La nuclear es la única industria que localiza, controla y gestiona sus residuos. Se tiene la tecnología de reprocesado y la ciencia para transmutarlos en inocuos. La humanidad no va a renunciar al inmenso provecho que supone la extraordinaria densidad de energía del átomo.
Hacer un alegato a favor de la energía nuclear puede estar entre los actos que conciten más antipatía en la actualidad. Sin embargo, el convencimiento de la inevitabilidad de la adopción por la humanidad de este método industrial para obtener energía eléctrica anima a ello. También sirve de acicate compensar la desinformación, interesada o no, que se ha generado en torno a una energía cuyas ventajas superan sus inconvenientes y, sobre todo, a los de las otras fuentes de energía.
Planteemos esa inevitabilidad en términos globales, sirviéndonos de tres tablas extraídas de Wikipedia: la del Índice de Desarrollo Humano (IDH) de los países, la del consumo de energía per cápita y la de la población. En el eje vertical ponemos el IDH y en el horizontal el consumo de energía en toneladas equivalentes de petróleo (Tep) por persona y año, asignándole un punto a cada país del mundo. Solo se etiquetan el punto correspondiente a España y China, el primero como referencia y el segundo, porque todo lo que haga ese inmenso y dinámico país afecta al mundo entero…

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