“El criterio que a mi juicio debe informar toda la política hispanomarroquí: los marroquíes han sido nuestros maestros, y les debemos respeto; han sido nuestros hermanos, y les debemos amor; han sido nuestras víctimas, y les debemos reparación cumplida”.
Joaquín Costa, 1884.
Parecería una herejía escribir hoy día una frase semejante, y quizás, quien la pronunció en 1884 lo hizo para sacudir una opinión pública que consideraba a Marruecos como un país ignoto, atrasado, fanatizado por lo que entonces se conocía como “el islamismo”, es decir, la religión de los “secuaces de Mahoma”. Mucho tiempo ha transcurrido desde entonces, pero los prejuicios hacia el país vecino no han cambiado demasiado. En aquel tiempo, Joaquín Costa, el autor de la frase, inauguraba una asociación, la Sociedad Española de Africanistas y Colonistas, con aires de regeneración, que pretendía hacer de Marruecos un país cercano, no sólo en lo geográfico, que ya lo era por su vecindad, sino en desarrollo y hasta en costumbres. Llegó a decir incluso, con el paternalismo propio de aquellos tiempos precoloniales, que “lo que España debe ambicionar es que, por obra suya, por ministerio suyo, no por ministerio ni por obra de ninguna otra nación, Marruecos se regenere tan por completo, que llegue a inscribir en el programa de sus ideales nacionales la reivindicación de Ceuta, como nosotros contamos ya entre nuestros ideales propios la reivindicación de Gibraltar”.
Poco de aquel espíritu se plasmó en la ocasión que hubo de desarrollar una convivencia con el vecino, por la desviación militarista en que derivó la marginal presencia española en Marruecos. Una descolonización desafortunada, cargada de ocasiones perdidas para cerrar contenciosos territoriales, interferidas por dictaduras a uno y otro lado del Estrecho de Gibraltar, desembocó en un aislamiento de ambos países que fue aprovechado por Francia que, entre…