Para entender el acuerdo de 1953 entre España y Estados Unidos uno tiene que remontarse a mucho antes para comprender los acontecimientos que hicieron inevitable ese acuerdo.
La guerra civil española había dividido a los estadounidenses como pocos acontecimientos extranjeros lo habían hecho anteriormente. Las fuerzas de centro-izquierda del espectro político de EE UU veían esa guerra como un conflicto entre un Gobierno democrático legítimo y una rebelión militar, y estaban dispuestas a creer todas esas historias de atrocidades supuestamente cometidas por las fuerzas del general Franco. Por otro lado, las fuerzas de centro-derecha del espectro político estadounidense creían que el Gobierno republicano estaba dominado por las fuerzas de la extrema izquierda, es decir, los comunistas, o, lo que todavía era peor desde su punto de vista, por los anarquistas. El asesinato de obispos españoles, y de sacerdotes y monjas convencieron a esos estadounidenses de que no se trataba de una lucha entre la democracia y el fascismo, sino entre dos formas de dictadura.
Muchos de estos sentimientos perduraron en los años de la posguerra. La izquierda reprochaba al general Franco el que hubiera aceptado ayuda de Alemania e Italia y el haber enviado una división al frente oriental para combatir a los comunistas. Las fuerzas de la derecha le reconocían el mérito de haberse mantenido fuera de la guerra a pesar de las grandes presiones a las que se vio sometido para entrar en el conflicto, y de no dar permiso a los alemanes para atravesar España y capturar Gibraltar, cerrando así el Mediterráneo para los aliados.
La posguerra dejó a Europa occidental en ruinas y completamente desorganizada. En 1948 había pocos signos de recuperación y ninguna de las divisas era convertible. El comercio entre los países de Europa occidental estaba prácticamente estancado cuando el secretario de Estado estadounidense,…

Alemania en busca de su identidad