POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 128

Obama en el laberinto de Oriente Próximo

Ignacio Álvarez-Ossorio
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Las relaciones con Israel, el conflicto palestino, el papel de Irán en la región, la salida de Irak… EE UU necesita recomponer su política hacia Oriente Próximo. Acuciado por los problemas económicos,Washington debe emplearse a fondo para recuperar la credibilidad exterior.

La elección de Barack Obama como presidente de Estados Unidos ha sido recibida en el mundo árabe con una sensación mixta que se podría describir, con la licencia del desaparecido Emile Habibi, como pesoptimista. De una parte existe un elevado porcentaje de la población que interpreta que su política hacia Oriente Próximo no sufrirá cambios de calado, porque esto implicaría un abandono de las ambiciones imperiales de Washington y una reorientación de sus alianzas. De otra, un sector menos numeroso considera que el nuevo inquilino de la Casa Blanca es la antítesis de George W. Bush y tratará, por todos los medios, de reconducir la maltrecha relación con el mundo árabe retomando el proceso de paz de Oriente Próximo. Probablemente unos y otros tengan parte de razón, ya que Obama parece moverse con comodidad en el terreno de la ambigüedad.

El candidato demócrata se impuso en las elecciones presidenciales con unos mensajes centrados en la necesidad de imprimir un cambio de rumbo, tanto en la escena doméstica como en la internacional. Dada la difícil coyuntura que afronta EE UU, no parece factible que el nuevo presidente apueste por una política rupturista, siendo más probable que se incline por cierto continuismo con las tradicionales políticas norteamericanas hacia la región, aunque marcando diferencias respecto a su antecesor mediante la retirada parcial de Irak y el reforzamiento de tropas en Afganistán. En el caso del conflicto palestino-israelí no puede excluirse un mayor énfasis en el proceso de paz, pero sin llegar a cuestionar la privilegiada relación con Israel, su principal aliado…

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