Serbia padece una crisis política y económica, aunque ninguna de ellas se puede comparar con la magnitud de su crisis moral. La antigua Yugoslavia no tenía por qué haberse desintegrado. Pero sus gobernantes fueron incapaces de reconocer que cuando el nacionalismo reemplaza al totalitarismo como ideología en una sociedad multiétnica, la violencia resuta inevitable.
POLÍTICA EXTERIOR > NÚMERO 77


ISPE 1031. 24 abril 2017
Duelo a varias bandas en Oriente Próximo
El debate sobre las 35 horas y el desempleo en Europa
Política exterior en un mundo que EEUU no controla
Europa y EE UU: hacia una relación pragmática