Autor: Itxaso Domínguez de Olazábal
Editorial: Libros de la Catarata
Fecha: 2022
Páginas: 224
Lugar: Madrid

Israel-Palestina: la segregación y la discriminación institucionalizadas

La cuestión israelo-palestina, como expone este libro, no es un conflicto tradicional enquistado, ni siquiera un conflicto sui generis étniconacional o religioso; tampoco es un conflicto resoluble por medios convencionales en que las dos partes puedan lograr simultáneamente una parte de sus aspiraciones y puedan vivir a la par y en paz. Es un problema de colonialismo, con todo lo que implica de violencia estructural
Isaías Barreñada Bajo
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Hay conflictos de larga duración no resueltos que están invisibilizados y apenas concitan el interés de los medios, salvo cuando se viven estallidos de violencia o cuando afectan los intereses sensibles de ciertos estados. Sin embargo, hay un conflicto que, desde hace décadas, está hipermediatizado, se le presta una atención continua y ocupa un espacio casi permanente en las secciones de actualidad internacional de los periódicos y en los centros de análisis. Todo lo que rodea a Israel y a su belicosa relación con los países árabes es el ejemplo paradigmático de infodemia, sin duda inducida, que no solo satura, sino que encubre y propicia en muchos casos más desinformación y manipulación que un conocimiento cabal del problema.

El volumen de análisis y de estudios sobre Israel y Palestina es inabarcable, aunque en su mayor parte se trata de meras repeticiones o variaciones sobre el mismo tema. Los aportes novedosos y originales son pocos, y sin lugar a duda los más interesantes proceden de los propios actores, y en particular de una nueva generación de analistas palestinos e israelíes críticos, que desde el terreno o desde la diáspora académica a la que han sido condenados, vienen haciendo contribuciones que sacuden las tradicionales interpretaciones de la cuestión israelo-palestina y obligan a repensarla con otras coordenadas. Y lo que es más importante: son análisis que impugnan radicalmente la manera en que se ha explicado la cuestión israelo-palestina hasta ahora y también las maneras en que se ha intentado resolver.

El libro de Itxaso Domínguez de Olazábal se inscribe claramente en este cambio de paradigma epistemológico e interpretativo. La autora es una buena conocedora de las principales aportaciones de los estudios críticos y decoloniales palestinos, además de tener una vivencia directa de la realidad del país y de su población. No sobra decir que es un referente en España de la relectura e reinterpretación de la cuestión palestina, claramente a contracorriente con la mayor parte de los análisis clásicos y convencionales.

Como señala en sus primeras páginas, la obra no pretende ser un estudio simultáneo y paralelo de Israel y Palestina ni de los intentos fallidos de resolución del conflicto, sino una explicación crítica de la realidad de Palestina. El título es contundente y lo dice todo: ocupación, colonización, segregación. Estas son las tres dimensiones estructurales y estructurantes de la realidad palestina: el colonialismo de asentamiento y la limpieza étnica que están en el origen del problema, la anómala ocupación de Cisjordania y Gaza en 1967 y que perdura hasta hoy en día, y la cuestión del apartheid que afecta a todos los palestinos.

La obra tiene una estructura clara y muy pedagógica. Parte de la piedra angular: la colonización sionista, la nakba (la catástrofe de 1948-1949) y la fragmentación de la población autóctona. Expone el debate actual sobre el marco interpretativo de la cuestión palestina, señalando los elementos esenciales de la crítica decolonial aplicada a palestina. Analiza las tres dimensiones constituyentes de la palestinidad: los palestinos de las áreas ocupadas (los palestinos del 67), los palestinos con ciudadanía israelí (los palestinos del 48) y la diáspora de refugiados y emigrados. Aborda en un capítulo el papel de la comunidad internacional que ha contribuido al agravamiento y a la no resolución de esta situación. Y plantea finalmente una serie de reflexiones sobre los diferentes repertorios de resistencia que cuestionan y que han ido sustituyendo a las formas tradicionales del movimiento de liberación nacional palestino, la Organización para la Liberación de Palestina. A modo de colaboración-epílogo, la jurista chileno-palestina Nadia Silhi Chahin reflexiona sobre el derecho aplicable y la solidaridad con los palestinos. La obra se completa una cronología básica, y una muy acertada sección de recomendaciones bibliográficas y de recursos. Este itinerario se lleva a cabo con un rigor inexorable y exacto, atreviéndose a utilizar conceptos y términos como supremacismo, racismo, apartheid o deslegitimación, que hoy son habituales en los estudios críticos sobre la cuestión palestina pero que siguen siendo tabú en la mayor parte del discurso público en España y en Europa.

La lectura del libro da pie a algunas reflexiones generales. La primera es que la cuestión israelo-palestina, como bien expone la autora, no es un conflicto tradicional enquistado, ni siquiera un conflicto sui generis étniconacional o religioso; tampoco es un conflicto resoluble por medios convencionales en que las dos partes puedan lograr simultáneamente una parte de sus aspiraciones y puedan vivir a la par y en paz. Es un problema de colonialismo, con todo lo que implica de violencia estructural, no resuelto en su momento y que ha permanecido como un elemento estructurante del Estado de Israel, y que además ha sido consentido y encubierto por la comunidad internacional porque el proyecto sionista fue un producto de Europa y el Estado de Israel ha sido instrumental para las potencias occidentales. Como acertadamente escribía el eminente historiador Tony Judt en la New York Review of Books en 2003, “el problema con Israel no es, como a veces se sugiere, que sea un ‘enclave’ europeo en el mundo árabe; sino más bien que llegó demasiado tarde. Ha importado un proyecto separatista característico de finales del siglo XIX a un mundo que ha avanzado, un mundo de derechos individuales, fronteras abiertas y derecho internacional. La idea misma de un ‘Estado judío’, un estado en el que los judíos y la religión judía tienen privilegios exclusivos de los que los ciudadanos no judíos quedan excluidos para siempre, tiene sus raíces en otro tiempo y lugar. Israel, en resumen, es un anacronismo”. Es hora de revisar el relato de la legitimidad de origen de Israel.

 

«La realidad que se vive en Israel-Palestina es calificada por diversas organizaciones de derechos humanos como una situación de segregación y discriminación institucionalizada equiparable al apartheid sudafricano»

 

 

Hoy, la realidad que se vive en Israel-Palestina es calificada por diversas organizaciones de derechos humanos, por numerosos juristas internacionales relevantes y por los mismos relatores especiales de Naciones Unidas como una situación de segregación y discriminación institucionalizada equiparable al apartheid sudafricano. Cada vez más lo reconocen en voz baja los representantes diplomáticos europeos en Jerusalén. Esto ofende profundamente y pone extremadamente nerviosas a las autoridades israelíes, porque cuestiona todo su relato fundacional y sus políticas. Es una radical puesta en cuestión de su legitimidad de ejercicio (Weber), cuando ha hecho gala de ser la única democracia en Oriente Medio. Recordemos que el crimen de apartheid está definido por el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional de 2002 y de una convención internacional de Naciones Unidas. Un Estado que comete apartheid no debería ser un socio preferente de la Unión Europea y de ningún Estado que defienda los derechos humanos y el derecho internacional.

 

El relato legitimador

Fruto de un efectivo trabajo de propaganda y de presión, la mayor parte de la comunidad internacional ha adoptado y normalizado el relato legitimador del proyecto sionista (un Estado para el pueblo judío, etc.), aunque sea a costa de la desposesión y la desaparición de la población autóctona palestina. La deriva conservadora y nacionalista excluyente de Israel en las últimas décadas no sólo está generando desconcierto y preocupación. Los niveles de violencia cotidiana contra los palestinos han alcanzado cotas nunca vistas. Y por ello Israel se ha convertido en un socio incómodo para muchos. Es hora de que se revisen las políticas con un actor tan problemático.

 

«La estatalidad palestina plena es parte de la solución, pero no lo es todo; como muy bien se señala en este libro son imprescindibles otros elementos: una solución justa para los refugiados y el fin de la discriminación de los palestinos en Israel»

 

La resolución de la cuestión palestina es sin duda compleja. El proceso de Oslo fracasó esencialmente por el bloqueo israelí, que sólo pretendió legalizar los hechos consumados acumulados en décadas de ocupación. Otras iniciativas como el plan de paz de Trump (Peace to Prosperity: A Vision to Improve the Lives of the Palestinian and Israeli People, 2020) han sido simplemente provocaciones gratuitas e insolentes. La Asamblea General Naciones Unidas estableció en la resolución 3236 (XXIX), de 22 de noviembre de 1974, los llamados derechos inalienables del pueblo palestino, que incluían la libre determinación, la independencia y soberanía nacionales, y el derecho al retorno de los refugiados. Y señaló que constituían elementos básicos de la resolución del problema. Desde 1994 hay un remedo de estado palestino en Cisjordania y Gaza, que no es soberano y depende de la ayuda internacional. La estatalidad palestina plena es parte de la solución, pero no lo es todo; como muy bien se señala en este libro son imprescindibles otros elementos: una solución justa para los refugiados y el fin de la discriminación de los palestinos en Israel. En suma, Israel debe redefinirse como proyecto estatal sobre bases democráticas y no étnicas excluyentes.

En conclusión, éste no sólo es un libro muy recomendable para quien quiera asomarse al caso israelo-palestino porque aporta los elementos esenciales para su comprensión. Al mismo tiempo es un trabajo de lectura obligada para aquellas personas que conociendo esta cuestión son conscientes de que el bloqueo de la cuestión israelo-palestina requiere quizás el planteamiento de otras preguntas, explorar otras interpretaciones y seguramente la necesidad de llamar las cosas por su nombre, asumir su significado y ser coherente con ello, empezando con los términos: colonialismo, ocupación y apartheid.