Quién diría que una de las grandes potencias económicas del mundo, que uno de los actores fundamentales de la escena política y estratégica internacional, que un país con más de 1.400 millones de personas pueda ser definido en términos demográficos como “un gigante con los pies de barro”. Y es así porque tiene una de las natalidades más bajas del planeta, porque cada año mueren más personas de las que nacen, porque no logra compensar ese déficit a través de la inmigración que tiene un índice aún más bajo que Japón y porque envejece a un ritmo verdaderamente fuerte. Desde los años posteriores a la pandemia, China pierde población y ya ha sido rebasada por India como el país más poblado de la tierra. En 2024 la diferencia era de 33 millones y va a seguir creciendo en los próximos años. Pero lo importante no son las cifras, sino el hecho de que China, tras una larga etapa de liderazgo, lo haya perdido a manos de su populoso vecino.
Irreversible caída de la natalidad
El “Gran Dragón Rojo” ha sido, al menos durante los últimos 25 siglos un coloso demográfico que ha aglutinado entre una quinta y una cuarta parte de la población mundial. El país comienza tarde su transición demográfica, a comienzos del siglo XX cuando contaba con 415 millones, la cuarta parte de los habitantes del planeta. Y únicamente adquiere velocidad de crucero cuando se establece la paz interior, tras la finalización de las guerras internas que supone el establecimiento del comunismo en 1949. En este tiempo la fecundidad media se situaba por encima de los seis hijos por mujer y la mortalidad evolucionaba a la baja desde un valor de 22 fallecidos por mil habitantes en 1949 a 18 óbitos por mil personas en…

El drama chino: mueren más de los que nacen