INFORME SEMANAL DE POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 1050

#ISPE 1050. 18 septiembre 2017

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En su discurso de bienvenida al papa Francisco, el presidente Juan Manuel Santos se refirió a la parábola del hijo pródigo para justificar el proceso de paz y las facilidades a la integración política de las guerrillas de las FARC, reconvertidas en partido político: la FARC (Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común).

Se trata de una forma de romper con su pasado pero sin renunciar a él, pese a que la sigla evoca para muchos terror y sangre. De alguna manera, la visita papal sacramentó el proceso. El viejo adagio Roma locuta, disputa finita confirmó su vigencia en uno de los países más católicos del mundo, renovando el ánimo de reconciliación nacional.

No debería extrañar. En 1990 la tasa de homicidios en Colombia fue de 439 por 100.000 habitantes. En El Salvador, hoy el país no en guerra más violento del mundo, esa tasa es de 93 (2,0 en la UE). Tras la entrega el 15 de agosto por las FARC de sus últimas armas, la guerra en Colombia ha terminado. Los dos últimos años han sido los menos violentos en 50 años. Y la tasa de homicidios es la más baja de los últimos 40. El secuestro pasó de 3.400 en 2000 a 207 en 2016. Hace un lustro había 894 atentados. En 2016 fueron 212. De los 500 soldados muertos en combate de media durante la última década, se pasó a 113 en 2016; y los heridos de 2.600 a 1.263.

Todo ello confirma que las FARC sí eran el principal factor de violencia y que su desarme resuelve buena parte de los problemas de orden público. Pero el proceso no es una panacea. El Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Clan del Golfo tienen 9.000 hombres en armas, fuera de sus redes de activistas y simpatizantes, que…

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