Desde 1992 la evolución que ha experimentado la región del Magreb se ha ido alejando de las expectativas de integración y democratización apuntadas tres años antes. El deterioro de la situación desde 1992 no ha sido ajeno al alejamiento que estos países han experimentado con respecto a esa dinámica anterior. Sin embargo, es de su reorientación hacia dicho proceso de lo que depende en buena medida su desarrollo económico y estabilidad política. 

El nacimiento de la Unión del Magreb Arabe (UMA) en febrero de 1989 fue un importante avance cuya consecución mostraba la necesidad de superar el limitado alcance de las relaciones bilaterales entre cada país magrebí y Europa. Los años 1989-1991 mostraron que los primeros pasos de la UMA eran ricos en promesas efectivas de cambios inter magrebíes, a la vez que sus miembros empezaban a adquirir la costumbre de presentarse concertados en los encuentros con la Comunidad Europea, sobre todo sus tres principales países: Marruecos, Argelia y Túnez. 

Estos acontecimientos no eran ajenos a la dinámica política de esos años, marcada por la aparente voluntad democratizadora de los gobernantes magrebíes, cuyos regímenes se veían afectados por una grave crisis de legitimidad y amenazados por el descontento social. Así, Ben Ali en Túnez desde 1987 y Chadli Benyedid en Argelia desde 1988, iniciaban sendos procesos de liberalización política y económica cuyos índices se reflejaron, además de en una gran retórica oficial en torno a la democratización del país, en la transformación del marco legal (instauración del pluripartidismo y ampliación de las libertades públicas) y en la reactivación parlamentaria (celebración de elecciones). También será durante estos años cuando se relanzan las políticas económicas liberales en Túnez y Argelia, apoyadas por la liberalización política emprendida en ambos países. Es más, fue la ne cesidad de superar el gran déficit de…