AFKAR-IDEAS  >   NÚMERO 74

Manifestación en favor de Palestina en la Universidad Americana de Beirut, en mayo de 2024. /houssam shbaro/anadolu via getty images

¿Paz sin los jóvenes? Un riesgo que la región MENA ya no puede permitirse

Los jóvenes viven en una dinámica definida por una serie de acuerdos de paz elaborados sin su participación, pero que influyen en su presente. Es hora de darles el espacio que merecen.
Sarra Messaoudi
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Vivimos en una época sin precedentes. A lo largo de los últimos años han estallado nuevos conflictos que, al agravarse, han cambiado el modo en que la gente vive, resiste y sueña. La región MENA lleva sufriendo estas heridas demasiado tiempo. La paz ha adquirido diversas formas a través de una serie de acuerdos, tratados y esfuerzos tanto cívicos como políticos. Algunos de ellos han buscado hacer justicia, han acercado a las personas, han escuchado y se han construido desde una base y de manera participativa. Otros, en cambio, han venido impuestos, escritos de antemano, sin tener en cuenta de verdad los sufrimientos vividos. A día de hoy, nuestras calles siguen cargando con el peso de las revoluciones truncadas, las demandas ignoradas y los jóvenes dispuestos a cambiar la historia.

 

Desde la base: hemos hecho de la paz nuestra misión personal y colectiva

Podemos afirmar, sin ninguna duda, que la investigación, la experiencia sobre el terreno y las realidades vividas demuestran que los jóvenes están al frente de la consolidación de la paz en la región MENA, trabajando en diversos ámbitos, empleando enfoques muy variados y rellenando lagunas ante una serie de complejos desafíos. Pese a la falta de financiación, los débiles apoyos, los criterios impuestos y la escasa protección, así como la intensificación de las guerras y polarizaciones, los jóvenes de la región no se han hundido en la pasividad, sino que actúan. No buscan el mejor momento porque… ¡el mejor momento siempre es ahora! Por eso los vemos reunirse, organizarse entre ellos, rechazar el statu quo y realizar acciones de mediación, diálogos comunitarios, proyectos educativos y activismo digital.

Por ejemplo, en Gaza, en pleno genocidio, las organizaciones dirigidas por jóvenes como el Foro de Desarrollo Social (SDF) siguen ofreciendo un apoyo esencial, demostrando que, incluso frente al horror más absoluto, la juventud está en primera línea. A través de programas educativos e iniciativas como Hikayat min khyut (Historias de hilos), aportan esperanza y consuelo a los niños. Gracias al teatro de guiñol, narran historias de guerra, desplazamiento y resiliencia, recordando al mundo que Gaza, cual fénix, siempre renace de sus cenizas.

En Zarqa, Jordania, la Red Comunitaria Naya trabaja en favor de la consolidación de la paz a través del arte y la cultura. Sus programas crean espacios donde los jóvenes vuelven a conectar con su patrimonio y refuerzan los vínculos sociales mediante la exploración de las artes tradicionales. Asimismo, Naya desempeña una función crucial en la acogida de iniciativas regionales y reúne a los jóvenes líderes de toda la región MENA para apoyar esfuerzos de paz colectivos y transfronterizos. Eso, ahora, es más importante que nunca, puesto que los jóvenes se enfrentan a una serie de restricciones de movilidad a causa de los problemas con los visados y la ausencia de plataformas y de espacios que favorezcan la colaboración regional.

En Yemen, la Fundación Kayan para la Paz y el Desarrollo, organización dirigida por jóvenes, trabaja de forma activa para promover la mediación llevada a cabo por la juventud a fin de resolver la crisis y zanjar el conflicto. Gracias a unos programas de formación muy focalizados y especializados, la fundación dota a los jóvenes artesanos de paz de las competencias necesarias para implicarse en la resolución de conflictos y la mediación. En paralelo, Kayan emplea herramientas digitales para proveer a los mediadores de mapas interactivos que ponen de manifiesto los principales desafíos de la mediación; por ejemplo, los corredores humanitarios, los pozos de agua y demás infraestructuras esenciales.

Otro ejemplo en Becá, en Líbano, es la organización Peace of Art, que utiliza el deporte y el arte como herramientas de consolidación de la paz, reforzando la cohesión social y creando espacios de diálogo comunitario a través del juego y la creatividad. Uno de sus proyectos, “We Play for Peace!”, ha permitido formar a entrenadores comunitarios en el norte de Becá para fomentar la paz entre iguales mediante actividades deportivas como el voleibol o el yoga. La organización también ha elaborado una guía práctica para ayudar a los formadores a extender esta clase de iniciativas. Desde el inicio de la guerra en octubre de 2024, Peace of Art ha adaptado sus programas para ofrecer ayuda humanitaria, demostrando así su capacidad de organización y reacción ante las necesidades más urgentes. Dicha evolución evidencia el papel esencial de las organizaciones locales en la respuesta a las crisis, y demuestra, además, que las organizaciones dirigidas por jóvenes pueden mantenerse en primera línea cuando las comunidades más las necesitan.

¡Y todo eso no son más que unos cuantos ejemplos! A lo largo y ancho de Irak, Túnez, Libia, Siria y otros países, los jóvenes llevan a cabo iniciativas enfocadas y concebidas por ellos con el objetivo de alcanzar una paz justa y duradera.

 

Dejemos de trabajar para los jóvenes y trabajemos con ellos

Durante años, el mundo ha decidido quiénes somos. Al principio éramos víctimas a las que había que salvar, proteger y estudiar. Los responsables y actores políticos concibieron programas y elaboraron políticas para nosotros, y hablaron en nuestro nombre. En cuanto que jóvenes, resistimos, y ahora hemos tomado el mando del relato, hemos demostrado que no solo somos supervivientes, sino también líderes, constructores de paz y arquitectos del cambio. Sin embargo, incluso habiendo recuperado el mando del relato, el mundo ha hallado una nueva manera de encasillarnos. Muy a menudo, siguen percibiéndonos únicamente como “beneficiarios”, participantes invitados o relegados a funciones preestablecidas, sin una posibilidad real de contribuir a la toma de decisiones. Aunque en ocasiones nos ofrecen un sitio en la mesa, rara vez tenemos el poder de determinar la agenda.

En la guía Youth-Centered Peacebuilding Framework [Marco de consolidación de la paz centrada en la juventud], publicado por el Instituto de la Paz de Estados Unidos, la autora Rebecca Ebenezer-Abiola señala que, desde hace mucho tiempo, la inclusión de los jóvenes en la sociedad ha venido dictaminada desde arriba. Los que ostentan el poder deciden si, cuándo y cómo se integran los jóvenes en las discusiones. A menudo se los invita a participar, pero no a dirigir, influir en las decisiones o impulsar el cambio. Esta forma de inclusión no es ni duradera ni valiosa para las contribuciones de los jóvenes. Es necesario consolidar la paz desde una perspectiva centrada en la juventud, esto es, que sitúe a los jóvenes en el núcleo del proceso, y no en la periferia. Se trata de reconocer y valorar sus saberes y su pericia. El futuro de la paz debe construirse con ellos, no en lugar de ellos.

Ello nos permitirá superar compromisos simbólicos y reconocer que la paz no puede concebirse para los jóvenes, sino construirse con ellos.

 

Más que un mandato: permitir a los jóvenes instaurar la paz según sus propias condiciones

Pese a los incansables esfuerzos de los jóvenes artesanos de paz en la región MENA, las desigualdades persisten y la necesidad de romper el ciclo de violencia, guerras y exclusión urge más que nunca. Si algo nos ha enseñado el pasado es la importancia de buscar a la juventud allá donde esté, invertir en su liderazgo e implantar verdaderos modelos de liderazgo compartido e intergeneracional.

El mundo se encuentra en plena mutación, los conflictos adquieren nuevas formas y nuestros enfoques deben por fuerza adaptarse a esta realidad en constante evolución. Debemos atrevernos a probar, adaptar y crear espacios donde el fracaso no sea el fin, sino una etapa hacia el éxito. Las soluciones varían según los contextos, pero he aquí una serie de puntos fundamentales, según la experiencia y la realidad que viven los jóvenes artesanos de la paz en su día a día:

 

  • Asignar recursos más allá de los proyectos

¡No podemos seguir tratando los esfuerzos de paz juveniles como un proyecto! Para lograr un impacto a largo plazo, es preciso invertir en las capacidades y el funcionamiento estructural de las instituciones dirigidas por los jóvenes, incluidos los movimientos de base, las redes y las coaliciones. Estas estructuras no se contentan con poner en marcha los diversos proyectos, sino que vinculan los esfuerzos locales al alegato mundial, amplían las voces juveniles y aseguran la sostenibilidad de las iniciativas de paz más allá de los ciclos de financiación. Además, debemos adoptar una nueva postura en cuanto al apoyo de las estructuras dirigidas por jóvenes. Su sostenibilidad no solo se asienta en proyectos, formaciones, consultas o alegatos, sino que va mucho más allá. Entre bastidores, los jóvenes líderes invierten incontables esfuerzos en la coordinación, el compromiso comunitario, la creación y el mantenimiento de redes, así como en el seguimiento y la colaboración a largo plazo. Estos esfuerzos invisibles son acciones que alimentan la vida del movimiento y la eficacia de su trabajo. No se trata de simples iniciativas ni de normas extremas de planificación e información. Por desgracia, esos esfuerzos suelen pasar desapercibidos y carecer de toda clase de apoyo. Si de verdad queremos reforzar la consolidación de la paz que los jóvenes han llevado a cabo, debemos reconocer ese hecho y apoyar su trabajo de coordinación, que resulta esencial y asegura la fluidez de la acción. En paralelo, el concepto de los recursos no solo concierne a las finanzas, sino que también puede incluir un apoyo técnico para ayudar a las organizaciones de juventud en su trabajo de mentoría y en el refuerzo de sus capacidades, así como catalizar, para aquellos que trabajan en ONG internacionales, los medios de financiación y las instancias políticas a fin de abrir las puertas, facilitar las conexiones y crear un verdadero espacio de liderazgo juvenil. Si queremos que los jóvenes dirijan, debemos invertir en ecosistemas y espacios que hagan posible ese liderazgo.

 

  • Apoyarse en el impulso existente y romper los compartimentos estancos

Comprendemos la presión que acompaña a las crecientes demandas dirigidas a los diversos actores. A través de diversas consultas y recomendaciones, surge una demanda constante por parte de las organizaciones de la sociedad civil dirigidas por jóvenes: los actores no solo tienen que ser facilitadores, sino también apoyos activos, proveedores de fondos, aliados estratégicos y catalizadores del liderazgo juvenil en la consolidación de la paz. Si trabajáis en el ámbito de la consolidación de la paz, dedicad un momento a preguntaros: ¿cómo pueden los jóvenes participar en este proceso en sus distintas etapas? No tiene por qué resultar complicado. La implicación será distinta según el contexto, lo cual no es de extrañar. Lo importante es hacer el esfuerzo: sacad partido de las iniciativas existentes, los proyectos en curso o las reuniones con los responsables políticos; así podréis encontrar modos de implicar a los jóvenes en el debate. ¡No tiene por qué ser perfecto, lo importante es empezar por algún sitio! El objetivo, en este caso, no consiste en añadir una carga suplementaria, sino en crear oportunidades, invertir en lo que funciona y rentabilizar los avances de forma inteligente y estratégica, desde un enfoque que considere a los jóvenes verdaderos socios y colíderes. En lugar de trabajar en espacios fragmentados, debemos conectar los movimientos y a los actores, velando para que el liderazgo juvenil no solo se vea alentado, sino del todo integrado en las estructuras de consolidación de la paz. El impulso ya está ahí: existen resoluciones de la ONU, espacios políticos y discusiones clave que siguen su curso; pero si dichos espacios permanecen incomunicados entre sí, sus respectivos impactos adolecerán de lo mismo. El desafío no solo reside en colaborar, sino en hacerlo de un modo que permita ampliar las redes, revisar los mandatos obsoletos y garantizar que los jóvenes artesanos de la paz moldeen las soluciones y no solo se contenten con reaccionar a ellas.

 

  • Integrar a los jóvenes en procesos de paz formales

Seamos honestos: pese a ciertos avances realizados en materia de participación juvenil, los jóvenes, por lo general, quedan excluidos de los procesos de paz formales y la mediación de nivel 1. Hablamos de procesos de toma de decisiones de alto nivel, como acuerdos de alto el fuego, tratados de paz y mediación internacional. Estos espacios suelen estar dominados por dirigentes políticos séniors y élites, lo cual excluye a las organizaciones de la sociedad civil y los líderes comunitarios, entre ellos los jóvenes. La presencia de jóvenes casi siempre queda relegada a los procesos de niveles 2 y 3. En el nivel 2, los esfuerzos suelen orientarse en paralelo a las negociaciones formales. En este ámbito, los jóvenes pueden participar en consultas, diálogos y foros con el propósito de contribuir a apoyar las decisiones tomadas al más alto nivel. Por su parte, el nivel 3 consiste en una serie de iniciativas de diálogo a escala local, en el seno de las comunidades y también entre ellas.

La pregunta sigue siendo: ¿cómo operar de verdad para implantar una participación formal de los jóvenes? Un estudio reciente sobre la mediación llevada a cabo por jóvenes en la región MENA ha desvelado varias iniciativas portadoras de esperanza, pero también bloqueos persistentes, lo cual pone de manifiesto hasta qué punto se subestima aún el papel que desempeñan estos jóvenes. Así, el estudio revela que estos están presentes y se comprometen. Existen numerosos ejemplos concretos de su contribución en la mediación de niveles 2 y 3, donde desempeñan un papel activo en la resolución de conflictos locales y la reconciliación. Sin embargo, cuando se trata de procesos de paz formales, siempre quedan apartados.

 

2025, un año especial para celebrar y acelerar la Agenda Juventud, Paz y Seguridad

El año 2025 marca la década transcurrida desde la adopción de la Resolución 2250 del Consejo de Seguridad de la ONU sobre Juventud, Paz y Seguridad (JPS). Adoptada en 2015, dicha resolución fue la primera en reconocer el papel de los jóvenes en la prevención de conflictos y la consolidación de la paz. Apeló a una mejor inclusión de los jóvenes en los procesos de paz, la toma de decisiones y la resolución de conflictos, oponiéndose así a la idea de que solo son víctimas o bien amenazas para la seguridad.

Por otra parte, y en un avance muy significativo para la región, el Consejo de Ministros árabes para la Juventud y el Deporte escogió Jordania como país para la puesta en marcha de la estrategia árabe sobre JPS (2023-2028) y nombró Amán capital árabe de la juventud para 2025. Esta distinción pone de manifiesto la posición preeminente que ocupa Jordania en el establecimiento de la Agenda JPS, tarea que acomete desde su condición de país fundador de la Resolución 2250 en 2015. Aun cuando celebramos estos avances, cabe señalar que no se trata solo de una ocasión para la reflexión, sino de una llamada a la acción.

Los próximos años deberán estar marcados por un liderazgo colaborativo que podrá coordinar, estructurar y asegurar mejor la sostenibilidad de los esfuerzos de paz realizados por los jóvenes. Ya es hora de exigir implicaciones más serias, estructuras más robustas y procedimientos centrados de verdad en la juventud.

 

Es hora de dar a los jóvenes el espacio que merecen

En los numerosos espacios que organizamos en la región MENA, durante las consultas y conversaciones, siempre surge una preocupación común: ¡a lo mejor ya es hora de evaluar el impacto real de los procesos de paz en nuestras vidas actuales! Desde hace años, los jóvenes viven en una dinámica definida por una serie de acuerdos de paz que nunca han tenido ocasión de concebir ni de poner en marcha; por lo tanto, se trata de un proceso en el que no han participado de ninguna manera. Pese a que los acuerdos se han elaborado sin su participación, a día de hoy siguen influyendo en su presente en muchos aspectos, lo cual nos conduce a una pregunta fundamental: ¿cómo podemos hablar de una paz duradera si quienes la heredarán jamás han participado en su elaboración?

Estos últimos años han puesto a prueba a los jóvenes artesanos de paz de la región MENA hasta límites inconcebibles. Las guerras e injusticias se han intensificado, los espacios cívicos se han reducido y la paz parece más lejos que nunca. Si ahora no es el momento de incluirlos en las negociaciones de paz formales, las estructuras de poder y los espacios donde se toman decisiones, ¿cuándo lo será?

¿Cuánto tiempo seguirán los jóvenes apartados mientras los dirigentes redactan acuerdos que moldean su futuro? La verdadera cuestión no está en saber si los jóvenes pueden dirigir los procesos de paz, sino si el mundo está preparado para ir más allá de los discursos y darles el espacio necesario para ello./