Vivimos tiempos turbulentos. Hay algunas cosas positivas a la vista, como las conversaciones de paz sobre Oriente Próximo, pero lo negativo marca el tono de la situación. Acabada la guerra fría, ¿no iba a ser todo mejor, no se iba a establecer un nuevo orden mundial? ¿Se ha establecido, por el contrario, un desorden generalizado? En realidad, no tenemos ni nuevo orden mundial, ni desorden generalizado. Simplemente terminó un orden y el mundo está en busca de otro. El viejo orden de la guerra fría ha desaparecido y gracias a ello se ha reducido el riesgo de guerra nuclear y centenares de millones de personas han visto aumentada su libertad. Es decir, se han abierto nuevas y magníficas oportunidades. Pero, de momento, son sólo eso, oportunidades, y las realidades que nos rodean no son tan magníficas. Son malas o confusas. No se ven soluciones fáciles para la situación en la antigua Yugoslavia. Rusia y las principales repúblicas ex soviéticas están manejando sus serios problemas pacíficamente pero todo parece pender de un hilo. No está resuelto si la CE en pleno va a ser capaz de aprobar el Tratado de Maastricht. Tampoco está claro cómo va a ampliarse la Comunidad. El Sistema Monetario Europeo ha pasado la peor tormenta de su historia y ha quedado resentido. Alemania tiene un delicado problema con la inmigración y los grandes partidos tienen dificultades para resolverlo. Inmigrantes africanos y magrebíes llegan también a nuestras playas, en algunos casos muertos. El hambre hace estragos en Somalia. Aparece un terrorismo indiscriminado en Argelia. Los EE UU, durante su campaña electoral, han producido señales confusas sobre el futuro de su política exterior. No concluyen las negociaciones del GATT y penden grandes incertidumbres sobre las perspectivas del comercio mundial. Y, de telón de fondo, una crisis económica que se…
POLÍTICA EXTERIOR > NÚMERO 30

La OTAN tras la cumbre de Roma
En transición