AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 66

La guerra en Ucrania podría reactivar las relaciones entre Europa y el Golfo

Para acabar con la dependencia de Rusia, Europa busca una asociación energética con los países del Golfo, pero estos mantienen una posición ambigua, con el fin de explotar su renovada relevancia.
Cinzia Bianco
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Además de en el campo de batalla, los europeos apoyan a Ucrania frente a Rusia aprovechando su importante peso en dos sectores: energía y economía. Ante los intentos de Rusia de convertir sus suministros energéticos en un arma, los europeos han tomado la determinación de acabar con su dependencia del gas y el petróleo rusos. Recientemente, la Unión Europea ha formalizado el compromiso de reducir las importaciones de gas ruso a dos tercios de aquí a 2023, y está trabajando en un embargo total del petróleo de Rusia antes de finales de 2022. Estas dinámicas, combinadas con los desequilibrios preexistentes en el mercado energético, han empujado los precios del crudo por encima de los 100 dólares el barril, sin que aún hayan tocado techo. Como es lógico, las empresas y los consumidores europeos han visto cómo se disparaba su factura de energía. Aun así, los europeos han estado pagando generosamente a Rusia, enviando cantidades que dejan pequeñas incluso las destinadas a apoyar a Ucrania, y permitiendo que el gobierno ruso, que obtiene el 40% de sus ingresos de las exportaciones de energéticas, sobreviva a las devastadoras sanciones no relacionadas con la energía.

Para hacer posible la diversificación, Europa recurrió a los principales productores de energía, especialmente de su vecindad. Esto ha impulsado su acercamiento a Argelia y a Marruecos, y ha animado a reconsiderar nuevas infraestructuras energéticas que faciliten las importaciones de los países del Mediterráneo oriental. Algunas capitales europeas también miran el gas iraní con renovado interés y, por lo tanto, redoblan sus esfuerzos para reactivar lo antes posible el Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés). Aunque el Norte de África, Irán y el Mediterráneo oriental son opciones viables a largo plazo, actualmente sus infraestructuras energéticas están abandonadas o no existen, lo cual imposibilita una solución rápida a la crisis energética de Europa. La verdadera jugada maestra sería establecer una asociación energética con las monarquías del Golfo, que podrían aumentar el suministro a Europa mucho más rápidamente y tendrían la capacidad de estabilizar el mercado energético mundial a expensas de Rusia. Sin embargo, los europeos descubrieron, para su decepción, que los productores de energía del Golfo mantenían un posicionamiento ambiguo y querían sacar provecho de su renovada relevancia.

 

 

 

Europa quiere el gas natural licuado catarí como solución a corto plazo (pero no puede tenerlo)

Los europeos se dirigieron primero a Catar, el mayor productor de gas natural licuado (GNL), aparte de Estados Unidos, tras haber acordado un aumento del suministro con los propios estadounidenses. El atractivo del GNL consiste en gran medida en su flexibilidad, ya que se puede importar incluso sin gasoductos, utilizando sencillamente buques cisterna que lo transportan hasta las terminales de importación, donde se procesa dejándolo listo para su uso. En un principio Catar respondió que su producción estaba comprometida en contratos a largo plazo con clientes asiáticos y que tenía poca capacidad sobrante para venderla en el mercado al contado. De hecho, Catar dudaba si ponerse de parte de Rusia, un interlocutor clave en el Foro de Países Exportadores de Gas (FPEG). Pero los europeos y los estadounidenses siguieron tratando de persuadir al emirato y a uno de sus clientes asiáticos para que desviaran parte del GNL contratado. A fin de apaciguar a Doha, la Unión Europea (UE) llegó a archivar la investigación de 2018 en la que acusaba a Qatar Petroleum de poner trabas a la integridad del mercado único de la UE. Los europeos empezaron entonces a negociar acuerdos de exportación a más largo plazo –en concreto, para después de 2025–, dado que Catar ya tenía previsto invertir para duplicar su capacidad de producción. En marzo, el ministro de Asuntos Exteriores italiano, Luigi Di Maio, y el de Energía alemán, Robert Habeck, viajaron al Golfo para asegurar el acuerdo. Ambos países apoyaron también la construcción de nuevas terminales de GNL.

Sin embargo, las negociaciones aún no están cerradas, y sigue habiendo dos grandes obstáculos. Alemania e Italia, así como otros actores de la UE en general que aspiran a la neutralidad en carbono para 2050, son reacios a comprometerse con la condición de Catar de que se firmen acuerdos de al menos 20 años. Además, el emirato también insiste en términos contractuales como una cláusula de destino que impediría a Berlín desviar el gas a otras zonas de Europa, una condición a la que la Unión Europea se opone firmemente. De hecho, la UE va a dar un apoyo considerable, tanto político como financiero, a un ambicioso plan para reforzar las infraestructuras que unen a sus distintos países con el fin de crear un mercado energético verdaderamente integrado. Por lo tanto, las negociaciones con Catar van a ser largas, y no estarán exentas de dificultades.

 

La cobertura extrema de Riad y Abu Dabi

El otro problema importante con el que se encuentran los europeos tiene que ver con el petróleo. Europa quiere dejar de importar petróleo ruso de aquí a finales de 2022, y aunque no cabe duda de que sustituir este combustible es más fácil que sustituir el gas, para ello tiene que asegurarse nuevos proveedores. Los acuerdos que Arabia Saudí ha firmado este año con la empresa polaca Orlen y la danesa Kalundborg Refinery pondrán a Riad en una posición privilegiada para acceder a los mercados de Polonia, República Checa, Lituania y Dinamarca, lo cual ayudará a estos países a acelerar la diversificación con respecto a Rusia. Asimismo, la empresa francesa TotalEnergies ha empezado a enviar petróleo emiratí a Europa en mayo, lo cual indica que Emiratos Árabes Unidos (EAU) también podría intensificar su posición en el continente.

 

El Norte de África, Irán y el Mediterráneo oriental son opciones a largo plazo, pero hoy carecen de infraestructuras energéticas, lo cual imposibilita una solución rápida a la crisis energética de Europa

 

Otro problema, aun más grave, que tienen los europeos con el petróleo es el del precio, que está vinculado al de otros combustibles y productos energéticos, así como al de otras materias primas, lo cual significa que su encarecimiento empeora la inflación en general. Para los gobiernos de la UE, el riesgo es que la subida de los precios quiebre el apoyo del electorado a las sanciones a Rusia, lo cual podría provocar cierta inestabilidad política interna. En otras palabras, los europeos necesitan que los precios del petróleo bajen, aunque ellos no lo compren y sea incompatible con su decidida apuesta por la descarbonización.

El origen de la subida de los precios del petróleo está en el aumento de la demanda y la disminución de la oferta, entre otras razones porque, durante meses, Rusia ha reducido deliberadamente la producción para encarecerlos. Pero si los productores aumentaran el suministro, los precios volverían a bajar. Aquí es donde Arabia Saudí, en su condición de líder de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), debería intervenir. Con una capacidad excedente conjunta de aproximadamente 2,5 millones de barriles diarios, Arabia Saudí y Emiratos podrían, en condiciones óptimas y actuando solos, reducir la presión alcista sobre los precios de la energía. Pero el efecto sería mucho mayor si animaran a todos los productores de la OPEP a extraer más crudo. Durante décadas, Riad ha ejercido su liderazgo en la OPEP de tal manera que los niveles de producción se ajustaran a la demanda con el fin de mantener los precios estables. Hasta ahora. En la actualidad, Riad ha rechazado las múltiples peticiones de aumento de la producción de petróleo para hacer bajar los precios; peticiones realizadas a través de una llamada telefónica entre el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el rey Salmán, una visita a Riad del coordinador de la Casa Blanca para Oriente Medio y el Norte de África, Brett McGurk, y el enviado del Departamento de Estado para Asuntos Energéticos, Amos Hochstein, y una llamada telefónica entre el presidente francés, Emmanuel Macron, y el príncipe heredero, además de una visita en persona del primer ministro británico Boris Johnson.

Arabia Saudí está involucrada en una práctica política nueva –la cobertura (o hedging) estratégica extrema– entre Rusia y Estados Unidos, con los europeos como daño colateral. El príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán, y su homólogo emiratí, Mohamed bin Zayed, han mantenido conversaciones frecuentes con el presidente ruso Vladímir Putin, quien los ha disuadido de mostrarse beligerantes en el mercado energético. Riad y Abu Dabi han renovado repetidamente su compromiso con el acuerdo de calendario de producción firmado en 2020 por Rusia y los miembros de la OPEP en el llamado formato OPEP+. En aquel entonces, a Riad le bastaron pocas semanas para obligar a Moscú a sentarse a la mesa de negociaciones inundando de oferta el mercado de petróleo a fin de hundir los precios, y llegó incluso a vender directamente a los clientes tradicionales de Rusia en el este de Europa. En cambio, esta vez, por razones puramente geopolíticas, no está dispuesto siquiera a regular el mercado. De momento, Abu Dabi está de acuerdo.

Esto no quiere decir que Arabia Saudí o Emiratos consideren a Rusia un socio estratégico. A pesar de haber firmado acuerdos estratégicos con ambos, Rusia no está en condiciones de sustituir a Estados Unidos como garante de la seguridad en la zona o como socio estratégico en materia de defensa. El objetivo de Rusia en Siria y Libia coincide con el de Emiratos, pero las políticas de ambos son oportunistas. Aunque en los últimos tiempos Rusia haya intentado utilizar el acuerdo nuclear con Irán como palanca contra las sanciones occidentales, durante mucho tiempo se ha resistido a los intentos saudíes de contener geopolíticamente a la república islámica. De hecho, la negativa de las monarquías del Golfo a ponerse del lado de Estados Unidos y Europa contra Rusia no tiene que ver con esta última. De lo que se trata es de enviar un mensaje de descontento a Estados Unidos, a quien ven empeñado en abandonar su papel tradicional de garante de su seguridad –lo que significa que creen que Washington tiene menos que ofrecer y menos con lo que amenazar que antes– mientras intenta reactivar el acuerdo nuclear con Irán.

 

 

 

¿Lazos verdes?

Los europeos, que tienen mucha menos influencia en el Golfo que Estados Unidos, no pueden intervenir realmente en la cobertura estratégica del Golfo en plena multipolaridad competitiva entre Washington, Moscú y, también, Pekín. Sin embargo, tienen mucho que ofrecer a los países del Golfo, productores de energía. Les deberían enviar un mensaje claro de que formar ahora una sólida asociación energética con Europa sería no solo un intento a corto plazo de aventajar a Rusia, sino también un eslabón de una estrategia para la transición ecológica que se prolongará durante décadas y que reduciría al mínimo los riesgos de inestabilidad política y económica, especialmente en sus propios países. La energía ocupará un lugar destacado en el próximo Programa de Acción Conjunta Unión Europa-Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), lo que significa que los países europeos consideran a las monarquías del Golfo fuente clave de energía verde y socios inversores en este sector.

Para los europeos, la energía verde –y el hidrógeno verde en particular– podría ser decisiva en sus esfuerzos por lograr la neutralidad de carbono en 2050 sin alterar la seguridad energética. Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Omán están a la vanguardia de la producción de hidrógeno verde en la región MENA (Oriente Medio y Norte de África), y no solo en ella. Por ejemplo, el proyecto 2GW de Arabia Saudí en NEOM –una megalópolis prevista cerca de las fronteras de Egipto y Jordania– se propone producir hidrógeno verde a entre 1,5 y 1,95 dólares el kilo, mientras que la Unión Europea suele calcular que el hidrógeno de producción nacional costará entre tres y seis dólares el kilo. NEOM quiere empezar a exportar a partir de 2025, quizá a Europa. Alemania firmó en 2021 un memorando de entendimiento con Arabia Saudí para «promover la cooperación bilateral para la producción, el procesamiento, la aplicación y el transporte de hidrógeno limpio». Frans Timmermans, vicepresidente ejecutivo de la Comisión Europea para el Pacto Verde Europeo, inició un diálogo exploratorio con el ministro de Energía saudí, Abdulaziz bin Salman, en el Foro Internacional de la Energía 2021, sobre la posibilidad de una conducción de hidrógeno hacia la UE. No obstante, el desarrollo del hidrógeno verde requerirá una inversión a gran escala, una mejora considerable de las infraestructuras energéticas y la construcción de otras nuevas, como tuberías preparadas especialmente, una red de repostaje en puertos y terminales de importación, y parques de energía renovable equipados con electrolizadores. Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos e incluso Omán están bien situados para llevar a cabo estas tareas más rápidamente que otros grandes productores de energía, pero solo lo harán si confían en que habrá mercado para el hidrógeno verde.

 

Los países europeos consideran a las monarquías del Golfo fuente clave de energía verde –el hidrógeno verde en particular– y socios inversores en este sector

 

Por lo tanto, los europeos tienen que enviar una señal clara al Consejo de Cooperación del Golfo de que importarán grandes cantidades de hidrógeno verde en un periodo de tiempo determinado. Para ello deberían abandonar su enfoque bilateral disperso y elaborar un mensaje coherente en toda la UE. Estos pasos harían que la Unión volviera a ser un mercado de exportación clave para el CCG, algo que el bloque podría utilizar como una nueva fuente de presión sobre las monarquías del Golfo. La UE podría adquirir influencia sobre la estrategia del CCG para desarrollar infraestructuras energéticas que conectaran la región con Europa. Y al revés, los europeos deberían evitar la dependencia energética del Golfo –y la capacidad de influencia que esto reportaría al CCG– teniendo en cuenta la necesidad de diversificación y autosuficiencia a largo plazo.

Si los europeos son capaces de configurar sus nuevas relaciones con las monarquías del Golfo de manera que tomen en consideración la transición energética de los combustibles fósiles a la energía verde, habrán encontrado una fórmula que combine las necesidades de seguridad energética con las de seguridad climática, dos cuestiones que siguen teniendo gran importancia en la política europea. Además, habrán aprendido de su excesiva dependencia de Rusia que las fuentes de energía deben formar parte de una cartera diversificada, que es necesario pensar a largo plazo, y que energía y geopolítica son inseparables. Estas tres consideraciones se reflejarán en los nuevos lazos energéticos entre Europa y el Golfo./