Autor: Ian Kershaw
Editorial: Crítica
Fecha: 2022
Páginas: 576
Lugar: Barcelona

La era de los líderes

Este no es un libro de semblanzas biográficas de personajes ya muy bien conocidos, sino algo mucho más interesante: una serie de ensayos interpretativos sobre la forma en que personas excepcionales alcanzan el poder, cómo lo utilizan y cuál es su legado. Es, por lo tanto, una guía muy útil sobre dónde nos puede llevar un líder en el ejercicio del poder.
Julio Crespo MacLennan
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¿Es la historia la biografía de los que ostentan el poder? Si bien esta idea resulta simplista, el hecho es que el siglo XX europeo es el resultado de las decisiones tomadas por un pequeño grupo de líderes políticos. Paradójicamente, el siglo pasado, en el que más ha avanzado la democracia, es también el periodo histórico en el que los grandes líderes políticos han tenido más poder.

El historiador británico Ian Kershaw, conocido principalmente por la biografía más profunda sobre Adolf Hitler, nos presenta en esta obra a una serie de personajes que pueden considerarse, según el legado de su obra, los forjadores o destructores de la Europa moderna. Se dividen en tres grupos. Primero los grandes dictadores que operaron a gran escala y obtuvieron un impacto global: Lenin, Stalin, Hitler y Mussolini. Luego, los que tuvieron un impacto nacional como Franco y Tito. Y, finalmente, están los líderes que han marcado el siglo XX europeo: Churchill, De Gaulle, Adenauer, Thatcher, Kohl y Gorbachov.

Este no es un libro de semblanzas biográficas de personajes ya muy bien conocidos, sino algo mucho más interesante: una serie de ensayos interpretativos sobre la forma en que personas excepcionales alcanzan el poder, cómo lo utilizan y cuál es su legado. Es, por lo tanto, una guía muy útil sobre dónde nos puede llevar un líder en el ejercicio del poder.

 

De la represión a la fe ciega

El primer líder dictatorial que deja su impronta en el siglo XX es Lenin. Ocupa un lugar muy especial en la historia por liderar la revolución rusa y ser el primero en poner en práctica la ideología comunista que se iba a expandir globalmente. Dedicado en cuerpo y alma a la revolución, fue un gran teórico del comunismo y un líder mesiánico, que dejó muy claro que a los enemigos de la revolución había que eliminarlos sin contemplaciones. La represión y la persecución política inherentes a la Rusia soviética la crea Lenin; Stalin, un líder con un agudísimo instinto de supervivencia política, la aumenta exponencialmente, sobre todo debido a su obsesión patológica con los enemigos y también a que entiende claramente que sin represión no puede haber comunismo.

Con respecto los lideres del fascismo, Mussolini fue un buen ejemplo de líder carismático, hasta el punto de que, inicialmente, se ganó muchos admiradores en países democráticos. Hitler, que no era simpático como el Duce, tenia, por otro lado, un talento especial para pronunciar discursos y cautivar al público con la palabra. Los dictadores de perfil más nacional son muy distintos: Franco fue un militar con una hoja de servicios excepcional que no tenía dotes naturales de liderazgo ni apetencia por el poder, de no haber sido por las circunstancias de su país, que le llevaron a ponerse al frente del golpe contra la Segunda República. Tito tampoco era un animal político, sino un valiente guerrillero de la resistencia yugoslava contra los nazis, y eso es lo que le permitió alcanzar el poder, que ejerció con mucha eficacia durante cerca de cuarenta años.

Por lo que respecta a los lideres democráticos, Churchill, De Gaulle y Adenauer compartían una fe ciega en si mismos y el convencimiento de que estaban destinados a gobernar sus países. Solo así se entiende que un político fracasado e impopular, un militar exiliado y condenado a muerte por traición a la patria y un septuagenario recluido en un campo de concentración lograran superar circunstancias tan adversas para llegar al poder. Los tres defendían sus ideas con terquedad y tenían un concepto de la grandeza de sus países que estaba por encima de cualquier otra consideración. Esta es la explicación por la que Churchill nunca pensó en rendirse o negociar la paz con Hitler, De Gaulle no cedió hasta conseguir fundar una República a la altura de la grandeza de Francia y Adenauer se negó a permitir que Alemania dejara de ser miembro de la OTAN.

Margaret Thatcher constituye un ejemplo de liderazgo muy singular que no se ha vuelto a dar en un país democrático. Alcanzó el poder en una época en la que la política parecía ser exclusivamente para los hombres; su estilo de gobierno y sus idea dejaron una huella profunda no solo en el Reino Unido, sino en la Europa de su tiempo. Lideró una revolución conservadora en favor de la iniciativa individual y de la idea de que una sociedad próspera debe tener un estado pequeño. Su convencimiento de que el Reino Unido seguía siendo una gran potencia la llevo a ganar una guerra y también a iniciar un enfrentamiento con la Europa comunitaria cuyo resultado final ha sido el Brexit.

Gorbachov fue un tipo de líder muy distinto; careció de la fuerte personalidad y el autoritarismo que tienen todos los mencionados anteriormente y esto le permitió subir silenciosamente los escalones del poder en la Unión Soviética. Sin embargo, una vez alcanzada la presidencia de la URSS, la utilizó para introducir reformas tan profundas que provocó la desaparición del sistema en el que había vivido y del Estado al que pertenecía.

Helmut Kohl es otra rara avis entre los grandes líderes del siglo XX. Fue un alemán medio que logró alcanzar la cancillería de su país. Y, si bien tuvo aciertos que le permitieron ganar elecciones, nunca hubiera pasado a la historia de no ser por el hecho de que era el canciller alemán en un momento clave como fue el de la caída del muro de Berlín: la historia le brindó la oportunidad única de reunificar su país y él supo aprovecharla. Pero, desde luego, como bien indica Ian Kershaw, más que un líder que hace historia por sus dotes excepcionales como todos los demás, fue un líder hecho por la historia.

 

Circunstancias y personalidad

¿Son los líderes productos de circunstancias? Muchos de ellos, sí; de no ser por la Primera Guerra Mundial, Lenin no habría hecho la revolución, ni Mussolini habría fundado una dictadura fascista por mucho carisma que tuviera, y Hitler probablemente ni siquiera habría logrado tener un empleo digno, al igual que Stalin. Franco habría continuado con su carrera militar de no haber sido por el descalabro de España del 36, al igual que De Gaulle, de no haber sido porque su país fue invadido en 1940. Y, desde luego Churchill no habría llegado a primer ministro de no haber sido porque el Reino Unido necesitaba urgentemente un líder para la guerra.

Dice Ian Kershaw que el alcance del impacto histórico de un individuo adquiere mayores dimensiones en el transcurso de una terrible conmoción política o inmediatamente después de ella, cuando las estructuras se desmoronan. Pero a pesar de que los líderes son productos de circunstancias especiales, debemos tener en cuenta que si no hubiera sido por el impacto de los lideres analizados en este libro, la vida de millones de ciudadanos europeos habría sido radicalmente distinta. La personalidad de un líder desempeña un papel muy importante: así fue en el siglo XX y será también en el siglo XXI, por mucho que las fuerzas sociales y la tecnología pretendan dominar la política.