El último libro de Simon Kuper, columnista del Financial Times, es más fácil de leer que de clasificar. Impossible City es varias cosas a la vez. La visión de ‘París en el siglo XXI’ (subtítulo de la obra) de “un explorador ingenuo que se adentra en una sociedad ajena y que gradualmente llega a comprenderla (un poco)”, explica el autor en la primera página.
Impossible City: Paris in the Twenty-First Century
Simon Kuper
Profile Books, Londres, 2024
272 págs.
También es un retrato de la elite que gobierna Francia, una casta parisina, hijos de buenas familias, educados en las mejores escuelas, egresados de la ENA (École Nationale d’Administration) donde remataron su formación los presidentes Valéry Giscard d’Estaing, Jacques Chirac, François Hollande y Emmanuel Macron. Al actual presidente le dedica un capítulo entero, “el seductor que se comió París”, un sabroso perfil lleno de detalles humanos e interesantes apreciaciones políticas.
Y, finalmente, este libro explica la idea subyacente tras los Juegos Olímpicos de 2024, “la construcción de la identidad del Gran París”. Esto es, la integración de los suburbios de la capital francesa, donde residen más de diez millones de personas, con el París intramuros, municipio que apenas supera los dos millones de habitantes. Para coser el territorio se construyeron 200 kilómetros de nuevas líneas de metro servidas por 68 nuevas estaciones. Un reto equiparable a la transformación llevada a cabo por el barón Haussmann en el siglo XIX, cuando ejecutó los planes de Napoleón III.
Kuper es un fino observador. Por ejemplo, ha notado que, en esta segunda década del actual siglo, ha empezado a haber queserías en las barriadas históricamente pobres y habitadas por inmigrantes del norte de París. “Las queserías son consideradas un símbolo de la civilización francesa; los habitantes de los suburbios solían comprar quesos baratos en los supermercados”.
El autor, bisnieto de judíos lituanos, nacido en Uganda de padres sudafricanos y crecido en Países Bajos, narra en este libro su conversión en ciudadano francés. Es el periplo humano de un anglosajón, parisino accidental, habitado por los prejuicios propios, que descubre paso a paso que tener un café en la calle donde uno vive es maravilloso, cosa que cualquier español sabe de sobra. Y que comer el menú del día es incomparablemente mejor que alimentarse a base de tupper en la mesa de la oficina. “Empecé a ver que los franceses tenían a menudo razón en las cosas importantes: se quedaron al margen [de la guerra] de Irak, obtienen energía limpia de centrales nucleares y tienen un sistema de guarderías que permite educar a los hijos sin necesidad de arruinarse o volverse loco. Han logrado el mejor equilibrio entre vida y trabajo del mundo”.
«Este libro explica la idea subyacente tras los Juegos Olímpicos de 2024: la construcción de la identidad del Gran París»
Eso no quiere decir que el autor y su esposa americana no tuvieran que pasar las penalidades y miserias que todo extranjero sufre a manos de sus vecinos parisinos. Kuper aprendió que el código de circulación no rige siempre en las calles de París, y que “la belleza no es algo reservado para ocasiones especiales, sino que forma parte del decorado de cada día”. Y también los códigos propios de la ciudad: vestir correcto hasta para ir a por el pan, no hablar mucho de sí mismo, nunca de dinero, tabú absoluto, saludar a una persona del sexo opuesto a la que acabas de conocer con un beso, flirtear por hábito…
El autor admite que en sus primeros diez años en París no cruzó nunca el Boulevard Périphérique (la M-30 de París, para entendernos). Descubría ese otro mundo gracias al fútbol que sus hijos empezaron a practicar. He aquí uno de los pocos ascensores sociales que funciona en Francia. “Los hijos de las barriadas juegan en la calle para escapar de sus casas y no tienen ni viajes de vacaciones ni clases de violín”. De Viera y Thuram, miembros de la selección vencedora del Mundial del 98 a Mbappé, el gran París es la región del mundo que más talento futbolístico ha producido en el último cuarto de siglo. En definitiva, un libro ameno e interesante que merece una edición en español.