Reconstruir una historia silenciada
No resulta fácil reaccionar frente lo inconcebible, un genocidio retransmitido “en tecnicolor” ante la insoportable impotencia de gobernantes y gobernados. Luz Gómez logra hacerlo de forma magistral con Palestina: heredar el futuro, un título ambiguo que nos transmite cierto optimismo (un futuro siempre nos permite soñar) que desafía una portada negra con una resiliente rama de olivo, como el sumud palestino. Es un libro necesario, para quien no conoce, o lo hace poco, pero sobre todo para quien piensa conocer, y se encuentra en este libro con la pérdida de la inocencia, con la aplastante constatación de que el hoy no es casual, sino fruto de una dinámica ideológica histórica que nos conduce inexorablemente al desplazamiento masivo de palestinos y palestinas de hoy, a la continua Nakba.
Sin que se haga evidente, el libro conduce al lector a través de la historia de forma transversal, con una mirada desde la cultura, la lengua, el pensamiento y la dinámica social, económica y política y mediante múltiples voces palestinas e israelíes, sobre todo aquellas sobre las que Israel impone un silencio. La autora combina honestidad y rigor intelectual y un profundo conocimiento de la identidad y cultura palestinas, y de cómo se proyecta y resiste. A través de los versos que encabezan cada capítulo, Gómez teje un relato que conecta los documentos históricos con las expresiones de resistencia palestina.
Así recorremos los mitos, que se contraponen a la historia, a la realidad de un proceso continuado de memoricidio de la “palestinidad”, una forma más de esta Nakba persistente, que destruye la memoria, los mapas de los pueblos arrasados, ataca a los símbolos y a lo colectivo y deja cada vez más solos a los palestinos, a los que se niega la identidad colectiva. Incluso su expresión acabará siendo robada por “voces subalternas”, especialmente las de los vecinos árabes.
En paralelo, Gómez analiza cómo se desarrolla el politicidio de los actores políticos palestinos, en múltiples niveles y con distintas estrategias. Los sucesivos gobiernos israelíes han sembrado una “devastación de la infraestructura material y social y del liderazgo palestino” con un objetivo: “domeñar la psique palestina, de modo que solo quepa la rendición o la emigración”. Y en esta estrategia, el tiempo juega a favor de Israel. Es aquí donde se desencadena la pérdida de la inocencia, en especial para la generación que vivimos la década de los noventa como un destello de paz. Gómez nos desvela “la trampa de Oslo”, un cambio de estrategia propiciado por la primera Intifada, que para muchos se convirtió en un “espejismo del campo de la paz”, al tiempo que la geografía, física y humana palestina iba siendo asolada.
Al abordar el sionismo, la autora no solo hace una crítica a la instrumentalización del Holocausto, sino que aborda con profundidad lo que denomina “la versión israelí de los significados”. El sionismo se apropia del judaísmo negando su propia diversidad para hacerla encajar en el marco israelí e instrumentaliza el lenguaje bíblico y los antiguos mitos judíos para justificar la cosmovisión política de Israel. Desde que la autora escribió el libro, las citas bíblicas son cada vez más recurrentes en los discursos de políticos y militares israelíes, evidenciando la “teología política” del Estado.
Capítulo tras capítulo, Gómez desvela el vínculo entre el proyecto sionista de ingeniería demográfica, el colonialismo de poblamiento y el proyecto capitalista. Esta “teología política colonial” es la que subyace en la “fragmentación planificada de la geografía humana, cultural y psicológica de Palestina”. Ni tan siquiera el post-sionismo o post-post-sionismo, con su mirada benévola, logra cuestionar el sistema. Qué pertinente resulta hoy, en tiempos de auge de la geopolítica, la referencia a Henry Kissinger, que logró convencer al mundo de que el conflicto era un choque de intereses entre dos partes en disputa, y no un proyecto colonial. Es en este marco en el que Donald Trump se plantea una solución meramente transaccional, que es incompatible con un marco de legalidad internacional. Gómez expone en el libro las intersecciones entre orientalismo, sionismo y capitalismo, casi como si hubiera predicho, un año antes, el “pelotazo inmobiliario” de Trump.
El desarrollo de una “teología del exterminio” ha culminado en Gaza, convertida en un limbo, donde se prueban armas, tecnología, donde una Inteligencia Artificial puede decidir quién muere, cuántos mueren, cuándo y cómo. El genocidio de Gaza es el paroxismo de la “desregulación del uso de la fuerza”, donde se reconceptualizan las nociones de frontera y donde se revientan las costuras, las pocas que quedaban, del derecho humanitario. Los palestinos de Gaza son “fantasmas de un noterritorio” que habitan un espacio de necropolítica desregularizada a manos del ejército más ético del mundo, en palabras de sus dirigentes.
Frente al poligenocidio israelí, el sumud palestino se rebela, se resiste a la desaparición física, geográfica, política, intelectual o cultural. A través de cada gota de aceite de oliva, cada palabra, cada nota, cada historia, la juventud palestina hereda su futuro, el de la resistencia. “Y dijo: Si muero antes que tú, ¡te lego lo imposible! Pregunté: ¿Queda lejos lo imposible? Dijo: A una generación”. Este verso se lo dedicaba Mahmud Darwish a Edward Said: ante lo impensable, solo cabe buscar lo imposible.