AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 74

Central geotérmica de Hudson Ranch, en California./david mcnew/getty images

Geopolítica de los minerales críticos

En la carrera entre China y EEUU por los minerales críticos, los países en desarrollo buscarán formas de utilizar sus recursos para obtener ventajas económicas y conservar su capacidad de acción.
Sophia Kalantzakos
 | 

La hipercompetencia geopolítica y geoeconómica entre Estados Unidos y China ha dominado la política de poder mundial desde el primer mandato de Donald Trump y durante todo el de Joe Biden. La contienda se ha intensificado aún más tras el regreso del presidente Trump a la Casa Blanca en enero de 2025. Desde el primer día, empezaron las guerras arancelarias, afectando a aliados, socios y competidores de EEUU por igual. Washington se retiró inmediatamente del Acuerdo de París y “desechó” el lenguaje que hace referencia al clima o al medio ambiente del discurso y la planificación de las políticas públicas. Además, la administración se apresuró a congelar los fondos para la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) que Biden había elaborado con el clima como su “principio organizativo”. A cambio, Trump ha proclamado una “emergencia energética” para justificar una mayor inversión en combustibles fósiles y el aumento de la producción de energía nuclear para alimentar la IA. Es importante destacar que la nueva administración ha abandonado la ecologización de la economía estadounidense como plan industrial emblemático de EEUU. En su lugar, prioriza exclusivamente la carrera por controlar el imperio tecnológico a través de la IA y la cuarta revolución industrial, ofreciendo todo el apoyo material y político para mantener la superioridad tecnológica estadounidense sobre China y el mundo.

Junto con la retórica de “Estados Unidos primero”, por la que se reta directamente a rivales y aliados a alinearse detrás de EEUU o perder el acceso a su mercado y la protección del paraguas de seguridad de Washington, los minerales críticos se encuentran ahora en el epicentro de la contienda mundial, ya que son insumos indispensables para los sísmicos cambios económicos mundiales. De la política de Washington ha desaparecido las preocupaciones medioambientales, sociales y de gobernanza y la intención de producir una transición ecológica y tecnológica que sea más inclusiva y equitativa para el mundo en desarrollo. En su lugar, el acceso a los recursos minerales críticos se ha convertido en algo abiertamente transaccional, vinculado a las conversaciones sobre la compra o adquisición de Groenlandia, y en objeto de acuerdos mineros depredadores como el propuesto a Kiev para que EEUU medie en algún tipo de acuerdo de paz que ponga fin a la guerra de Rusia contra Ucrania.

La nueva postura de Washington preocupa al mundo en desarrollo, en el que se encuentran muchos de los minerales críticos, ya que sus gobiernos buscan formas de proteger sus intereses y hacer crecer sus economías. Algunos, como el asediado presidente de la República Democrática del Congo (RDC), Félix Tshisekedi, se ha declarado dispuesto a ofrecer a Washington el acceso a minerales importantes como el cobalto, el cobre y el litio, el control operativo de un puerto de aguas profundas que sirva de centro de exportación, y el establecimiento de una reserva conjunta de minerales estratégicos a cambio de la ayuda estadounidense para derrotar a las fuerzas rebeldes del M23 que amenazan su régimen. Además, al ser el acceso ininterrumpido a las cadenas de suministro de minerales críticos, desde la mina hasta el mercado, tan codiciado, estos países ahora atraen un gran interés inversor por parte de los principales fondos soberanos, especialmente los de países del Golfo como Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Catar. Estos países tratan de desarrollar recursos minerales económicamente viables en su territorio, al tiempo que adquieren activamente participaciones en el sector minero mundial e invierten en el refinado y la producción de diversas aplicaciones en sus jurisdicciones. También están realizando importantes inversiones en la adquisición y el desarrollo de tecnologías de IA soberanas.

Detrás de la explosiva disputa por los recursos minerales críticos está la constatación por parte de Washington de que China ha tenido éxito, de forma rápida y con determinación, en la innovación, el diseño y la producción asequible tanto de tecnologías de descarbonización como de inteligencia artificial, un resultado impensable para sus competidores hace apenas unos años. La pugna por los minerales, para ayudar a romper con el ecosistema industrial dominante de China que incluye importantes cadenas de suministro mundiales, amenaza ahora con “refundir” partes del mundo en desarrollo en una mera geografía de la extracción, que recuerda a las prácticas coloniales que se consideraban cosa del pasado. Además, los ambiciosos esfuerzos de diversificación económica por parte de los Estados del Golfo en la creación de importantes capacidades a lo largo de las cadenas de suministro de estas tecnologías plantean importantes interrogantes sobre la forma en que afectarán a las rivalidades geoeconómicas y geopolíticas entre EEUU y China.

Para entender cómo el comportamiento errático, las tendencias autocráticas y la polémica rivalidad geoeconómica afectarán a los cambios económicos radicales de la descarbonización y la digitalización en la era de la crisis climática, es importante echar la vista atrás y ver qué hizo de estas transiciones industriales una condición sine qua non para la economía mundial del siglo XXI.

 

El Acuerdo de París y la cuarta revolución industrial

Tras el acuerdo de París de 2015 y los efectos de la pandemia de Covid-19 que paralizó la economía mundial, las naciones de todo el mundo acordaron que la descarbonización y la digitalización serían las áreas en las que se centraría la industria en las próximas décadas. La descarbonización, en particular la electrificación del transporte y el despliegue de energías renovables, se entendieron como respuestas industriales a la crisis climática para evitar que las temperaturas suban más de 2ºC. La digitalización también se debatió en el contexto de la desmaterialización de la economía global, que complementaría otros esfuerzos climáticos, profundizaría los lazos de interdependencia e interconectividad global, e impulsaría la eficiencia en la producción manteniendo un alto crecimiento económico.

Estos dos cambios radicales hicieron necesaria una gran cantidad de minerales críticos que incluyen tierras raras, litio, cobalto, pero también germanio, cobre, níquel y manganeso. Las principales economías crearon listas de minerales críticos que se actualizan periódicamente. Pronto quedó claro para los competidores industriales de China, que esperaban volver a ser líderes de esta próxima transición económica, que Pekín dominaba las cadenas de suministro clave desde la mina hasta el mercado. Además, China había roto el código de aumentar la producción de vehículos eléctricos asequibles y energías renovables, dejando a EEUU, Europa y otras economías industriales considerablemente rezagadas. La conmoción condujo a la adopción de Chips Acts en algunas jurisdicciones, a la Asociación para la Seguridad de los Minerales Críticos y a los esfuerzos de EEUU para desvincular las cadenas de suministro de minerales críticos de China mediante la deslocalización cercana, la deslocalización amistosa, la deslocalización interna y la creación de resiliencia basada en la diversificación.

 

«El clima ya no es importante, pero  el dominio estadounidense del imperio tecnológico se ha convertido en prioridad y, como resultado, también lo ha sido  la carrera por asegurar las cadenas de suministro de minerales críticos»

 

En los últimos años, por tanto, los minerales críticos han sido una de las principales preocupaciones de las economías industriales y, en consecuencia, la listas no ha dejado de ampliarse. En un giro de 180 grados, los competidores de China –que habían considerado la política industrial un anatema– abandonaron su apoyo a la Organización Mundial del Comercio y a la globalización en favor de subvenciones y planes para construir sus propios mercados nacionales y frenar la capacidad de China para dominar estas prometedoras industrias. Según un informe del Fondo Monetario Internacional de 2024, la formulación de políticas industriales, que había pasado de moda entre los países desarrollados, dio paso a más de 2.500 intervenciones de política industrial en todo el mundo solo en 2023. Dos tercios de ellas distorsionaban el comercio y discriminaban los intereses comerciales extranjeros. Las economías avanzadas declaraban abiertamente que ahora estaba justificado hacer intervenciones selectivas para hacer más competitivos a los productores nacionales y promover el crecimiento en determinadas industrias. Los sectores más activos eran los productos de doble uso militar-civil y tecnologías avanzadas, incluidos los semiconductores y las tecnologías de bajas emisiones de carbono, así como sus componentes, como los minerales críticos. En lugar de la globalización abierta surgió un nuevo mundo de “clubes” y “barreras”.

Con el tiempo, el revuelo en torno a los minerales críticos alcanzó tales cotas que, en abril de 2024, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, anunció el lanzamiento de un nuevo panel sobre Materiales Críticos de Transición Energética que abordaría cuestiones relacionadas con la equidad, la transparencia, la inversión, la sostenibilidad y los derechos humanos. Guterres declaró que “para los países en desarrollo, los minerales críticos son una oportunidad crucial: crean puestos de trabajo, diversifican las economías y aumentan drásticamente los ingresos. Pero solo si se gestionan adecuadamente. La carrera hacia las cero emisiones netas no puede pisotear a los pobres. La revolución de las energías renovables está en marcha, pero debemos guiarla hacia la justicia”. Para garantizar la participación de todo el mundo, el grupo de expertos estaba formado por 23 países, entre ellos la Unión Europea (UE) y la Unión Africana (UA), pero también EEUU y China, además de un amplio abanico de organizaciones no gubernamentales. Era un intento de responder a un frenesí extractivo que amenazaba con reducir el mundo en desarrollo a un mero espacio de extracción sin valor añadido ni beneficio para sus economías, infraestructuras y producción de conocimiento. Más allá de este panel, otros grupos de la ONU también habían trabajado en minerales críticos, incluida la Iniciativa para la Garantía de la Minería Responsable (IRMA 2024) con el objetivo de ayudar a preservar la ecología especialmente a la luz de la competencia por los minerales y el nacionalismo de los recursos.

Además, en parte para frenar la ventaja de precios de China, a lo largo de toda la cadena de suministro los principales actores industriales –encabezados por la UE como principal potencia reguladora y organismo normativo– desarrollaron lo que se conoce como normas ASG, destinadas a responder a las implicaciones sociales, de gobernanza y medioambientales de lo que se está convirtiendo en un patrón de tasas frenéticas de extracción. La aplicación de las normas ASG obligaría a gobiernos, empresas, agentes financieros y sociedad civil a gestionar lo que es un conjunto complejo y cambiante de oportunidades y retos económicos, medioambientales, sociales y culturales. En estos esfuerzos, la UE ha estado a la vanguardia de la elaboración de marcos ASG, exigiendo requisitos de divulgación, diligencia debida y clasificación que se adhieran a sus estándares.

Incluso mientras crecía la preocupación entre los competidores de China, la comunidad internacional seguía manteniendo la emergencia climática como lógica de estas rápidas transiciones. Hoy, sin embargo, las cosas han dado un giro radical y preocupante. El regreso de Trump a la Casa Blanca ha introducido un tono más agresivo y transaccional en los marcos del comercio, los minerales críticos y la seguridad. El clima ya no es importante, pero el dominio estadounidense del imperio tecnológico se ha convertido en la prioridad número uno y, como resultado, también lo ha sido la carrera por asegurar las cadenas de suministro de minerales críticos en nombre de la IA y las industrias de defensa.

Los aranceles aplicados por EEUU a aliados, socios de confianza y rivales por igual han puesto en jaque los acuerdos comerciales y las cadenas de suministro. Los principales actores industriales están tomando represalias contra las políticas de Washington, además de buscar formas de colaborar entre sí para responder con mayor eficacia. Por otro lado, las repetidas declaraciones de Washington sobre yacimientos minerales críticos en jurisdicciones hasta ahora inexplotadas (Groenlandia y Ucrania, por ejemplo) cuya segurdiad debe garantizar EEUU, son alarmantes, pero también engañosas, porque muchos de estos “supuestos” yacimientos no han pasado de la fase de exploración. Descubrir un yacimiento mineral, cartografiarlo, examinar la ley del mineral y evaluar su viabilidad económica para la extracción es un proceso largo y financieramente costoso. Requiere años de planificación para poner en marcha la financiación y, por supuesto, un entorno político estable para atraer la inversión. Y lo que es más importante, se necesita más de una década para que una nueva mina entre en funcionamiento.

 

El papel del Sur Global en la pugna por los minerales críticos

El actual enfoque de mano dura de Washington para asegurarse minerales críticos, que ha degenerado en una búsqueda moderna del vellocino de oro, podría resultar contraproducente, ya que las naciones en desarrollo podrían no alinearse. Ni los ricos yacimientos del mundo en desarrollo ni las inversiones del Golfo en estas cadenas de suministro beneficiarán necesariamente a EEUU en exclusiva frente a otras grandes potencias industriales. China y la UE mantienen una fuerte presencia en el Sur Global. En concreto, China ha invertido durante décadas en la economía real de estos países y los ha vinculado a su iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI).

Europa también ha mantenido importantes asociaciones con el mundo en desarrollo, ha lanzado la iniciativa Global Gateway y está ampliando su diplomacia de los minerales críticos. De hecho, la UE podría ayudar a mediar en una respuesta multilateral coordinada a la carrera de los minerales críticos para garantizar que el nacionalismo de los recursos y las prácticas depredadoras no sean los marcos bajo los cuales se obtienen estos recursos. Un resultado de este tipo sería, sin duda, bienvenido y hay una serie de organizaciones internacionales bajo cuyos auspicios podría acordarse un pacto de este tipo (IRENA, ONU, AIE, por citar algunas), intentando así limitar el impacto de las rivalidades geopolíticas.

En África, las naciones toman nota del interés de EEUU por sus minerales, pero dejan claro que el acceso a ellos implica que también hay que dar prioridad al continente y a sus gentes. Además, la Unión Africana ha elaborado una Estrategia de Recursos Minerales para una Transición Justa y un Futuro Descarbonizado en la que expone su intención de que “África aproveche las cadenas de valor de los minerales verdes para una industrialización y electrificación equitativas basadas en los recursos, creando tecnologías verdes y un desarrollo sostenible que mejore la calidad de vida de su población.”

Los Estados del Golfo, por su parte, aunque mantienen fuertes lazos políticos y de seguridad con EEUU, también se han convertido en potencias regionales que han vuelto a conectar el Golfo con África Oriental y el océano Índico. Además, han desarrollado fuertes vínculos económicos y comerciales con China en el sector de los combustibles fósiles, la electrificación del transporte, el desarrollo de la IA, los productos farmacéuticos, la producción alimentaria, el turismo y otras industrias a través de la BRI.

Por otro lado, como el Golfo representa la subregión más urbanizada del mundo, se ha convertido en un consumidor creciente de sus reservas de combustibles fósiles, lo que pone a prueba sus exportaciones. Este es uno de los motivos clave por los que los países del Golfo tratan activamente de ecologizar sus economías. Solo Arabia Saudí es el noveno país del mundo en consumo de gasolina y el cuarto en consumo de gasolina per cápita. Se espera que las ventas de coches aumenten, lo que impulsará al Reino a invertir, a través de su fondo soberano (SWF) y su fondo público de inversión (PIF), en la producción local tanto de coches eléctricos como de litio. En esta misma línea, el objetivo declarado de EAU es alcanzar una cuota del 50% de vehículos eléctricos en las ventas totales de automóviles para 2050, lo que contribuiría a reducir en un 40% el consumo energético del sector. Los fabricantes chinos de vehículos eléctricos se han dirigido a este lucrativo mercado y han tomado la delantera en ventas, ofreciendo modelos con tecnología punta, precios competitivos y una autonomía impresionante.

Dado su firme deseo de electrificar el transporte y, al mismo tiempo, destacar en innovación, los Estados del Golfo han aprovechado su posición para invertir en minerales crítico e IA, trabajando tanto con EEUU y China como con otros socios. La estrategia de inversión de sus fondos soberanos está impulsada por una alta tasa de rentabilidad y la adquisición de futuras industrias vinculadas a la innovación y la descarbonización. Algunas de sus inversiones se han enmarcado estratégicamente como esfuerzos para ayudar a reducir la dependencia mineral de China, mientras que otras son participaciones en empresas minerales globales que hacen negocios con China y EEUU. En 2023, Arabia Saudí, por ejemplo, realizó una importante inversión en la minera brasileña Vale, un proveedor de mineral de hierro que explota minas de níquel y cobre en varios países. El mayor cliente de Vale es China. Los Estados del Golfo se posicionan como mediadores, facilitadores e intermediarios que trabajan para producir los mejores beneficios para sus propias naciones. En este sentido, varios Estados del Golfo se han adherido a los BRICS+, la I2U2, la IMEC, la BRI y otras organizaciones.

 

Conclusiones

La carrera por los minerales críticos está destinada a intensificarse a medida que continúen la descarbonización y la digitalización de la economía mundial. China dominará las cadenas de suministro mundiales, mientras que sus competidores seguirán relocalizando, deslocalizando y desarrollando resiliencia para competir. Bajo la administración Trump, las guerras comerciales y el tono transaccional en la construcción de cadenas de suministro alternativas se intensificarán. No está claro qué impacto tendrá en el mundo en desarrollo. Las naciones en desarrollo ricas en minerales buscarán formas de utilizar mejor sus recursos para obtener una ventaja económica general y conservar su capacidad de acción en las negociaciones. La cantidad de recursos necesarios afectará negativamente a la salud de los ecosistemas y las sociedades, sobre todo si se sacrifican las normas ASG en la pugna. El polémico clima geopolítico pondrá a prueba su resistencia y fortaleza, dados los elevados costes de verse envueltos en la competición entre superpotencias. En consecuencia, los Estados del Golfo mantendrán su autonomía y capacidad de acción colaborando tanto con EEUU como con China para expandir y diversificar sus economías. Son actores regionales significativos cuya influencia ha crecido debido a su riqueza, pero se ha profundizado debido a la elaboración de sus políticas estratégicas. En última instancia, el hecho de que la descarbonización y la cuarta revolución industrial se conviertan en una lucha será perjudicial para todos: por las aportaciones, las cadenas de suministro “diseñadas geopolíticamente”, la creación de barreras tecnológicas y de conocimiento, más exclusiones e inequidades que engendran soluciones securitizadas a los desafíos globales./