POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 196

Ganarle tiempo al cambio climático

La pandemia del Covid-19 ha mostrado la importancia de la acción temprana ante las amenazas globales. En la crisis climática, el margen es cada vez menor. La reducción del metano en la atmósfera ayudaría a ganar tiempo.
Manfredi Caltagirone
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La reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en lo que llevamos de 2020 es una de las pocas consecuencias positivas de la pandemia del Covid-19. Las medidas extraordinarias que los gobiernos han tomado y seguirán tomando para contener la propagación del coronavirus han reducido de manera abrupta las emisiones de GEI del sector de los transportes, por ejemplo, pues miles de millones de personas de todo el mundo han estado confinadas en sus casas, sin utilizar el coche para ir a trabajar y sin viajar en avión. Del mismo modo, las medidas de respuesta a la pandemia han ralentizado la producción industrial en varios países y distintos sectores, reduciendo sus necesidades energéticas y, por consiguiente, las emisiones. El resultado, según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), será con toda probabilidad una reducción del 8% de las emisiones de GEI para 2020, la mayor caída jamás registrada.

Sin embargo, esta disminución de las emisiones es temporal. Conforme vaya conteniéndose la pandemia y las sociedades se ajusten a los cambios adoptados estos meses, la gente empezará a moverse y a viajar de nuevo, la producción industrial crecerá y, por consiguiente, las emisiones aumentarán, con las lógicas consecuencias negativas en lo referido a la contaminación atmosférica local y sus efectos derivados sobre el sistema climático global.

Son muchas las voces de políticos, expertos, activistas y ciudadanos que exigen medidas de recuperación para que los países aceleren su transición a una economía sin emisiones de carbono, adaptada a un clima ya cambiante. Estas medidas deberían tomarse cuanto antes, pues las decisiones que los gobiernos de todo el mundo están adoptando en estos momentos modelarán las economías de los próximos decenios y podrían representar la última oportunidad de soslayar los efectos más catastróficos del cambio climático sobre nuestras sociedades.

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