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La juventud árabe se levanta: los marcos son muy distintos

Carta a los lectores
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Europa no puede sustraerse al imperativo moral de apoyar los movimientos democráticos de sus vecinos de las orillas sur y oriental del Mediterráneo. No vale la coartada de las consecuencias electorales de una inmigración que concede ventajas recientes a las posiciones xenófobas, ni tampoco las dificultades económicas de los países periféricos de la Unión Europea.

El camino de las reformas de los países árabes tropieza con el reto de la viabilidad económica, que puede hacerlas descarrilar. El hasta ahora imperante modelo económico-político del “capitalismo de los amigos” congelaba iniciativas, pero proporcionaba tranquilidad a los inversores occidentales y a los mercados financieros. El interrogante del cambio es inquietante. Sin embargo, ahí está el tránsito de las dictaduras hacia las democracias de Corea, Taiwan, Filipinas o también Chile.

Túnez precisa, según estimaciones de las nuevas autoridades, unos 5.000 millones de dólares de ayuda durante cinco años. El coste, ha dicho el Premio Nobel de economía Joseph Stiglitz, equivale al de unas pocas semanas de guerra en Afganistán; cantidad insignificante frente a los miles de millones gastados en la guerra de Irak. Los fondos por habitante destinados por la UE a los países mediterráneos solo representan una treintava parte de los acordados para los países del centro y este de Europa (Pecos).

El Mediterráneo es una pieza estratégica en el aprovisionamiento de petróleo y gas de los países del sur de Europa: cercanía, refinerías adaptadas a los crudos ligeros de bajo contenido en azufre, etcétera. La región MENA (Oriente Próximo y norte de África) tiene el 60 por cien de las reservas probadas de petróleo y a la vez proporciona el 50 por cien de las exportaciones mundiales. Un 45 por cien de las reservas de gas natural se encuentran en la zona y tienen una importancia creciente para el aprovisionamiento europeo, todavía…

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