Autor: Javier Elorza
Editorial: Debate
Fecha: 2023
Páginas: 421

Quince años de política europea de España

Este libro no es solo una crónica de años pasados, es también una propuesta para la política europea de España de la que pueden extraerse muchas enseñanzas, a pesar de los cambios sufridos por la Unión desde los años noventa.
Belén Becerril
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Desde su llegada en 1985, pocos días después la firma del Acta de Adhesión de España, hasta que en el año 2000 partía para ser embajador en París, Javier Elorza, conocido en Bruselas como “el toro”, ejerció con firmeza y pragmatismo la defensa del interés nacional en el corazón de Europa. Como escribiría años más tarde Andrés Ortega, en cada negociación, Elorza salía como un toro, a por el cien por cien. Nunca estaba dispuesto a aceptar menos. Su voz, su físico y sus gestos imponían, y su dedicación, día y noche, era absoluta (El País, 26.6.2000).

Pocos diplomáticos han contribuido en tal medida y a lo largo de tanto tiempo a la política europea de España. Elorza fue embajador representante permanente adjunto desde 1985 hasta 1991, secretario general de la Unión Europea en el Ministerio de Asuntos Exteriores hasta 1994, y embajador representante permanente hasta el año 2000. Una pica en Flandes recoge una crónica apasionada de aquellos años, en la que el autor evoca cada batalla librada en Bruselas en defensa del interés de España.

También reivindica Elorza el papel desempeñado por Felipe González y José María Aznar, que considera dos magníficos presidentes: “Eran europeos de verdad, tenían objetivos muy claros y se hacían respetar. Eran capaces de bloquear un Consejo Europeo hasta conseguir lo que querían porque estaba justificado. González bloqueó el Consejo de Edimburgo para que le duplicaran los fondos estructurales. Y lo hacía con elegancia. Se fumaba un cohíba, como Aznar; decían que no y aguardaban. Con ellos tenía la seguridad de que España iba a ganar la partida. Luego, esa firmeza ha escaseado” (El Mundo, 19.5.2023).

El relato de Elorza no rehúye las batallas perdidas ni los errores cometidos. Buena muestra de la honestidad de estas páginas es el pasaje sobre el Consejo Europeo de Dublín, en 1990. Cuando se preparaba la reunificación de Alemania, la Representación Permanente, bajo su dirección, propuso aplicar mano dura con los fondos agrícolas y ayudas públicas que se aplicarían a los cinco Länder del Este. González no estuvo de acuerdo: “Fue una de las pocas ocasiones en las que el presidente no siguió en absoluto nuestras recomendaciones. Incluso adoptó una actitud del todo contraria, muy generosa con Alemania”. González defendió a Helmut Kohl con pasión, en abierta oposición al frente constituido por François Mitterrand y Margaret Thatcher, que se encontraban “aturdidos” por la reunificación.

 

«El relato de Javier Elorza no rehúye las batallas perdidas ni los errores cometidos»

 

Pero Una pica en Flandes no es solo una crónica de años pasados, es también una propuesta para la política europea de España de la que pueden extraerse muchas enseñanzas, a pesar de los cambios sufridos por la Unión desde los años noventa. En primer lugar, la determinación y el pragmatismo en la defensa del interés nacional. “Europeos, pero no ilusos”. “Creyentes, pero con los pies en la tierra”, nos dice Elorza. “Javier está siempre con el tema del dinero”, comentó en cierta ocasión Pedro Solbes, a lo que el ministro Fernández Ordoñez respondió: “El dinero es lo que cuenta”.

En segundo lugar, la relevancia de la iniciativa. “Debemos seguir siendo protagonistas activos y principales en el desarrollo del proceso de integración”, nos recuerda. Es fundamental tomar la iniciativa, plantear propuestas que nos favorezcan pues, si no se discuten las nuestras, se debatirán las de los demás, que acabarán plasmándose en la legislación.

Por último, el valor de la coherencia y de la unidad. “¡Estos españoles están todos clonados, siempre dicen lo mismo sin importar su credo político!”, decía en aquellos años un diputado alemán. La continuidad de la acción es básica, señala Elorza: “No debemos replantearnos nuestra política con la Unión en cada ciclo. El consenso no tiene por qué abarcar todo lo que se discute en Europa, pero sí sus elementos institucionales y estructuras esenciales”.

Su caso es, precisamente, una demostración de cómo una persona puede trabajar con distintos gobiernos, con dedicación absoluta y con lealtad a España. Una pica en Flandes no recoge solo, como dice el subtítulo, La huella de España en la Unión Europea. Recoge también La huella de Elorza, y es muy grande. •