El Sahel, la región al sur del desierto del Sáhara, se enfrenta a un creciente desafío de seguridad como consecuencia del incremento de los ataques terroristas, la violencia intercomunitaria, la competición entre grandes y medianas potencias, o la crisis de gobernanza y otras amenazas transnacionales. Puede decirse que el Sahel se encuentra en 2025 en el peor momento de una escalada de violencia que comenzó hace más de diez años, la cual no ha dejado de extenderse geográficamente, evolucionando en su naturaleza al mismo ritmo que lo hacen los varios grupos terroristas que han arraigado en la región.
Las consecuencias están siendo desastrosas para la estabilidad, el desarrollo y la seguridad del frágil tejido social de las poblaciones africanas que han quedado sometidas a un estado de inestabilidad permanente. De no actuar ahora, esta tendencia se agravará en los próximos años, lo que convierte al Sahel en una región crucial con el potencial geopolítico suficiente como para alterar el statu quo de la seguridad en el continente europeo.
Según el índice mundial de terrorismo de 2024, los grupos yihadistas están aumentando el alcance geográfico y la violencia de sus acciones y sitúan a Burkina Faso, Malí y Níger entre los 10 países más afectados por el terrorismo en el mundo. La situación es particularmente preocupante en Burkina Faso y Mali que han perdido casi la mitad de su territorio a manos de dos organizaciones terroristas tribales que compiten por la primacía regional. Se trata del denominado Grupo de Defensa del islam y los musulmanes (JNIM), una organización ligada a Al Qaeda y que es el principal grupo terrorista en el Sahel, y la Provincia del Estado Islámico del Sahel (EI Sahel).
Estos grupos han trasladado al Sahel el enfrentamiento que mantienen en otras regiones del mundo árabe y han conseguido…