El 9 de diciembre de 1979 sucedió un evento histórico que la humanidad no ha logrado repetir. La Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó que la viruela, la enfermedad que más muertes ha provocado a lo largo de la historia –solo en el siglo XX acabó con la vida de 300 millones de personas– había sido erradicada. Cinco meses más tarde, en mayo de 1980, la trigésimo tercera Asamblea Mundial de la Salud declaró oficialmente: “El mundo y todos sus habitantes se han liberado de la viruela”.
Erradicar la viruela fue posible gracias a que los gobiernos y la población mundial confiaron en un organismo capaz de orquestar una campaña de vacunación en todo el planeta. El logro de disponer de una vacuna es incuestionable, pero sin la decisión política de hacer una campaña, el virus seguiría con nosotros causando estragos.
Este ejemplo, tan significativo en nuestra historia, nos habla de la necesidad de mantener un organismo que vele por la seguridad sanitaria mundial y por el acceso a la salud de todos los habitantes, derecho que se cumple en menos ocasiones de las deseadas. Mientras las necesidades de salud crecen día a día, más de la mitad de la población mundial no puede acceder a uno o más servicios de salud esenciales, y 2.000 millones de personas se enfrentan a dificultades económicas por tener que pagar la atención médica de su bolsillo.
El anuncio de la retirada de Estados Unidos de la OMS no pone en peligro la existencia de la Organización, pero compromete muchas de sus actividades en un momento crítico en el que necesita plantear nuevas formas de conseguir fondos. Como ha reconocido el propio director Tedros Adhanom Ghebreyesu, muchas de sus áreas esenciales están infra financiadas.
Fundada en 1948, la OMS tiene dos vías principales…