Autor: Miguel Ángel Benedicto (coordinador)
Editorial: Tirant Humanidades
Fecha: 2023
Páginas: 328
Lugar: Valencia

La Unión Europea como poder global

Guiados en sus análisis por un europeísmo crítico, contrario a un globalismo de cortas miras, Miguel Ángel Benedicto y una pléyade de especialistas diseccionan el estado actual de la UE, poniendo en valor su trayectoria, pero también enumerando errores pretéritos con la finalidad de convertirlos en aciertos presentes.
Alfredo Crespo Alcázar
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La Unión Europea viene acometiendo un buen número de retos desde hace más de una década, empezando por la crisis económica de 2008 y continuando por la crisis de los refugiados sirios (2015) y el referendo británico que certificó el Brexit (2016). La penúltima etapa parecía la respuesta dada a la pandemia de Covid-19 y sus efectos devastadores. Sin embargo, no ha sido así y la propia dinámica internacional ha puesto a prueba el proceso de integración europea, en concreto a aquella parte del mismo relacionada con la diplomacia, la política exterior y la seguridad y la defensa. Como el lector podrá intuir, el acontecimiento particular al que nos referimos sin citarlo aún es la agresión de Rusia a Ucrania iniciada en febrero de 2022.

¿Qué consecuencias ha tenido para la UE? Contestar a esta pregunta exige conocimiento académico y rigor científico, rasgos ambos que permean por la obra que coordina el profesor Miguel Ángel Benedicto y en la que toman parte una pléyade de especialistas en relaciones internacionales. Todos ellos se guían en sus análisis por un europeísmo crítico, contrario a un globalismo de cortas miras. El resultado es un todo coherente que combina asuntos de máxima actualidad relativos a seguridad energética, estrategia industrial, cambio climático o geopolítica. Asimismo, otra virtud del libro descansa en que no analiza a la UE como un objeto de estudio aislado, sino que aborda sus interacciones con otros actores internacionales.

En efecto, en este sentido cobra máxima relevancia la simbiosis mostrada con Estados Unidos a la hora de responder a la agresión rusa a Ucrania. Quizá el lector se vea a tentado a señalar que esto no supone una novedad, ya que la relación transatlántica goza de profundas raíces. Sin embargo, como refleja el profesor Juan Luis Manfredi, en particular desde los años de Donald Trump (2016-2020), se había percibido un distanciamiento, en ningún caso antagonismo, entre Washington y Bruselas.

En este sentido, la retirada precipitada (aunque avisada con antelación) de Afganistán llevada a cabo por la administración de Joe Biden en 2021 parecía corroborar que esa distancia entre las dos orillas del Atlántico se incrementaba: “Sin planes conjuntos de salida, sin calendario compartido o sin logística, la retirada se calificó de unilateral por parte de todos los aliados” (pág. 212). Precisamente en esos no tan lejanos años, conceptos como autonomía estratégica y brújula estratégica ocuparon buena parte de los discursos de las elites políticas comunitarias, con el gobierno francés a la cabeza. Sin embargo, lo que ha refrendado la reacción ante Rusia ha sido un fortalecimiento de la OTAN como garante de la seguridad occidental.

Igualmente, en lo que alude a las repercusiones de la guerra en Ucrania, existen otros aspectos que deben ponerse sobre el tapete con una mirada largoplacista, capaz de establecer diferencias con relación al proceder de la UE en el pasado más cercano. Uno de ellos alude a la notable solidaridad mostrada por parte de los Estados miembros (incluyendo el Grupo de Visegrado) con los refugiados ucranianos, activando por primera vez la Directiva de Protección Temporal (aunque ya existía desde 2001). Esta actitud contrasta con el tratamiento dado a los refugiados afganos, sirios o iraquíes.

En efecto, la UE en 2015 priorizó la securitización y la externalización de la gestión de sus fronteras, es decir, un modus operandi contrario a sus principios distintivos. Al respecto, el profesor José Miguel Calvillo propone una reflexión que debería marcar futuras iniciativas comunitarias en materia de inmigración y asilo: “El hecho de que un refugiado proceda de un determinado país o provengan de una cultura diferente, religión e incluso raza influye a la hora de adoptar una posición común en relación a la protección de los seres humanos que huyen de circunstancias similares, como es, por ejemplo, una guerra. Sean cuales sean las razones, los derechos humanos son universales” (pág. 326).

Como puede observarse, la obra tiene la virtud de proponer una serie de temas en los que la UE, en muchos casos, no ha ido más allá del binomio formado por retórica y buenas intenciones. Uno de ellos, que afecta directamente a su “seguridad interior”, tiene que ver con el Sahel, en cuyo territorio se ha producido un incremento en los últimos tiempos de la violencia terrorista, el crimen organizado y las vulneraciones de derechos humanos. Francia lideró varias operaciones militares (Serval, Barkhane) para procurar la estabilidad regional, si bien, como expone el doctor David Hernández, tal meta está lejos de lograrse: “Primero, los gobiernos y juntas militares comienzan a cuestionar sus alianzas con los socios occidentales. Segundo, los regímenes sahelianos comienzan a establecer otro tipo de colaboraciones con países como Rusia o China. Tercero, todo ello se produce en un contexto de creciente malestar entre las poblaciones” (pág. 292).

De hecho, el Sahel y la posición de la UE viene a certificar que, en muchas ocasiones y en muchas cuestiones, la Unión tiende a responder en clave estrictamente nacional. Adolfo Calatrava, cuando analiza el complejo tema de la seguridad energética, así lo certifica: “La sensibilidad a los acontecimientos internacionales es diferente entre los Estados miembros, no afectan igual las convulsiones en el Mediterráneo y en el estrecho de Ormuz, que afectan más a España, Francia o Italia; que el enfrentamiento entre Rusia y Ucrania, que afectaba en las últimas décadas sobre todo a Europa central y oriental” (pág. 133). Esta suerte de priorización de las agendas nacionales provoca que actores que se mueven por principios y valores antagónicos a los que defiende la UE traten de rentabilizar esa división entre lo nacional y lo comunitario. China es uno de los que así opera, de tal manera que en sus relaciones con la UE ha priorizado el enfoque bilateral, logrando atraerse a aquellos Estados miembros menos exigentes con Pekín en materias como los derechos humanos. De este modus operandi el perjudicado es el propio proyecto de integración europea, puesto que se ve erosionado, demostrándose que la estrategia de la interdependencia con países como Rusia o China no es ni la más adecuada ni tampoco la más eficaz.

Con todo ello, a pesar de las insuficiencias que se puedan detectar en el funcionamiento de la UE, conviene no perder de vista un aspecto en el que incide Benedicto, como es el atractivo de su soft power, lo que provoca que otros procesos de integración regional hayan tratado de asemejarse a ella, pero con escaso éxito, como el Mercosur. Además, “la capacidad que tienen los Veintisiete de negociar con actores no estatales e incluso de incorporar a la sociedad civil a la hora de legislar le han puesto en uno de los primeros puestos en la línea de salida de las potencias con mayor aptitud para liderar la gestión de los problemas globales como el cambio climático” (pág. 97).

En definitiva, una obra de consulta obligada y obligatoria para docentes e investigadores de disciplinas como la economía, el derecho, las relaciones internacionales o la geopolítica. Los autores diseccionan el estado actual de la UE, poniendo en valor su trayectoria, pero también enumerando errores pretéritos con la finalidad de convertirlos en aciertos presentes.