POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 201

Manifestación de simpatizantes del movimiento ‘Querdenken’ contra las medidas de confinamiento impuestas por el gobierno federal de Alemania (Stuttgart, 3 de abril de 2021). Christoph Schmidt. GETTY

El auge del ‘diagonalismo’

Si 2017 fue el año de los ajustes de cuentas con el populismo, 2021 podría verse dominado por el debate sobre los movimientos conspiranoicos, una revuelta transversal a clases, razas y géneros, escorada diagonalmente a la derecha.
William Callison y Quinn Slobodian
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Durante 2020 se produjeron movilizaciones a lo largo y ancho del mundo contrarias a los gobiernos y sus esfuerzos por contener el coronavirus mediante confinamientos, distancia social, uso de la mascarilla y vacunas. Liderados por irritados profesionales autónomos, y amplificadas sus quejas por el altavoz de augures radicales y emprendedores de lo especulativo, estos movimientos no se equiparan tanto a la “rebelión de las masas” de las que habló en su día José Ortega y Gasset como a una “rebelión del Mittelstand”, nombre con el que se ha conocido tradicionalmente a la clase media industrial alemana. En comparación con los populismos que dominaban el ruedo en 2017, estos movimientos están menos ligados a líderes y partidos mediáticos, son más difíciles de encuadrar dentro del espectro político tradicional y no les obsesiona acceder al poder estatal.

Tomando un neologismo propio del movimiento alemán Querdenken, llamamos “pensamiento diagonal” a la estrategia que subyace en estos movimientos de distinta índole. Al fenómeno más amplio que representan podríamos llamarlo “diagonalismo”. Por el diagonalismo y su auge cobran relevancia el concepto Querfront (detallado más adelante) y también el más reciente Querdenken, desbordando el contexto germano donde se acuñaron. Nacido, en parte, al calor de las transformaciones tecnológicas y de la comunicación, el diagonalismo tiende a rebatir a los adalides habituales a izquierda y derecha (aunque generalmente terminan escorándose hacia la extrema derecha), expresa cierta ambigüedad –cuando no cinismo– hacia la política parlamentaria, y combina convicciones holísticas e incluso cierta espiritualidad con un obstinado discurso a favor de las libertades individuales.

Los movimientos diagonalistas comparten el convencimiento de que todo poder es conspirativo. Muchos de sus adalides creen que los poderes públicos no pueden ser legítimos porque el proceso por el que se eligen los gobiernos está bajo el control de los poderosos. En paralelo, el…

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