Tras los atentados de septiembre, la sociedad estadounidense ha despertado a la amenaza del terrorismo. Pero para los especialistas en seguridad, lo ocurrido era una de las posibilidades del escenario sobre el que venían alertando desde hacía años. A partir de ahora, nada volverá a ser lo mismo: ni el concepto de seguridad y su conjugación con el ejercicio de las libertades, ni el concepto del terrorismo como amenaza, ni el concepto de las relaciones internacionales y el uso de la fuerza en las mismas. Diversos estudiosos ya habían profundizado en las raíces de crisis como el que ahora se plantea.

En la actual situación internacional intervienen tres elementos que se superponen y hacen más explosiva la crisis: el rompecabezas étnico y los intereses de las potencias extranjeras en Asia central y, más concretamente, en Afganistán; el terrorismo como instrumento de búsqueda o consolidación de poder; y el islam como fermento cultural, religioso y proveedor de legitimidad para determinadas acciones y regímenes. Sobre estas tres dimensiones existe una amplia bibliografía, hoy especialmente necesaria para intentar comprender los antecedentes y la posible evolución del conflicto.

Sobre Afganistán y la región

Afganistán constituye un referente en la política exterior de las potencias occidentales desde comienzos del siglo XIX. La definición como Gran Juego, que los diplomáticos ingleses hicieron de las maniobras, en la paz y en la guerra, en la política y en la economía, que rusos, ingleses, persas, turcos y otros pueblos presentes en la región llevaban a cabo para hacerse con un espacio de influencia y ventajas, ilustra bien el escenario. El petróleo, los productos de la India y el control de las rutas terrestres de Oriente han sido siempre muy codiciados.

Una obra imprescindible para adentrarse en el conflicto histórico de Asia central es la de Peter Hopkirk,…