POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 200

Sergio Mattarella y Mario Draghi en la toma de posesión del nuevo gobierno en el palacio del Quirinal (Roma,13 de febrero de 2021). GETTY

Italia al límite

Más allá del frenesí mediático que rodea el nombramiento de Draghi, el futuro jefe de gobierno se enfrentará a enormes desafíos mientras intenta poner en práctica el plan de reformas más ambicioso del país en décadas.
Andrea Dessì
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Mario Draghi es una buena noticia para Italia. Actualmente, el país se encuentra al borde del abismo debido a la superposición de crisis ‒política, económica y sanitaria‒, agravadas aún más por años de mala gestión del sector público, una deuda creciente y la desilusión popular cada vez mayor con la política en general y con los partidos tradicionales en particular. Sumadas, estas tendencias han conducido a repetidas crisis de gobierno en medio de un crecimiento económico anémico y del auge del populismo de derecha e izquierda, lo cual ha debilitado la posición y la credibilidad internacional de Italia. Con ello, ha quedado de manifiesto que los desafíos estructurales internos de un país repercuten inevitablemente en su política exterior.

El expresidente del Banco Central Europeo (BCE) y exgobernador del Banco de Italia es una elección impecable como primer ministro. Su carrera emana un lustre de respetabilidad internacional, experiencia y confianza sin parangón en la reciente historia política del país. Lo más importante de todo es que Draghi representa una fuente de tranquilidad para los aliados tradicionales de Italia en Europa y Estados Unidos, así como para los mercados y los inversores que miran con preocupación un país ‒la tercera economía de Europa‒ cuya deuda pública se prevé que se dispare a cotas aún mayores (alrededor del 160% del PIB) debido a los costes sin precedentes de la pandemia.

Super Mario cuenta con más de un 60% de aprobación en las encuestas realizadas en Italia, y muchos reconocen que posiblemente sea la mejor elección para el puesto en las actuales circunstancias. Su reputación es tal que los partidos políticos, semanas antes enfrentados por casi todo, han vuelto a alinearse y han otorgado un respaldo casi unánime al primer ministro y su “gabinete de crisis”. Está claro que casi nadie quería decir no…

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