AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 63

El turismo en la región MENA en época de Covid: retos económicos y perspectivas de recuperación

En la región MENA, el turismo, un importante pilar económico, representa entre el 5% y el 19% del PIB según los países, y genera 6,7 millones de empleos.
Fateh Belaid
 | 

La pandemia de la Covid-19 ha tenido unas consecuencias económicas y sociales sin precedentes y ha afectado gravemente al conjunto de los sectores de la economía mundial, siendo el turismo uno de los más afectados con unas repercusiones muy negativas tanto para las empresas como para el empleo. En este contexto, el presente artículo hace un balance de la evolución del sector turístico en la región de Oriente Próximo y Norte de África (MENA) durante la crisis, analiza cómo esta evolución influye en la contribución de este sector a la economía, al empleo y a la inversión, repasa las perspectivas a corto plazo de una recuperación del turismo en la región y las políticas de atenuación y estrategias para ayudar a dicha recuperación.

 

Una crisis sanitaria acompañada de una crisis económica sin precedentes para el turismo

A lo largo de la historia, desde la gran peste hasta la gripe española, la humanidad ha sufrido varias pandemias. No obstante, la actual pandemia de la Covid-19 es inédita por varios motivos y ello por dos razones fundamentales. En primer lugar, por su magnitud y su impacto sin precedentes, que han inmovilizado a más de 3.000 millones de personas. Es más, desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) calificara a la Covid-19 de pandemia mundial el 11 de marzo de 2020, aproximadamente 3,7 millones de personas han fallecido, y hay unos 52,5 millones de casos activos en el mundo, de los que cerca de 26,4 millones se encuentran en Estados Unidos, 4,3 millones en Gran Bretaña y cerca de 5,2 millones en Francia.

En segundo lugar, además de los elevados índices de mortalidad y de contagio, la propagación de la pandemia de coronavirus ha causado unos daños históricos a la economía mundial, y ha provocado especialmente el hundimiento masivo del comercio, una gran volatilidad financiera, un aumento significativo del desempleo, una importante contracción de la actividad económica real y unas desigualdades crecientes. En concreto, el sector turístico es uno de los más gravemente afectados por esta pandemia, y en la actualidad las perspectivas siguen siendo extremadamente inciertas.

Sin duda, esta crisis ha modificado radicalmente el comportamiento de los viajeros, así como la sociedad y sus costumbres cotidianas. Una de las características destacadas de esta crisis ha sido la enorme y profunda caída de la movilidad que ha provocado el desplome del turismo, del comercio, de los servicios de viaje y del consumo de los no residentes. De hecho, las respuestas políticas para paliar esta crisis en la mayoría de los países, al centrarse en el cierre de las fronteras y en las medidas de distanciamiento social, han causado una importante caída de la demanda de servicios turísticos.

El turismo es uno de los principales sectores económicos en el mundo. Para algunos países, puede representar más del 20% del PIB. Es la tercera rama de exportación (tras los carburantes y los productos químicos), y representaba en 2019 el 7% del comercio mundial. Según los datos del Consejo Mundial de Viajes y Turismo (WTTC por sus siglas en inglés), antes de la pandemia, el turismo y los viajes (incluidos sus efectos directos, indirectos e inducidos) representaban uno de cada cuatro empleos en el mundo, el 10,6% de todos los empleos (334 millones) y el 10,4% del PIB mundial (aproximadamente 9,2 billones de dólares). Sin embargo, en 2020 se perdieron 62 millones de empleos, es decir, un descenso del 18,5%, lo que hizo que el número de empleados en el sector a nivel mundial solo fuese de 272 millones, en comparación con los 334 millones de 2019. Esta amenaza de la pérdida de puestos de trabajo persiste todavía en la medida en que numerosos empleos siguen dependiendo de programas de protección del empleo públicos y con horarios reducidos que podrían perderse si no hay una reactivación completa de la actividad turística.

En cuanto a la región MENA, el sector del turismo es un importante pilar para sus economías, y constituye uno de los principales instrumentos de diversificación económica para los países exportadores de petróleo, ya que representa aproximadamente entre el 5% y el 19% del PIB según los países, y genera 6,7 millones de empleos en la región.

Las medidas de confinamiento para frenar la propagación de la pandemia y sus repercusiones en el crecimiento económico de EEUU, la Unión Europea y China, que son los principales mercados de procedencia del turismo en la región, han reducido considerablemente las llegadas de turistas. Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), en el primer semestre de 2020, las llegadas de turistas disminuyeron entre un 57% y un 62%. Esta disminución de la actividad turística ha tenido un impacto económico muy marcado en numerosos países de la región, en particular en Marruecos, Túnez, Líbano y Egipto, que dependen del turismo como principal fuente de ingresos. En Egipto, por ejemplo, según el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI por sus siglas en inglés), las pérdidas de ingresos turísticos representan el 66% de las pérdidas totales de PIB provocadas por la crisis. PwC calcula que podrían perderse cerca de 400.000 empleos vinculados al turismo en los países del Consejo de Cooperación del Golfo debido a la crisis.

Para la región del Norte de África, el turismo representaba aproximadamente el 8,3% del PIB en 2019, pero disminuyó un 53,7% en 2020. Y ocurre lo mismo en la región de Oriente Medio, en la que el sector turístico representaba aproximadamente el 8,9% del PIB, y registró un descenso del 51% en 2020. En cuanto al empleo, en el Norte de África, el turismo da trabajo a unos 4,8 millones de personas, que equivalen al 9,1% del total de los empleados. En 2020, según las cifras de la OMT, el sector perdió 1,6 millones de empleos, lo que representa el 32,6% del total de los empleos del sector. El impacto de la crisis sobre el empleo es un poco menor en la región de Oriente Medio, donde el sector ha perdido 1,2 millones de empleos de un total de 6,8 millones, lo que significa una pérdida del 17,4%.

Y en cuanto al impacto de los visitantes y su gasto, en la región del Norte de África se observa una caída de los visitantes nacionales del 44%, mientras que el gasto de los visitantes internacionales sufrió un descenso sin precedentes del 68,9% en 2020. Y lo mismo sucede en la región de Oriente Medio, donde el gasto de los visitantes nacionales bajó un 42,8%, mientras que el gasto de los internacionales experimentó una histórica caída del 70,3%.

 

Es urgente adoptar medidas ágiles que permitan la recuperación del turismo

Frente a esta crisis, la mayoría de los países de la región MENA han adoptado iniciativas excepcionales para atenuar el impacto de la Covid19 sobre la economía. Estas medidas consisten especialmente en la creación de créditos específicos para las empresas turísticas, como ha hecho el Banco Central egipcio, la exoneración de impuestos turísticos y otros gastos, como han hecho Baréin y Emiratos Árabes Unidos, o una reestructuración de la deuda, como en Túnez.

En el momento más grave de la pandemia, el objetivo de la mayor parte de las iniciativas gubernamentales era mantener los ingresos de los trabajadores del sector y proporcionar ayudas en tesorería a los profesionales del turismo para que pudieran retomar sus actividades cuando se levantasen las medidas de confinamiento.

Las condiciones y los detalles de estos programas y las ayudas varían de un país a otro. De lo que no cabe duda es de que estas ayudas han protegido los ingresos de numerosos trabajadores y familias, han salvaguardado las relaciones entre los empresarios y los empleados y han permitido mantener a flote empresas vulnerables, pero viables, especialmente pymes.

No obstante, en este momento, se desconoce todavía la magnitud del daño. A pesar de la generosidad de los dispositivos de ayuda desplegados, no todas las empresas turísticas podrán sobrevivir a esta crisis, y tampoco podrán salvarse todos los empleos del sector. Por otra parte, a pesar de los esfuerzos sin precedentes de los distintos países de la región MENA por reactivar el turismo, las dificultades siguen siendo enormes.

Por tanto, para superar los obstáculos, los gobiernos deben reforzar las iniciativas y programas de recuperación para sostener el turismo y mantener el empleo y los ingresos de las familias. En este marco, los países de la región deben ampliar y ajustar las medidas y programas de ayuda dirigidos a atenuar el impacto de la crisis en el sector turístico. Estas medidas deben ser de naturaleza flexible para adaptarse a la evolución de la situación sanitaria. La principal dificultad reside en la importancia de encontrar un equilibrio entre los dispositivos de ayuda globales y sectoriales, y en elaborar y aplicar estos últimos lo más rápida y eficazmente posible.

Las promesas alentadoras en cuanto a la aceleración de la vacunación alimentan la esperanza de recuperación en el sector. De hecho, el regreso paulatino del turismo nacional permite atenuar las consecuencias de la crisis sobre el empleo y las empresas en ciertas zonas.

 

Por una economía turística sostenible y resiliente

Sin embargo, solo será posible una recuperación económica real si el turismo internacional se reactiva, lo que exige una cooperación regional e internacional y la creación de estrategias basadas en datos objetivos para garantizar el levantamiento de las restricciones de viaje con total seguridad.

En este contexto, los países de la región, en particular los que dependen en gran medida del turismo, deben llevar a cabo una estrategia de recuperación holística que permita crear sinergias entre el conjunto de las medidas que se aplican para ayudar a reactivar el sector y mantener el empleo. Estas estrategias deben centrarse en las siguientes prioridades:

  • fomentar el turismo nacional y apoyar la recuperación con plena seguridad del turismo internacional;
  • recuperar la confianza y simplificar la vida de los viajeros;
  • mantener los dispositivos de ayuda para los profesionales del sector para que puedan adaptarse y sobrevivir;
  • tranquilizar y proporcionar información precisa a los viajeros y a las empresas y reducir la incertidumbre en cuanto a las decisiones políticas, que a veces son contradictorias;
  • garantizar la agilidad de las medidas de respuesta para mantener la capacidad del sector y eliminar las lagunas en materia de ayuda;
  • consolidar la cooperación multilateral en el seno de los países y entre los países de la región, homogeneizando al mismo tiempo las normas sanitarias y las relativas a los desplazamientos;
  • invertir más en el desarrollo de un turismo sostenible y más resiliente en el que las herramientas digitales desempeñen un papel importante a la hora de guiar al sector hacia la transformación estructural y las bajas emisiones de carbono.

 

Conclusiones

Esta crisis ha puesto de manifiesto la necesidad de replantearse la estructura de las economías turísticas y de aplicar políticas eficaces para mejorar la competitividad y reforzar la resiliencia del sector. La crisis sanitaria ha evidenciado la fragilidad de las economías turísticas frente a los choques exteriores y la vulnerabilidad financiera de numerosas empresas turísticas, en particular las pymes cuyas reservas de tesorería son bastante bajas. Las recientes iniciativas para suavizar las medidas de confinamiento y el aumento del ritmo de vacunación en Europa y EEUU han permitido reabrir un gran número de empresas turísticas en muchos países, pero estas reaperturas siguen siendo parciales e inciertas, y dependen de la evolución de la situación. A pesar de la esperanza de recuperación alimentada por la vacunación, las dificultades del sector turístico en la región MENA persisten, y el sector seguirá luchando por sobrevivir por lo menos hasta finales de 2022.

Sin embargo, la crisis económica y sanitaria actual brinda una oportunidad única a los países de la región para realizar una transición hacia unos nuevos modelos de desarrollo turístico más sostenibles, inclusivos, equitativos y resilientes.