Hace ahora algo más de diez años que estallaba la crisis de la deuda latinoamericana, con el anuncio de México a sus acreedores internacionales de que no podía seguir haciendo frente al servicio de su deuda. Decisiones similares fueron adoptadas por la mayoría de los países de la región, poniendo fin a un modelo de desarrollo que buscaba en el endeudamiento externo la contrapartida de los déficits que generaban un sector público ineficiente e intervenido, así como una industria
local protegida y con bajos niveles de productividad. La crisis de la deuda marcó un período, los años ochenta, que ha sido denominado “la década perdida” de América Latina. En esta época las economías del área soportaron flujos negativos de financiación exterior y tuvieron que afrontar duros procesos de ajuste, en muchos casos dominados por fuertes inflaciones y alto deterioro de las condiciones de vida. Un informe de la CEPAL estimaba que en 1989 más de 180 millones de latinoamericanos vivían en condiciones de pobreza, frente a los cien millones estimados en 1980.
Cualitativamente los años noventa están significando un punto de inflexión en la crisis que durante un largo período ha caracterizado a la región. Numerosos países han impulsado programas de estabilización y reformas económicas que, con diferente éxito, están logrando restablecer la confianza de la comunidad financiera internacional y permitiendo un renovador flujo de inversiones exteriores. El restablecimiento del movimiento de capitales está teniendo lugar después de las medidas de aprovisionamiento de la deuda externa adoptadas por los bancos acreedores, en paralelo a los programas de reducción de deuda aplicados por los principales países latinoamericanos.
Estas medidas han coincidido con un drástico cambio de orientación en la política económica, que por su carácter pionero encuentra un punto de referencia obligado en la experiencia chilena, basada…

Entrevista con Laura Baeza
Las privatizaciones en el nuevo mundo económico de América Latina