enemigo, tienen un significado universal. Actualmente, la mayoría de los israelíes judíos y los palestinos viven en el mismo país y no están separados por montañas o ríos. También viven en la misma modernidad, en la misma universalidad y, a veces, en la misma religiosidad.

La historia de ambos tiene repercusiones mundiales: divide el mundo político, provoca polarizaciones e identificaciones exclusivas y exacerba la manipulación de imaginarios por parte de los emprendedores del odio que pululan por las redes sociales.

 

El impacto de la guerra en el auge del racismo

El impacto de la guerra en Gaza en el auge del racismo es mundial, aunque no constituya el único factor de dicho ascenso. En Estados Unidos, en 2023, las discriminaciones y agresiones hacia los musulmanes y palestinos aumentaron un 56% con respecto al año anterior. En octubre, un niño estadounidense de seis años de origen palestino murió asesinado con un arma blanca, y en noviembre, tres estadounidenses de origen palestino fueron asesinados. En ese mismo período, se observó un alza del 203% de actos antisemitas, según la Liga Antidifamación (ADL, en sus siglas en inglés), el principal grupo de defensa de los derechos de los judíos.

En Alemania, un país especialmente sensible a estas cuestiones por motivos históricos, la red CLAIM, Alianza contra la Islamofobia y la Musulmanofobia, constató un aumento del 114% en las agresiones físicas o verbales contra personas de confesión musulmana en 2023 con respecto al año anterior (1.926 incidentes islamófobos en 2023 frente a los 900 de 2022). El número de actos antisemitas, por su parte, aumentó en más del 80% a lo largo del mismo año, con 4.782 incidentes antisemitas en 2023 frente a los 2.600 de 2022, según la Asociación Federal de Centros de Investigación e Información sobre el Antisemitismo (RIAS, por sus siglas en alemán), organismo de referencia en la materia.

En Francia, país europeo con el número más elevado de ciudadanos de confesión musulmana (8% de la población total, esto es, unos cuatro millones de personas) y de confesión judía (0,6% de la población, en torno al medio millón de personas), el impacto es considerable. El informe de la Comisión Nacional Consultativa de los Derechos Humanos (CNCDH) de 2023 muestra un aumento significativo de los actos racistas en general (del 32%), y de los actos antisemitas en particular (un 284%), pero también de los islamófobos (un 29%).

 

«En Francia, por primera vez, los simpatizantes de extrema derecha, que siguen siendo el grupo político más antisemita (51%, cuando la media es del 41%), son también los que tienen menos opiniones negativas con respecto a Israel (33%)»

 

Por primera vez se observa un descenso en el índice de tolerancia hacia todas las minorías, más marcado en el caso de los judíos –que baja cuatro puntos–, junto con un aumento de los prejuicios antisemitas, sobre todo en lo que respecta a la creencia según la cual “para los judíos franceses, Israel es o sería más importante que Francia” (un aumento de siete puntos). Todo ello viene acompañado de un aumento (del 35% al 45%) de la imagen negativa de Israel. Cabe señalar que, por primera vez, los simpatizantes de extrema derecha, que siguen siendo el grupo político más antisemita (51%, cuando la media es del 41%), son también los que tienen menos opiniones negativas con respecto a Israel (33%).

 

¿Qué papel desempeña la imagen del sionismo?

A la pregunta: “¿El sionismo evoca para usted algo muy positivo, bastante positivo, ni positivo ni negativo, bastante negativo o muy negativo?”, la mayoría de las personas encuestadas (54%) se niega a zanjar la pregunta con una respuesta polarizada (“ni positivo ni negativo” para un 20%, “no sabe” para un 27% y “no contesta” para un 7%). Tal y como señala el informe, “cuesta mucho, por tanto, ver en el antisionismo el motivo clave del antisemitismo contemporáneo, que permanece anclado en los “viejos prejuicios” ligados al poder y el dinero. No existe ninguna relación significativa desde un punto de vista estadístico entre la imagen negativa del sionismo y el nivel de antisemitismo medido por este barómetro. En cambio, la imagen negativa del sionismo sí está asociada a la imagen negativa de Israel, así como a la imputación de la responsabilidad en el conflicto a Israel”.

En este contexto, el debate sobre el o los sionismos, si es verdad que este sigue abordando la cuestión de la doble legitimidad israelí y palestina, de su aceptación o rechazo, puede aparecer también como un debate viciado. En efecto, una mala opinión de Israel puede trasponerse en una serie de prejuicios antisemitas o al revés, pero cualquier persona puede, asimismo, ser proisraelí y antisemita al mismo tiempo, porque también es islamófoba. El modo en que se articulan los prejuicios racistas y las posturas políticas es, desde luego, de lo más complejo.

En cuanto al estudio del o los sionismos, este remite, asimismo, una vez más, a un tema que no podría ser más confuso: el de la identidad judía, que cada cual define según su propia postura política. Además, existen varios antisionismos: sea la crítica a la política del Estado de Israel, sea la crítica de la génesis misma de la creación del Estado de Israel, o su “esencia”, lo cual conduce sin remedio a oscurecer el análisis de los factores que contribuyeron a ella y también a la creación actual, con sus sociedades israelíes y palestinas tal y como existen ahora, tal y como viven, con las fuerzas políticas que las moldean.

Se trata, en suma, de un debate constrictor, porque reduce los sionismos a un aspecto único –que puede resumirse diciendo que, para los sionistas, el sionismo es un movimiento de emancipación, y para los antisionistas, es un movimiento colonialista–, a la vez que rico, en tanto en cuanto cuestiona, a partir del caso típico que representa la creación del Estado de Israel, una serie de conceptos: ¿qué es un pueblo? ¿Qué es una nación? ¿Qué es el arraigo a la tierra? ¿Qué es la emancipación? ¿Cómo pensar los territorios, las fronteras, más allá del poscolonialismo o con el poscolonialismo, puesto que tan difícil es, cuando no imposible, imaginar hoy en día una redistribución de los espacios?

Se trata de un debate, desde luego, crucial para los palestinos, que contemplan la inmigración de los judíos europeos y las injerencias de la comunidad internacional como un colonialismo que les ha costado su tierra. El debate también se produce en el seno de los judíos que viven en otros países y reivindican un determinado legado, por ejemplo, los antisionistas del movimiento internacionalista Bund o los pensadores antisionistas judíos laicos o religiosos que consideran la creación del Estado de Israel como una traición a la historia judía o a los textos sagrados. Cabe añadir que los sionismos, como todos los movimientos políticos, están atravesados por distintas corrientes. Así, la idea binacional percibida como “antisionista” constituye, en realidad, una parte integral del o de los sionismos, tal y como señala Denis Charbit en “Les sionismes au 20ème siècle, entre contextes et contingences” (Revue d’histoire 2009/3, nº 103).

Todo aquel que describe al sionista como la persona que ha inmigrado a Israel declara, en realidad, que no hay sionistas fuera del país, lo cual es falso. ¿Y qué sucede con quienes han nacido en Israel? ¿Serían sionistas por nacimiento? Falta por saber, además, qué Estado desearían quienes apoyan el proyecto, pues cada sionista posee su visión y su programa propios. El sionismo no es una ideología. Si aceptamos como definición de ideología la conjunción sistemática y unificada de ideas, concepciones, principios y consignas con ayuda de los cuales se encarna una visión del mundo de un grupo, partido o clase social, lo más seguro es que el sionismo no pueda considerarse una ideología, sino simplemente una plataforma muy amplia de diversas ideologías que, a veces, resultan antagónicas.

Para Denis Charbit, la cuestión no está en saber si el sionismo es una ideología o un movimiento político, sino más bien en seguir trabajando en la historia e interrogarse acerca de las presuposiciones de la discusión.

Frente a la adversidad, los partidarios de un sionismo trascendente o bien afirman la pureza virginal de un movimiento que, sin embargo, ha metido las manos en la Historia con mayúscula, o decretan la absolución de todo reproche que pudiera hacérseles. A este dogma de pureza inmaculada al que nada le afecta, que no se altera ni se inmuta por ninguna causa, responde la verdad revelada inversa, e igual de dogmática, de quienes abordan el sionismo con categorías teológicas como el “pecado original”. Este casi no atañe a la historia, sino más bien a la memoria militante: memoria desgraciada para unos y afortunada para otros, conmemoración de la Nakba que programó con toda intención o de la tkuma (levantamiento) que preconizó en forma de Estado de Israel tal y como existe hoy en día, el sionismo no es, por decirlo suavemente, una pasión enfriada.

 

«Una mala opinión de Israel puede trasponerse en una serie de prejuicios antisemitas o al revés, pero cualquier persona puede, asimismo, ser proisraelí y  antisemita al mismo tiempo, porque también es islamófoba»

 

La noción de los “sionismos” está, pues, muy vinculada a la de los antisionismos, posturas que precedieron la creación del Estado de Israel, entre ellas movimientos judíos como el Bund; noción que, más tarde, se recicló para unirse, de manera inextricable, a las reivindicaciones de justicia, dignidad e igualdad para los palestinos. Jonathan Cook, en un artículo publicado el 7 de marzo de 2024 en Middle East Eye, constata el fracaso en el cual, a su modo de ver, se halla sumido el sionismo: la creencia de que Israel es el santuario que protegerá a los judíos de los no judíos, quienes soñarían, por así decirlo, con infligir un nuevo genocidio a los judíos, debería haber estallado en mil pedazos durante los últimos cinco meses. Si para estar seguro y tranquilo –y tener un refugio “por si acaso”– es necesario masacrar y mutilar a decenas de miles de niños palestinos y condenar a la hambruna a cientos de miles de personas, entonces no vale la pena preservar dicho refugio. No es un santuario, es un problema, una mancha, y debe desaparecer para reemplazarse por algo mejor para los judíos y palestinos de la región, “desde el río hasta el mar”. Así, ¿por qué esos partidarios de Israel no han sido capaces de llegar a una conclusión tan evidente en el plano moral para todo el mundo –o, al menos, para quienes no están sometidos a los intereses de las élites occidentales–? Pues porque, como todos los adeptos a un determinado culto, los sionistas puros y duros están inmunizados contra toda lógica y su razonamiento es circular: se nutre del antisemitismo y no puede vivir sin él. El antisemitismo es su fuente de vida, la razón de la existencia de Israel. Sin él, los judíos no necesitarían Israel, no necesitarían un santuario.

 

La criminalización del movimiento de solidaridad y la instrumentalización del antisemitismo

En este contexto de evidente confusión en cuanto al uso de los términos sionistas y antisionistas, la definición de antisemitismo por parte de la IHRA (Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto) no hace sino añadir más leña al fuego. Con toda la razón, los movimientos de solidaridad con los palestinos han alertado sobre los peligros de esta definición que, adoptada por 34 países del mundo, influye también en diversas legislaciones. Actualmente Francia se encuentra en proceso de elaborar bien una redefinición o enmiendas a la ley de libertad de prensa del 29 de julio de 1889, la cual define el insulto racista, la difamación y la provocación a la discriminación, el odio o la violencia.

 

«Como todos los adeptos a un determinado culto,  los sionistas puros y duros están inmunizados  contra toda lógica y su razonamiento es circular:  se nutre del antisemitismo y no puede vivir sin él»

 

Según la definición de la IHRA, “el hecho de negar al pueblo judío su derecho a la autodeterminación” es, en sí mismo, antisemita. La alianza, además, denuncia “el tratamiento desigual al Estado de Israel, al que se le exige adoptar unos comportamientos que no se esperan del resto de los países democráticos, y mucho menos se les exigen”.

Esta definición, a la que se oponen la Liga de los Derechos Humanos, la CNCDH y numerosas asociaciones e intelectuales, es tan paupérrima como peligrosa, y contribuye a reforzar lo que pretende combatir: la asimilación de los judíos a los israelíes. Asimilar el antisionismo con el antisemitismo –sin definir los términos con precisión– perpetra, de hecho, un delito de opinión pública.

Más precisa y operativa, la Declaración de Jerusalén sobre el Antisemitismo propone ejemplos muy claros sobre los casos en los que el antisionismo puede tildarse de antisemitismo, y los casos en que sucede lo contrario, y defiende la libertad de criticar la política israelí, sus instituciones e incluso su génesis histórica según los principios del derecho Internacional. Esta definición permite combatir conjuntamente la negación del antisemitismo, por un lado, y su aumento e instrumentalización por parte del Estado de Israel y sus partidarios, por otro. En el actual contexto de la implacable guerra que tiene lugar en Gaza, luchar contra el antisemitismo supone atacar a la vez su negación y su instrumentalización.

Y recordar, de manera incansable, que la lucha contra los racismos es indivisible./