POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 28

Mis reservas al tratado de Maastricht

Pese a ser un europeísta convencido, el autor, premio Nobel de Economía, pone reservas al tratado de Maastricht. Los parlamentos nacionales, antes de nada, no fueron convocados para su elaboración; los Estados miembros sólo están representados por sus gobiernos...
Maurice Allais
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A la vista de las cuestiones de todo orden suscitadas por el texto  de Maastricht, el europeo convencido que soy desde siempre  considera este Tratado en su conjunto y en el detalle de sus  compromisos declarados irreversibles, como un documento poco razonable. ¿Por qué? Intentaré responder a ello en el presente  artículo.  

Mis observaciones versarán esencialmente sobre algunas  disposiciones generales del Tratado, sobre disposiciones relativas a la  creación de una moneda única y sobre una concepción realista de la  construcción europea. Todo ello desde un punto de vista económico.  

Empecemos por decir que este es un Tratado a cuya preparación no  han sido llamados los Parlamentos nacionales. Estamos ante un proyecto  mal elaborado cuyo texto, por añadidura, no ha sido publicado hasta muy  recientemente.  

El Tratado mezcla lo accesorio con lo esencial. Es significativo, por  ejemplo, que la decimotercera declaración relativa al papel de los Parlamentos nacionales, es decir, al de los parlamentarios nacionales, que comprende once líneas, acompaña a la vigesimocuarta declaración, relativa a  la Protección de los animales, ésta de cinco líneas.  

Completado por diecisiete protocolos y treinta y tres declaraciones, el  Tratado es un texto de 253 páginas, escrito en lenguaje tecnocrático  ambiguo, parcialmente contradictorio, de difícil lectura y, a decir verdad,  poco comprensible si no incomprensible para los simples ciudadanos de la  Europa de los Doce. Tal como se nos presenta, el Tratado se presta a  todos los abusos y derivaciones: de ahí que sea potencialmente peligroso  para el futuro.  

El Consejo Constitucional francés ha decidido que el Tratado es  incompatible con la Constitución francesa en lo que respecta a la  ciudadanía, los visados y la moneda única. Pero ha guardado…

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