POLÍTICA EXTERIOR  >   NÚMERO 205

Palabras y más palabras para salvar el clima

Las COP han desempeñado un papel inestimable en la lucha contra el cambio climático. Pero la recurrente frustración en torno a ellas y el salto que exige esta nueva fase invitan a replantearlas.
Connie Hedegaard
 | 

“Bla, bla, bla”. Aunque todavía quedaba una semana para que la última Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP, conferencia de las partes) produjera resultados, Greta Thunberg y los demás jóvenes activistas que se manifestaban en las calles de Glasgow ya tenían preparada su conclusión desalentadora: los gobiernos no habían estado a la altura y el veredicto sobre la COP26 era inequívoco y despectivo, presentado con el contoneo de un adolescente cruzado: “Bla, bla, bla”.

En muchos aspectos, no me cuesta identificarme con su impaciencia. Recuerdo perfectamente mi primera COP. Aunque solo llevaba unos meses como ministra de Medio Ambiente de Dinamarca, ya había sido tiempo suficiente para comprender la urgencia del problema del cambio climático. Luego llegué a la COP10 en Buenos Aires (2004). Día a día, mi frustración crecía con la lentitud de los avances. Por la mañana, los expertos técnicos repasaban los asuntos que debían negociarse y acordarse en un día determinado; por la tarde, nada había avanzado en realidad. “Pero esta noche probablemente aterricemos esto”. Por supuesto, a la mañana siguiente el pronóstico había resultado demasiado optimista. Estuvimos sentados en interminables reuniones, negociaciones, encuentros bilaterales y grupos de trabajo que a menudo se prolongaban hasta altas horas de la madrugada, y sin embargo el ritmo de progreso apenas se percibía. Era difícil no sentirse frustrado y aprendí, por las malas, que la longitud de las zancadas es limitada cuando todos avanzan juntos. Es muy difícil explicar al mundo cómo es posible que se tarden días, semanas y a veces años en introducir palabras, nociones y principios en los textos de la ONU.

Muchos funcionarios pueden atestiguar que mi temperamento y la velocidad de trabajo de la ONU no se ajustan a una escala de 1:1. Sin embargo, aunque entiendo la impaciencia científicamente justificada…

PARA LEER EL ARTÍCULO COMPLETO