AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 30

De la subcultura globalizada a la contracultura revolucionaria

Yves Gonzalez-Quijano
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En el seno de las redes de la globalización, la juventud árabe afirma un yo desvinculado de las jerarquías tradicionales.

La juventud árabe es fácil de encontrar: la calle es su primer terreno de juego, al tiempo que los pequeños talleres y las tiendas sustituyen con demasiada frecuencia una escuela que no aportará a la familia un complemento necesario a sus ingresos. Para quien llega de Europa, poco acostumbrado al espectáculo de muchedumbres densas y sobre todo jóvenes, el mundo árabe es, de entrada, el descubrimiento de sociedades compuestas, en más del 50%, ¡por jóvenes menores de 22 años!
¡La juventud árabe, tan presente y numerosa, casi siempre tiene muchos menos años que los que llevan en el poder los dirigentes de su país! Limitándonos a los nombres de la actualidad reciente: Zine el Abidine Ben Ali estuvo al frente de Túnez más de 25 años; casi 30 ocupó su cargo Hosni Mubarak en Egipto; algunos años más lleva Ali Abdalá Saleh en Yemen; mientras  Muamar el Gadafi dirige Libia desde hace más de 40.
La juventud árabe no debía cambiar. Teniendo como horizonte la pobre esperanza del exilio característico de los harraga (aquellos que queman sus papeles antes de emigrar y así dificultar su repatriación) para huir del cautiverio en sociedades carcomidas por los problemas económicos, parecía abocada al repliegue identitario sobre su pasado y sus valores, aunque solo fuera para no tener que contemplar su propia imagen, tan devaluada en el gran mercado de la comunicación global. 
La juventud árabe, la misma cuyos desmanes son tan temidos cuando hace oír su voz en las zonas más desfavorecidas de las sociedades del norte del Mediterráneo, sorprendió al mundo al ponerse al frente de valientes revueltas. Esta juventud de la que nadie se acuerda, por lo general, si no es…

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